martes, 27 de octubre de 2009

El Negro Robles

maicaJorge Luis Borges: “Los hombres y los siglos vuelven cíclicamente”

Por: Amylkar D. Acosta M.

Este 24 de octubre se cumplieron exactamente 160 años del natalicio de un hombre eximio como el que más, grande entre los grandes, radical entre los radicales, que descolló por su talento y su verbo encendido a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. Me refiero a Luis Antonio Robles Suárez, hijo ilustre de La Guajira, luchador incansable y figura señera del liberalismo.

Él se hizo a pulso, se catapultó desde abajo hasta encumbrarse, altivo y desafiante, hasta ocupar un sitial de privilegio en la historia. Fue un hombre que jamás pasó por desapercibido; siempre estuvo en el ojo del huracán en los procelosos tiempos que le cupo en suerte vivir. Era la elocuencia hecha verbo! La política es destino y ese fue el suyo; el Negro Robles, como cariñosamente, lo llamaban, fue un político hasta los tuétanos, imbuido del ideario liberal, convencido y convincente.

Para utilizar la expresión de Saramago, Luis Antonio Robles fue un liberal hormonal! Llegó hasta las más elevadas posiciones, alcanzadas siempre con denuedo, tesón y perseverancia, sin abandonar sus principios ideológicos y sin renegar jamás a su bandería política. Fue un adelantado de su época y supo mirar el futuro con anticipación, por ello trascendió a su época, merced a sus actuaciones y a su espíritu visionario.

Desde temprana edad se alistó en las filas del radicalismo, del cual fue uno de sus más caracterizados exponentes; se contaba entre sus ideólogos y voceros autorizados. Defendió con ardentía y valor la causa de la libertad y la democracia, en momentos en que una y otra eran escarnecidas; así como la independencia tuvo sus precursores, podemos afirmar sin hipérboles que Robles y el radicalismo fueron los precursores de la democracia colombiana.

Luis Antonio Robles fue multifacético y gozaba de una gran versatilidad, desempeñándose con brillo en la academia, en la política, en el parlamento, en el litigio, en el periodismo, como escritor y no lo fue menos en las artes de la guerra, cuando el destino puso a prueba su espíritu civilista.

A él sí que le es aplicable el aserto de Benjamín Franklin: “Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como hayas muerto, escribe cosas dignas de leerse y haz cosas dignas de escribirse”. Fue uno de los gestores de la Universidad Republicana, de la cual fue docente y rector, cargo este que también ocupó en la Universidad de Nicaragua.

Además de gobernador del Estado Soberano del Magdalena, fue elegido tres veces representante a la Cámara, dos de ellas por el Estado soberano de Antioquia (!). Este camaronero, de pura cepa, como también lo fue el Almirante José Prudencio Padilla, ocupó con brillo la cartera de Hacienda y Fomento en la administración Aquileo Parra.

Indudablemente, el Negro Robles dejó una huella imperecedera, especialmente a su paso por el parlamento colombiano, a donde llegó después de librar recias batallas en la Asamblea legislativa del Estado Soberano del Magdalena, del cual fue su Presidente. Era el primer negro en llegar a tan augusto recinto y ello, junto a su condición de hombre de provincia, llevó a algún jayán ignaro a espetarle desde las barras, cuando hizo su ingreso al mismo, “se oscureció el recinto”.

Él, imperturbable, a rompe le contestó sentenciosamente “Aún blanquean los huesos de mis antepasados en las bóvedas de Cartagena, por darle la libertad a muchos blancos de conciencia negra como usted!”. Cuando a su paso para el Capitolio Nacional cabalgaba su brioso alazán, una apuesta dama quiso lucirse y le gritó a voz en cuello que le gustaba más el caballo que el jinete, a lo que él repuso al instante “eso es propio de las yegüas”!

Junto con el General Rafael Uribe Uribe, debió hacer frente a un Congreso de la República dominado por Nuñez y Caro. Ello no fue óbice para que él, íngrimo como lo estaba, pusiera contra las cuerdas al Presidente Rafael Nuñez, con sus graves denuncias y sus irrefutables señalamientos.

Entre sus más resonantes debates en el parlamento se cuentan: sobre las emisiones clandestinas del Banco Nacional, que terminó con el cierre de este; en contra de la censura de prensa impuesta por el gobierno a través del literal K, supuestamente “transitorio”, de la Constitución y, el más candente de todos, que fue el que libró en contra de la tristemente célebre Ley de los caballos, que coartaba la libertad de los ciudadanos, al punto que lo llevó a afirmar: “…peor que los tiranos es la tiranía como institución..El orden no es bueno, sino en cuanto es la garantía, la seguridad de los derechos de los ciudadanos…como hay paz que enaltece y que es signo de progreso, hay paz ignominiosa…”. Fueron épocas aciagas las que le tocó afrontar a este líder nato, a las que se les podía aplicar el apotegma de Montesquieu, “No hay peor tiranía que aquella que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia”.

La muerte sorprende al Negro Robles a temprana edad, en momentos en que el país esperaraba todavía mucho de él, con solo 49 años cumplidos. Su corazón dejó de latir el 22 de septiembre de 1.899, hace 110 años; se fue con el siglo XIX, que ya estaba en su postrimería. Su muerte causó una gran consternación, conmoviendo hasta las fibras más íntimas del alma nacional.

Una vez arribó a su última morada, fue objeto del más sentido homenaje: más de 29(!) oradores se turnaron en el uso de la palabra, descollando entre ellos Aquileo Parra, Diego Mendoza Pérez, Antonio José Iregui y Tomás E. Abello, entre otros. De él dijo Olaya Herrera, “Quien necesite ejemplos de virtudes, lo hallará en la existencia de este varón eximio”!

Bogotá, octubre 24 de 2004
www.amylkaracosta.net

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