Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Estos son los tiempos en los que hay más preguntas que respuestas, más miedos que certezas y más ansiedad que firmeza. Atravesamos en nuestra misma barca un río diferente de aguas turbulentas a través del cual nos movemos sin tener brújula ni capitanes porque los protagonistas de antes no han sido capaces., al menos por el momento, de mandar un mensaje tranquilizador.
Antes era diferente. Para los tiempos en que la amenaza era el sido, nos recomendaron la fórmula del sexo seguro. En las épocas del cáncer la receta eran los hábitos de vida saludable. Para la inseguridad, nos ordenaron portarnos bien y llegar temprano a casa.
Pero en los tiempos del virus diminuto, invisible, pegajoso y mortal, no hay forma válida de protegerse excepto encerrarse, distanciarse y esperar que nada suceda. Parece que humanamente no hay nada que hacer, pero es mucho lo que podemos lograr con elevar la mirada y el corazón hacia el Dador de la vida, quien ha tenido siempre la intención de considerarnos amigos suyos en lugar de solo siervos suyos.
Te invitamos a leer también: Lo invisible sí existe
Hoy, cuando estamos con un pie en la orilla del tiempo y otro en la ribera de lo desconocido es importante acercarnos al conocimiento de Dios, el cual se transforma en una relación íntima y tierna con Él quien ha dado suficientes muestras de amor por su esquiva criatura humana, como la de dar a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él crea no se pierda, mas tenga vida eterna.
No hay vacunas, ni soluciones que dependan de los líderes mundiales, por poderosos que estos sean. Lo que nos va a dar la serena tranquilidad, la segura protección y la pronta salida es el poder generoso e ilimitado de Dios, quien desde siempre nos ha hecho por lo menos tres invitaciones que los humanos en sus múltiples ocupaciones, en sus socorridas preocupaciones y en sus frecuentes distracciones no ha atendido, no ha entendido o no ha querido entender.
¿Cuáles son esas invitaciones?
En primer lugar, Dios quiere que vengan a Él, a través del estudio de su palabra, ¿de la aceptación de Jesús y de solazarse con la presencia del Espíritu Santo en sus vidas. Jesús manifestó “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera” Juan 6:37
En segundo lugar, Dios quiere que el ser humano lance su grito de emancipación frente a otros vínculos, en contra de los dioses modernos como el dinero, el placer, la avaricia por acumular cada vez más y el interés en cosas vanas y superfluas.
En la antigüedad, en un momento en que sus líderes no estaban, el pueblo de Dios corrió a adorar un becerro de oro y se olvidó del Padre celestial. Hoy tenemos nuevos y relucientes becerros de oro, a los cuales las multitudes adoran, en un insensato olvido de lo fundamental.
Hoy es muy oportuno el llamado, sencillo y sincero que Jesús hizo a sus discípulos:
“Hijos, guardaos de los ídolos” (1 Juan 5:21)
En tercer lugar, Dios quiere que nos liguemos a Él que lo busquemos, que tengamos comunión con lo suyo y que reconozcamos su grandeza, sin otro interés que el de obedecer su Palabra. No se trata de un torneo de premios y de castigos, en el que quien busque a Dios tendrá galardones y será exonerado del sufrimiento.
Se trata de que el Señor nos ordena que lo tengamos a Él como prioridad en nuestras vidas y en la vida del creyente la obediencia es fundamental.
Sin embargo, la buena noticia es la siguiente: Dios ha prometido que la obediencia será recompensada. Es por ésto que en el libro de Santiago (4:10) podemos leer un mandamiento riguroso y, enseguida, una promesa espectacular. ¿Quieres ver el texto? Aquí está: “Humíllense delante del Señor, y él los exaltará”
En otras palabras, una nueva relación con Dios es lo que la humanidad necesita para alcanzar el nuevo rumbo. Hombres y mujeres que además de siervos sean amigos del Creador.
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sábado, 2 de mayo de 2020
sábado, 19 de agosto de 2017
¿Qué somos en realidad?
