Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Tagore: “Hacer preguntas es prueba de que se piensa.”
¿Conoces a tus estudiantes? ¿Has caminado de su mano por las sendas de sus ilusiones? ¿Te encontró cuando tocó a tu puerta urgido por la desesperación o impulsado por el deseo vehemente de compartir con alguien sus dificultades? ¿Le Dijiste que sí cuando te pidió un poco de su tiempo para que derramaras en su vida algo de tu sabiduría o de tu infinita capacidad de dar afecto? ¿Reconoces en él un pasajero en tránsito hacia la gloria o lo consideras uno más en la larga procesión de seres sin esperanza que se dirigen sin remedio hacia el horizonte confuso del anonimato?
¿Consideras tu trabajo como un desafío a tu
capacidad para perfeccionarte cada día o lo juzgas como un accidente inesperado
en tu vida? ¿Disfrutas con las preguntas para las cuales no encuentras una
respuesta o te sientes frustrado cuando sientes que esas personas a quienes
pretendes enseñar pueden saber más que tú? ¿Ves en cada suceso de la historia
una oportunidad para aprender y una lección para enseñar? ¿Tomas toda lectura
con ojos de maestro y lees mientras piensas en la forma en que lo aplicarás con
tus estudiantes? ¿Añoras tu espacio cotidiano del aula, el laboratorio y las
clases cuando estás dedicado a otras labores? ¿Estarías dispuesto a declinar
cualquier tentadora oferta si ésta te significara abandonar a tus discípulos?
¿Estás listo para construir cada día mundos
nuevos en donde el amor al prójimo no sea una fantasía y el bienestar de la
gente no sea simplemente imaginario? ¿Crees en el género humano y en sus
infinitas potencialidades para superarse y aproximarse a la perfección? ¿Tu fe
es suficiente para creer que se pueden construir universos aparentemente
imposibles en donde el amor reine sobre el odio; el afecto sobre los rencores y
el aprecio sobre los resentimientos? ¿Has pensado si en tus manos y en tus
clases está todo el poder de transformación que durante años has estado
deseando y del cual consideras responsables a los demás?
¿Te agrada el rostro fruncido de quien te
dice sin palabras que aún no ha entendido lo que le dices? ¿Te alegras cuando
te confrontan? ¿Te sientes agradecido con quien te señala error? ¿Felicitas con
entusiasmo y amonestas con prudencia? ¿Valoras la amistad de quienes difieren
de tus opiniones? ¿Estás dispuesto a recorrer el mundo oscuro de la ignorancia
para arribar al puerto despejado de la sabiduría?
¿Vibras con tus clases? ¿Aprendes el doble
de lo que enseñas? ¿Te entregas enteramente y sin reservas en cada acto
docente? ¿Te sientes un privilegiado al transformar mentes inocentes y
corazones cándidos en seres extraordinarios dispuestos a escribir su propia
historia en páginas doradas? ¿Has medido tu fortuna en todos los conocimientos
que has descubierto y compartido con los demás? ¿Te sientes agradecido con Dios
y la vida por constituirte en un artífice de los más importantes
acontecimientos de tu espacio y de tu tiempo? ¿Estás convencido de que la tuya,
maestro bueno, es la mejor profesión del mundo?
1 comentario:
Excelente,Alejandro. Muy pocos se interrogan a sí mismos porque es mucho más fácil y comodo conformarse con lo rutinario,que da una falsa sensación de estar haciendo lo correcto. El habitual "siempre lo hice así y me resultó...para que cambiar..."
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