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sábado, 24 de diciembre de 2011

Lázaro Ditta, el emprendedor de convicciones firmes


Por: Alejandro Rutto Martínez

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A Lázaro Ditta lo conocí a bordo de su vehículo en el cual transportaba desde el colegio hasta a sus hogares a medio centenar de bulliciosos chiquillos que regresaban felices a casa luego de cumplir con sus estudios. Transportar a los estudiantes era su rutina de cada mediodía cuando terminaba la jornada escolar en el Instituto Pedagógico, un colegio que fundó en compañía de la profesora Carmen Pinto, su esposa y compañera de toda la vida.

Algunas veces lo encontré en el taller o en el funeral de algún conocido común y entonces pude disfrutar de su amena charla y de su increíble capacidad para hilvanar ideas y ponerlas sobre el tapete una detrás de la otra, sin darme casi ningún tiempo para reaccionar y meter la cucharada en la conversación. Era un experto en varios temas, entre ellos la política internacional, el conflicto armado colombiano, el orden público (por aquellos días tan deteriorado como hoy), la política local, la calidad de los servicios públicos y, por supuesto la educación que era uno de sus temas fuertes, pues no en vano era el gestor de un plantel que se perfilaba como de los mejores en la región, sino que allí mismo ejercía como el veedor de la formación moral de cada uno de los niños y de las niñas en proceso de formación.

En los temas de ética y moral era intransigente: para él lo blanco era blanco y lo negro era negro. Una mentira, por más que se la disfrazara de piadosa, era una mentira y merecía ser castigada. Un delincuente, por pequeño que fuera su robo era alguien que estaba contra la sociedad y por tal razón debía ser sancionado con todo rigor. Un odio especial sentía por los ladrones de cuello blanco. Se le veía un temible brillo en los ojos cuando se refería a quienes se robaban la plata del pueblo. Pienso que si en manos de mi amigo hubiera estado no habría cárcel para los asaltantes del presupuesto público y en cambio sí algunos patíbulos en donde habrían pagado el precio de su deshonestidad.

Un día de los años noventa el profesor Lázaro Ditta nos sorprendió a todos inscribiéndose como candidato a la alcaldía de Maicao. Digo que nos sorprendió porque lo conocíamos como un hombre correcto, emprendedor y buen analista pero no le conocíamos la sangre política que corría por sus venas.

Tengo un recuerdo especial del mes de septiembre de 1.997 cuando se efectuó el debate entre los aspirantes, siete en total. Allí Lázaro Ditta se batió como un león ante políticos de gran tradición, personas que llevaban décadas en el escenario pedregoso de la lucha electoral, oradores reconocidos, hombres públicos de gran trayectoria. Ninguna de las muchas virtudes de sus adversarios lo hizo sentir inferior y en ese momento presentó sus ideas con el vigor de siempre, pero además, con una gran serenidad y una lógica que hizo pensar en que su aspiración no era una simple aventura, alentada por el entusiasmo del momento.

-“Yo tengo la solución para acabar con el problema de la falta de agua y brindarle el servicio de acueducto a todo el mundo en este pueblo”, dijo en uno de los apartes de su intervención.

-“¿Y cuál es la solución?” preguntó alguien ingenuamente, tal vez el moderador o uno de los otros candidatos.

-“Eso solo lo voy a revelar y a poner en práctica cuando yo sea alcalde, fue su respuesta”

Pasaron los años y creció mi admiración por aquel hombre de mirada penetrante, apellido italiano y posiciones firmes. Quiso la vida que me lo encontrara con mayor frecuencia y que conversara más a menudo con él. Así creció esa amistad que valoré tanto.

Lázaro Ditta Torres llegó a Maicao como empleado del Banco de Bogotá. Era ya un muchacho correcto, de finos modales, cortés, trabajador esforzado y lleno de muchas ilusiones. Todas esas virtudes le sirvieron para conquistar el amor de la profesora Carmen Pinto con quien compartiría toda la vida y con quien fundaría no solo el renombrado Instituto Pedagógico sino también una hermosa familia en la cual crecieron siete hijos: Ana Julia Ditta Atencio (Tec. Administración y Contabilidad), Harold Ditta Pinto (Ing. Agrónomo), Gino Ditta Pinto (Administrador de Empresas), Lazaro Juan Ditta Pinto, Carlos Angel Ditta Pinto (Fallecido), Rosanna Ditta Pinto (Psicóloga), Carmen Julia Ditta Pinto (Odontóloga).

El 28 de septiembre del 2.011 el profesor Lázaro Ditta nos dio una nueva sorpresa, pues ese día inició de manera prematura su viaje hacia la eternidad. Nos sorprendió como aquel día de los años noveneta cuando fue candidato y se expresaba a través de sus vibrantes y bien ponderados discursos en debates y plaza pública. Ya no lo tendremos más cono nosotros, pero podremos seguir como fieles admiradores de su vida y obra y, sobre todo, de sus ideas claras y sus firmes convicciones de hombre de bien.


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