Jesús de Nazaret: Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre Celestial, es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Si usted lo ve bien eso es lo
que somos en la vida: pasajeros en tránsito, pues hemos venido por un tiempo a
la vida terrena, tal como la conocemos y un día hemos de marchar de
vuelta a la casa paterna, situada en la eternidad. Nos ocurre como
cuando estamos en un aeropuerto o en un terminal de transportes esperando el
avión o el bus o el tren que nos llevará a nuestro destino definitivo.
Mientras permanecemos en ese lugar vemos televisión o las pantallas de
los próximos vuelos, tomamos un café, leemos un libro o revisamos el correo…son
actividades transitorias, porque ese no es nuestro sitio.
Buena parte de los problemas de
la raza humana tienen su raíz en haber creído que éste es su lugar definitivo y
han desarrollado un apego egoísta y exagerado a los bienes acumulados y a
los placeres sin pensar en la temporalidad de todo lo que existe y en que
algún día tendremos que salir de la sala de espera y continuar nuestro viaje.
Cuando hizo alusión a las
preocupaciones de este mundo Jesús de Nazaret hizo una invitación a que
no nos desesperemos ni nos angustiemos por las necesidades del día a día. En
una de sus más conocidas enseñanzas se hizo una comparación entre las
necesidades de las aves del cielo y las de los seres humanos, tal como se puede
leer en el capítulo 6 versículo 26 del libro de Mateo: “Mirad las aves del
cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre
celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”
Y más adelante nos da uno
de los mejores consejos que alguien pueda ofrecernos: “No os afanéis,
pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” (Mt. 6:31)
Nuestro Padre Celestial sabe
que necesitamos todas estas cosas. Así lo ha dicho Jesucristo, quien nos invita
a buscar algo aún más importante que la comida y la bebida y todos los bienes
materiales y es el reino de los cielos y su justicia. Y si lo buscamos se nos
ofrece una ventaja adicional: todo lo demás, lo adicional, lo materia, también
lo recibiremos. Así se desprende de uno de los textos bíblicos más
sobrecogedores que podamos leer: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”
Desafortunadamente hemos estado
invirtiendo el orden establecido por Dios y gastamos casi todo el tiempo y
buena parte de nuestra existencia a conseguir lo que ya se nos ha ofrecido pero
no como el obsequio principal sino como añadidura. En otras palabras, vivimos
desesperados por obtener la envoltura cuando realmente lo que vale es el
regalo, lo que va por dentro, en otras palabras, el reino de los cielos y su
justicia.
Ha llegado la hora de hacer un
alto en el camino y pensar en lo que de verdad cuenta. Nuestro lugar
no está en la sala de espera de un terminal ni en las cómodas sillas de un
moderno y rápido vehículo. Nuestro verdadero sitio está en la eternidad al lado
de Dios u por eso el gran propósito de hoy y de siempre debe ser
atender el llamado de Jesús a buscar el reino de los cielos y su Justicia. Y lo
demás es lo demás. Y vendrá por añadidura.
viernes, 8 de abril de 2016
Panorama Bíblico
Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
La
Biblia es el libro de los libros. Esto se explica, primero porque es el más
importante de todos los textos que se
haya escrito y el más leído de la historia, pero también porque contiene una
sabiduría ilimitada mediante la cual Dios expresa su voluntad al género
humano.
Cuando
iniciamos su lectura nos sumergimos en un mundo de lecciones poderosas que
incluyen historias, poesía, mensajes de aliento, promesas de Dios a los
hombres, compromisos del hombre para con Dios, profecías para una nación
escogida como Israel y sobre la venida del Mesías y Salvador del mundo…en fin
la lectura de la Biblia nos proporciona un mundo de conocimientos y nos permite
sentirnos parte importante de la obra creadora.
Pero
mucha atención: una cosa es leer la Biblia y sumergirse en ella y otra muy
distinta es mirarla con el ánimo de un investigador o simplemente de un
estudiante juicioso.
