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jueves, 3 de diciembre de 2015

¿Cómo curarnos del pecado?

Alejandro Rutto Martínez


Los pecados nacen en un lugar muy especial, recóndito, casi inexpugnable. Si usted fuera un detective experto en localizar el sitio en que el pecado nace, seguramente fracasaría en su intento. ¿Sabe por qué? Muy sencillo, el pecado tiene su origen en el corazón de las personas, en sus pensamientos, en la fibra íntima de su ser.  Los seres humanos primero pensamos y luego actuamos.  Todo lo que emprendemos, suele ser sobre la base de un plano previamente diseñado en un tallercito ubicado por allá en el fondo del corazón. 

En el libro de Santiago podemos leer cómo los malos pensamientos pueden desembocar en acciones lamentables. Analice el siguiente texto: “Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte ”.

Para el caso la concupiscencia es un fuerte deseo por aquello que no debe hacerse, es sentir  deseos (o exceso de deseos) no aprobados por  Dios.   El diccionario de la Real Academia la define como deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.

Mire como lo uno conduce a lo otro y a lo otro, en un grado de ascendente y peligrosa gravedad. La concupiscencia degenera en pecado y el pecado se degrada aún más y se traduce en muerte (Santiago 1: 14-15). 

Es obvio que la tentación y el pecado no proceden de Dios sino de la naturaleza carnal y por lo tanto pecaminosa del hombre, la cual fue adquirida desde los tiempos primigenios del génesis en la caída de la primera pareja humana. 

Si usted siente que es pecador, le tengo una noticia. Y si usted cree que no es pecador, también le tengo una noticia, a decir verdad, la misma noticia. Todos, absolutamente todos somos pecadores. Así lo manifiesta el apóstol Pablo en su carta a los Romanos capítulo 3, verso 23: “Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios”. 

¿Mala noticia o buena noticia?Muy mala por cierto y peor aún para quienes no se consideran pecadores. Todos hemos pecado y todos habíamos sido destituidos de la gloria de Dios. Solo la infinita misericordia del Señor nos da una nueva oportunidad y nos permite confesar nuestros pecados, con lo cual podremos recibir el perdón y limpieza de parte suya. Así lo consigna el la primera carta del apóstol Juan, capítulo 1 verso 9: "Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y limpiará de toda maldad"    ¿Cuál es la clave entonces?  Una sola, confesar, ese es el verbo más valioso. 

Mi estimado amigo, hay una invitación para usted y para mi, y para quienes compartimos nuestra naturaleza pecadora. Confesemos nuestros pecados delante del Señor, con quebrantamiento, con arrepentimiento y con un profundo deseo de no reincidir. 

Actuemos de esa manera: reconocer que somos pecadores; confesar nuestros pecados delante de Dios y mantenernos firmes en la decisión de no pecar nunca más.  Así, será el mismo Dios quien nos perdonará y limpiará de toda maldad. 

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sábado, 3 de diciembre de 2011

La Biblia, el mejor libro de motivación

Por: Alejandro Rutto Martínez

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Romanos 8:28: Cuando ocurran cosas negativas, sin explicaciones, podremos  hallar tranquilidad en este conocido texto. “Y sabemos que todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios, a los que conforme a su propósito son llamados”. Cuando no le encuentres explicación a lo que te sucede; cuando estés pasando por un mal rato a pesar de ser buena persona, cuando de manera repetida te pases cosas desagradables, cuando creas que Dios se ha olvidado de ti, ponte a pensar de qué manera todo eso va a beneficiarte más adelante, pues, si hemos de creerle a Dios, tenemos que creer que todo nos ayudará a bien.

 Romanos 8:31: Dios nos acompaña y lucha a nuestro lado, siempre está en nuestras vidas y su compañía no permite que nada ni nadie nos amenace. Si tienes una preocupación, tranquilízate. Si te agobia la angustia, respira profundo; si sientes que te persiguen piensa en tu Protector y recuerda: ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros?

Filipenses 4:13: Somos puro poder y de poder estamos llenos por misericordia de Dios. Nada podrá vencernos  y nada será imposible para nosotros, porque todo lo podemos, con el poder de Cristo de nuestra parte: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. De manera particular me ha sido útil este pasaje en los momentos en que he sentido angustia y me encuentro en una situación que parece mayor a mis fuerzas.  Lo mismo le sucederá a usted: cuando esté enfrentado a los gigantes y se sienta pequeñito, sepa que dentro de usted vive la fuerza y el poder que vienen de lo alto, porque usted lo puede todo en Alguien que lo fortalece.

Josué 1:8: Josué era un guerrero consumado, un amigo fiel, un hombre preparado para liderar y preparado en la mejor escuela: en la escuela de la vida al lado de un líder al que estimaba y apreciaba. Un líder de quien aprendió los secretos para dirigir y los secretos de una muy buena relación con Dios. 

 Un día, cuando Moisés, su líder, ya no estaba, debió asumir el mando y se vio ante los más importantes desafíos de un militar y dirigente de su pueblo: tomar el mando luego de que muriera Moisés, quien había sido su guía, su compañero y, prácticamente un padre para él. Y debía tomar el mando de un pueblo que se había caracterizado por su rebeldía y por la desobediencia en momentos trascendentales. Un pueblo que, además, no estaba convencido de que la marcha hacia la libertad era lo mejor que le podía suceder y en más de una ocasión manifestó su nostalgia por Egipto, el país que habían dejado atrás, en donde eran humillados y explotados como esclavos, pero en donde gozaban de cierta seguridad en lo básico, pues los amos le proveían comida, vivienda y vestidos, a cambio de exprimirles hasta la última gota de sudor.  Cuando Josué se vio enfrentado a semejante desafío y, además, a la necesidad de conquistar la tierra prometida a través de sangrientas batallas frente a fuertes y bien disciplinados ejércitos enemigos.  

Pero la promesa de Dios era clara: Dios le daría un territorio enorme “Desde el desierto y este Líbano hasta el gran río, el río Éufrates, toda la tierra de los hititas hasta el mar Grande que está hacia la puesta del sol, será vuestro territorio”. (Job. 1:4). Pero tendrían que luchar y, por si flaqueaban en la lucha, le dio un mensaje que hoy está dado también a buenos luchadores como todos nosotros:   Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.

Ya lo sabemos entonces y lo sabemos con claridad: nada de temores ni de flaquezas. Nada de regresarnos, nada de acobardarnos. Levantemos el rostro y sigamos adelante, tenemos muchas razones para persistir, pero hay una muy poderosa: Dios nos manda a que no temamos ni desmayemos y promete acompañarnos a donde quiera que vayamos.

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