Me agrada la gente que vibre, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que tiene que hacer y lo hace en menos tiempo de lo esperado.
Me agrada la gente con capacidad para medir las consecuencias.
La gente que no deja las soluciones al azar.
Me agrada la gente que trabaja para lograr buenos resultados.
Me agrada la gente que sabe la importancia de la alegría.
Me agrada la gente que piensa en el trabajo de equipo, entre amigos, ya que produce más que los caóticos esfuerzos individuales.
Me agrada la gente estricta con su gente y consigo misma, pero que no pierde de vista que somos humanos y que nos podemos equivocar.
Me agrada la gente de criterio y la que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
Me agrada la gente fiel y persistente que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideales se trata.
Con gente como esta me comprometo a todo, así no reciba ninguna retribución, ya que con ser parte de este equipo me siento satisfecho.
Ciertamente, estamos viviendo una época muy importante en la historia de las ideas política. Existiendo dos tipos de líderes en la República de Colombia, quizás en otros lugares también, pero quiero hablar de lo que más conozco, en mi departamento de la Guajira. Están los líderes arrogantes y los líderes amplios y transparentes. ¿Quiénes son? ¿Qué significa esto? Déjeme explicarlo.
La divina providencia, se está interesando en transforma a los de líderes arrogantes a los líderes amplios y transparentes.
El principal defecto de estos líderes es la arrogancia. No son dados a los cambios. La idea dirigida por ellos para sacudir su conformidad y su renuencia a cambiar. A muchos seguidores les cuesta aceptar los cambios producidos por la obra de Dios, les es difícil aceptar las transiciones como venidas de la mano de los demás, y no culpar más a la gente o a las circunstancias cuando a la larga está tratando con ellos para llevarlos de una dimensión a otra.
Los líderes arrogantes son los que se resisten a los cambios. Se niegan a ser dirigidos por nadie porque no disciernen que es la comunidad la que nos conduce a no ser únicos, aferrándose a lo conocido por no entrar a lo desconocido. Por lo cual se estancan en su desarrollo.
Los líderes amplios no se aferran a lo conocido sino que entran en lo desconocido con una clara intuición del destino, por lo cual crecen continuamente. Que la transición de su Espíritu los lleva a ser líderes amplios y transparentes.
Permítanme establecer un paralelismo entre estos tipos de líderes.
¿Cómo son los líderes arrogantes?
Están en continua guerra con el cambio, en vez de vivirlo pacíficamente. Combaten continuamente con las transiciones en lugar de manejarlas efectiva o afectivamente. Se anclan en el pasado y por ello se encuentran incapacitados para tratar con el cambio de hoy. Todo cambio los asusta, los hace retroceder; el pasado les da seguridad.
Necesitan mantener el control. Los arrogantes necesitan creer que ellos están a cargo de sus vidas y de las de los demás. Complican sus vidas al punto que toman todo en sus manos para mantenerlo en línea. Tratan estrictamente con los asuntos externos de la situación sin mirar lo interno. La obsesión por el control puede llegar a ser más y más imposible de satisfacer. Luchan por el control de todo y de todos.
Los arrogantes, manipulan lo externo como una respuesta al no poder manejar lo interno. Razonan: “Si no puedo manejar mis sentimientos internos, ya encontraré algo en el mundo externo que pueda cambiar y, seguramente, con eso echaré fuera mis sentimientos internos”. Lo externo es más fácil de manejar que lo interno, por ello su énfasis es lo externo. Imponen reglas, exigen y manipulan aun con lo espiritual.
Los arrogantes desconfían y sospechan de los demás. Ellos desconfían de todo y de todos. Creen que la vida y la gente están en contra de ellos y, por lo tanto, están siempre a la defensiva para evitar que les tomen ventaja. No saben confiar libremente en aquellos que los rodean.
Los arrogantes mantienen una desconexión espiritual. No es que no realizan cosas espirituales. Ellos pueden pastorear, predicar, ser líderes denominacionales, etc. Lo que pasa es que no entienden el significado espiritual de lo que están experimentando.
No comprenden por qué Dios los está llevando por ese camino. Por lo tanto, lo analizan todo desde una perspectiva humana, sin entender lo divino. Lo pelean en el plano humano y dejan de conectarse con lo espiritual. Si pierden su elección en una Convención no piensan en que Dios les está dando un mensaje de que su tiempo ha finalizado, sino que cuentan los votos y culpan a otros de no haber sido elegidos de nuevo.
Los arrogantes no tienen sentido de propósito y no entienden la revelación de su destino. Ellos eluden mantener una declaración de misión. No se preguntan: “¿Por qué estoy aquí?”; “¿hacia dónde Dios quiere que vaya?”; “¿terminó mi tiempo?” Nuestro sentido de propósito emerge de nuestra espiritualidad; si perdemos la conexión espiritual, el asunto del propósito en la vida pierde significado.
Los arrogantes culpan a otras personas y a las circunstancias de las situaciones en su vida. Cuando algo ocurre: “es la culpa de ellos”; “ellos me hicieron eso”. Juegan el papel de víctimas y culpan a factores externos. Ellos son reactivos no son proactivos. Los reactivos solo responden o reaccionan a las circunstancias, los proactivos hacen que las cosas pasen.
Los arrogantes se desconectan de sus sentimientos, especialmente los negativos. Ellos no desarrollan un hablar del corazón. Se levantan en familias donde las emociones fuertes no son aceptadas. Siempre dicen: “Yo estoy bien”. Les cuesta llorar en público y demostrar que tienen miedo o que están enojados.
Los arrogantes tienen pensamientos rígidos. Para ellos todo es blanco o negro, no hay terrenos intermedios. No aceptan la vitalidad ni la frescura de ideas. Se oponen a la renovación. Jamás se atreven a tener una mente abierta. Sus creencias son las únicas y juzgan muy rápido lo que no encaja en sus paradigmas.
Los arrogantes manifiestan con frecuencia actitudes negativas. Piensan lo peor de cada situación. Son frecuentemente pesimistas. Cualquier nueva experiencia la ven como algo para examinar y tener con mucho cuidado.
Los arrogantes no aceptan los sistemas de apoyo. A menudos ellos son solitarios. Si tienen amigos, son amigos que comparten lo que ellos creen y piensan. No tener sistemas de apoyo puede ser devastador especialmente en tiempo de crisis. Un sistema de apoyo es un grupo de personas que nos rodean, ante quienes nos hacemos vulnerables, listos para oírles, que pueden amarnos y, por lo tanto, corregir.
Los arrogantes pierden el balance y sentido de orientación. Ponen énfasis en lo externo y poca atención a las relaciones, la esperanza o crecimiento interno. Van de un extremo al otro y no saben mantener la orientación de sus vidas, por ello comienzan muchas cosas y no terminan ninguna, y quienes los rodean pueden sentir gran confusión.
PEDRO ELIAS ARREGOCES.
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