Imagínese
que la Biblia es un territorio y usted está situado en una montaña que es la
única del lugar. Desde ahí tiene una
vista privilegiada sobre el inmenso valle cubierto de verdes praderas; puede
ver con claridad los ríos y arroyos que serpentean en medio del bosque y de las
tierras cultivadas; también verá los caminos veredales por donde transitan los
campesinos en sus ágiles monturas y verá desfilar algunos asnos sobre cuyos
lomos se transportan los frutos de la tierra; si aguza la vista podrá ver un
puñado de niños corriendo detrás de una rudimentaria pelota de trapo hecha por
ellos mismos y un poco más allá un pequeño pueblo con un parque en el centro y
locales comerciales a su alrededor.
Del
otro lado de la montaña podrá ver la gran ciudad, con sus ruidosos camiones de
carga, sus buses atestados de pasajeros que van un poco retrasados al trabajo y
una fila de personas que esperan pacientemente para comprar un boleto que le
permitirá asistir a la presentación de algunas de las celebridades del momento.
En ese
sitio privilegiado usted podrá verlo todo: el hermoso paisaje al fondo con una
montaña pintada de verde y azul y la presencia de seres humanos que interactúan
entre sí. En otras palabras, usted no es un espectador limitado por su precaria
posición como la del que se asoma a una pequeña ventana y solo puede ver la
parte posterior de un derruido edificio a punto de caerse o un lote repleto de
hierros viejos que dentro de poco serán comercializados como chatarra.
Usted
en realidad no tiene una vista cualquiera sino todo un panorama en el que solo
debe dar un giro de 360º. Para ver todo, todo lo que está a su alrededor.
De la misma forma
esta asignatura se propone que el estudiante pueda tener una “vista panorámica
de la Biblia” y conozca a fondo sobre la forma en que fue escrita, quiénes
fueron sus autores, la forma en que se clasifican sus libros y los tiempos de
la historia de la humanidad según los sucesos ocurridos y los que aún han de
transcurrir en la historia del hombre y de la relación del hombre con Dios.
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sábado, 12 de diciembre de 2015
La muerte está vencida
Jesús de Nazaret: Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios
Alejandro Rutto Martínez
Cuando un verdadero creyente de la Palabra de Dios se refiere a la muerte, lo hace con un lenguaje diferente al de algunas otras personas que han mitificado a la muerte hasta el punto de verla como la llave final de la vida y el momento en que todo llega a un final frío y definitivo.
En primer lugar es importante decir que la muerte fue vencida por Jesús en la Cruz del calvario y su poder ha sido completamente relegado después del milagro de la resurrección.
Pero también hay una promesa y es la de la vida eterna. El Señor nos ha dicho que nos ama de manera ilimitada, tanto, que ha dado la vida de su hijo unigénito, para que tú, tu familia, tus amigos y yo, no perezcamos, sino que tengamos vida eterna.
Es una promesa hermosa contenida en ese versículo, Juan 3:16 que es en prácticamente la médula del Nuevo Testamento: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado la vida de su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna".
Cuando un creyente muere, no ha muerto en realidad, sino que ha regresado a la casa paterna, a vivir en la presencia de Dios, en un mejor lugar y en unas condiciones de espiritualidad que nos permiten decir que quien está bien y mejor que quien se queda es el que parte hacia la eternidad.
¿Qué debemos hacer entonces para alcanzar la eternidad? Nada, no hay que hacer nada porque todo lo que debía hacerse lo hizo Jesús al ofrendar su vida para redimir nuestros pecados y convertirnos en seres aceptados por Dios.
Pero una cosa no debemos olvidar es nuestro deber de guardar la Palabra de Dios. Esa es la condición para no ver la muerte espiritual, la muerte segunda, la muerte definitiva, la que nos separa de Dios.
Si usted quiere hacer algo por usted mismo y por su futuro, ésta es la mejor recomendación: lea la Palabra de Dios, estúdiela y guárdela, entonces usted conseguirá algo más importante que el mejor de los tesoros y es la seguridad de derrotar a la muerte y asegurar u lugar en la vida eterna.
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viernes, 4 de diciembre de 2015
Tres amigos que no son tus amigos
Les voy a hablar hoy de tres pecados dañinos como todos. Dos de ellos, estoy seguro, te han afectado por lo menos una vez en la vida, y cuando así ha sido, has experimentado un estado de ánimo en el que se mezclaron la rabia, la impotencia y las ganas de vengarte. Además, te costó mucho trabajo recuperar lo que perdiste por causa de ellos.
En primer lugar hablaremos del chisme, sobre el cual se ha dicho que es el deporte nacional, no sólo en tu país o en tu ciudad, sino en muchos otros lugares. El chisme, consiste en una noticia, verdadera o falsa, con la cual se pone en tela de juicio la honra de alguien. Léase bien, lo que hace que un comentario se convierta en chisme, no es el hecho de que sea verdad o mentira, sino un daño causado a la persona sobre la que se habla.
La Biblia se refiere al chisme en varios pasajes, como por ejemplo, en el libro de proverbios 16:28 “El hombre perverso levanta
contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos.”
Desde el punto de vista bíblico el chismoso es un perverso y, entre otros males causa el de apartar a los amigos. Así es el chisme, conlleva maldad, y sus consecuencias casi siempre son irreparables.
Otro de los pecados a los que queremos referirnos se relaciona con el anterior. En algunas regiones del Caribe colombiano se habla de ser "carbonero" y es cuando un amigo o conocido incita a otro amigo o conocido para que actúe contra un tercero, "Fulano le está metiendo carbón a Zutano para que le reclame a Mengano". El carbón conlleva una alta carga de mala intención porque su propósito no es solo enterar al amigo para que se cuide sino para que se enfade y actúe contra una tercera persona.
La Biblia se refiere con cierta frecuencia a las personas rencillosas , es decir, a aquellas que son proclives a las riñas y a causar hostilidades entre dos o más personas.
El libro de Proverbios nos lleva nuevamente a explorar los caminos de las relaciones interpersonales y nos advierte sobre la gravedad de "carbonear" a los amigos. Leamos Proverbios 16:29: "El hombre violento incita a su prójimo, y lo guía por camino que no es bueno" ¿Se da cuenta? "Carbonear" es incitar y quien lo hace es una persona violenta.Mire usted el fruto que recoge la persona que carbonea y la que lo escucha: el uno guía y el otro lo sigue. ¿Por dónde? Por el camino malo. No creo que usted esté interesado en guiar a alguien por el camino malo ni en seguirlo por ese erróneo sendero.
El tercer pecado es ese que usted y sólo usted sabe que ha cometido. Es un asunto entre usted su conciencia y Dios. Usted tiene defectos que pocos le conocen pero también ha incurrido en faltas hasta ahora no conocidas por los demás. No permita que su conciencia lo siga carcomiendo ni confíe en que el secreto es en verdad un secreto. La Biblia nos dice algo que deberíamos aprender de memoria y recordarlo todos los días de nuestras vidas: "Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido que no haya de salir a la luz" (Marcos 4:22)
¿Qué hacer entonces? Confiese su pecado al Señor. Jesucristo murió por nuestros pecados, incluida esa falta que a usted tanto lo tortura. Confíe en Dios, confiese su pecado con verdadero arrepentimiento y comprométase a no pecar otra vez.
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martes, 1 de diciembre de 2015
¿Tienes un problema? Tenemos la solución
Alejandro Rutto Martínez
David era un joven pastor de ovejas, hijo de una numerosa familia, de buen porte, elegante, el menor de todos sus hermanos. No tenía nada que lo diferenciara o que lo hiciera grande, pero se distinguía por un gran amor a Dios. El Señor lo unge como rey de Israel para reemplazar a Saúl, quien se había apartado de la voluntad soberana del Creador.
Lea también Los amigos son como hermanos
Sin embargo, su ascenso al trono no fue inmediato. Antes debería vivir un episodio cumbre de su vida cuando enfrente a Goliat y lo derrote armado solo de su valor como creyente, una rudimentaria honda y cinco piedras lisas. David venció al gigante pero cayó en desgracia con el rey Saúl quien lo persigue para matarlo y lanza contra él feroces ataques para acabar con su vida. David elude esta persecución y aún en sus momentos de mayor angustia respeta la honra y la vida de Saúl como el "ungido de Jehová". Es tanta su reverencia por el rey que en dos ocasiones lo tiene en sus manos y, en lugar de atentar contra él, le perdona la vida y espera sólo que Dios actúe.
En sus momentos de mayor quebrantamiento, cansado de huir, atemorizado por el peligro, exhausto por sus constantes viajes, se siente al borde de la derrota. Pero es en este momento cuando escribe el salmo 34 uno de sus más bellos textos, en el que expresa su confianza en Dios, seguro de que nunca va a ser abandonado y de que cada una de las promesas relacionadas con su reinado se cumplirán a su debido tiempo.
El salmo 34, en su versículo 4 dice textualmente: "Busqué a Jehová, y él me respondió y me libró de todos mis temores."
Si leemos bien este corto mensaje, podemos encontrar tres cosas que nos van a ayudar en nuestra vida espiritual y nos permitirán enfrentar cualquier dura circunstancia que se nos presente:
1. David buscó a Dios
2. Dios escuchó a David
3. Dios libró a David de todos sus temores
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David era un joven pastor de ovejas, hijo de una numerosa familia, de buen porte, elegante, el menor de todos sus hermanos. No tenía nada que lo diferenciara o que lo hiciera grande, pero se distinguía por un gran amor a Dios. El Señor lo unge como rey de Israel para reemplazar a Saúl, quien se había apartado de la voluntad soberana del Creador.
Lea también Los amigos son como hermanos
Sin embargo, su ascenso al trono no fue inmediato. Antes debería vivir un episodio cumbre de su vida cuando enfrente a Goliat y lo derrote armado solo de su valor como creyente, una rudimentaria honda y cinco piedras lisas. David venció al gigante pero cayó en desgracia con el rey Saúl quien lo persigue para matarlo y lanza contra él feroces ataques para acabar con su vida. David elude esta persecución y aún en sus momentos de mayor angustia respeta la honra y la vida de Saúl como el "ungido de Jehová". Es tanta su reverencia por el rey que en dos ocasiones lo tiene en sus manos y, en lugar de atentar contra él, le perdona la vida y espera sólo que Dios actúe.
En sus momentos de mayor quebrantamiento, cansado de huir, atemorizado por el peligro, exhausto por sus constantes viajes, se siente al borde de la derrota. Pero es en este momento cuando escribe el salmo 34 uno de sus más bellos textos, en el que expresa su confianza en Dios, seguro de que nunca va a ser abandonado y de que cada una de las promesas relacionadas con su reinado se cumplirán a su debido tiempo.
El salmo 34, en su versículo 4 dice textualmente: "Busqué a Jehová, y él me respondió y me libró de todos mis temores."
Si leemos bien este corto mensaje, podemos encontrar tres cosas que nos van a ayudar en nuestra vida espiritual y nos permitirán enfrentar cualquier dura circunstancia que se nos presente:
1. David buscó a Dios
2. Dios escuchó a David
3. Dios libró a David de todos sus temores
David pudo resolver su difícil situación de manera desesperada, como por ejemplo, huyendo muy lejos y no regresar nunca más, con lo cual hubiera renunciado a las promesa que Dios le había hecho de ser rey de Israel; o pudo enfrentarse con el ejército de Saúl, con lo cual habría expuesto gravemente su vida y la de quienes le rodeaban. También pudo matar a Saúl, con lo cual hubiera manchado sus manos de sangre, con las graves consecuencias que ésto le hubiera generado.
En lugar de eso, hizo lo más simple: buscar a Dios y obtuvo la respuesta adecuada pues, el Padre Celestial no sólo lo escuchó, sino que le respondió y lo libró de todos sus temores.
¿Estás atravesando por una circunstancia difícil? Busca tú también a Dios y prepárate pues Él te va a escuchar y te va a responder. Y lo mejor de todo: Él, en su infinita misericordia, te va a librar de todos tus temores. Ya lo hizo una vez con David. Hoy lo hace contigo, un hijo al que Dios quiere con entrañable afecto.
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lunes, 30 de noviembre de 2015
Los amigos son como hermanos
Alejandro Rutto Martínez
Dedicado al pastor Santander Ortega
Así lo dice la Biblia, cuando nos invita a amar a los amigos. Proverbios 17:17 es un conocido y hermoso texto bíblico que se compone de dos partes.
Primero nos invita a amar amar al amigo. Lógicamente es un amor fraterno, transparente...bonito. Es el amor que se profesa por aquellos hermanos que la vida pos ha regalado a través de distintas circunstancias y escenarios como la escuela en la que estudiamos, el vecindario en donde crecimos, la universidad en la que nos hicimos profesionales o, simplemente, el consultorio médico en el que charlamos dos horas con alguien que hasta ese momento era un desconocido, mientras esperábamos al médico que nos iba a atender.
La amistad nace así: por circunstancias diferentes y, algunas veces casuales. Así nace la amistad y luego crece hasta convertirse en una relación duradera y sólida.
La segunda parte de la cita bíblica que nos ocupa le da a los amigos la estatura de hermanos. Sobre todo, les da ese calificativo en los tiempos de angustia. En los buenos tiempos estamos siempre acompañados de hombres y mujeres que nos ofrecen su ayuda y sus servicios. Sin embargo, en los tiempos de angustia, muchos se alejan de nosotros y es ahí en donde conocemos a nuestros amigos. Es a esos los que la Palabra del Señor compara con los hermanos.
Bien sabemos que no elegimos a nuestros hermanos. Ellos son un regalo de Dios y Él, en su infinita sabiduría, nunca nos preguntó si queríamos hermanos, hermanas o cuántos de ellos queríamos tener. Los hermanos son el regalo máximo de la vida y de nuestros padres. Y por supuesto, uno de los más preciados regalos del Señor.
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jueves, 13 de febrero de 2014
Jesús: el héroe de sus amigos
Por: Alejandro Rutto Martínez
Tomado de articulo.org
Jesús les dijo: -“Les aseguro que el que cree en mí también
hará las obras que yo hago; y hará otras todavía más grande.”
Juan 14:12
Jesús tiene una apacible reunión con sus discípulos en una
noche cualquiera en que la brisa fresca rosa el curtido rostro de aquellos
galileos que han dedicado los últimos años a esparcir las buenas nuevas en toda
la región. Una vez terminada la cena
Jesús se ciñe una toalla y pone agua en un lebrillo. Un poco después está lavando los pies de sus
discípulos. Que alguien lavara los pies a otra persona no era extraño pues se
trataba de una costumbre de la época. Una costumbre al parecer en decadencia,
pero con firmes raíces en la historia de un pueblo del desierto en el cual era
normal que la fina arena se adhiriera a las sandalias y a las extremidades
inferiores de los viajeros. Lavar los
pies era una muestra de humildad, de buena educación y de consideración por
parte de los buenos anfitriones.
Jesús decide lavar los pies a sus discípulos en un gesto que
tiene varias connotaciones:
Jesús se despoja de su investidura de líder y de maestro
mediante la cual pudo haber ordenado a cualquiera de sus discípulos que se
encargara de lavar los pies de todos sus compañeros y también a él mismo. Sin
embargo, prefirió llevar a cabo él mismo aquel acto significativo en que no
solo mojó los pies de sus hombres, sino que además se encargó de obtener él
mismo el agua y de conseguir la toalla. Es decir, toda la liturgia y cada uno
de las escenas de ese bello acto lo tuvo a él mismo como protagonista.
Jesús quiere conservar una tradición de alto contenido
simbólico pues no se trata únicamente de dejar limpios los pies sino de
ejemplificar la purificación interior de las personas para que éstas no solo
tengan unos pies libres el sucio sino un alma libre de la contaminación del
pecado.
Jesús no hace acepción de ninguna persona y por igual lava
los pies de todos sus discípulos aunque sabe que uno de ellos no pasará la prueba de fidelidad
a su maestro y en su corazón y su mente ronda la idea de traicionarlo. Pero aún
judas recibe de Jesús un trato bondadoso, igualitario y generoso.
Jesús reprende a Pedro, quien en un acto de humildad
mezclado con su habitual rebeldía manifiesta que no permitirá que sus pies sean
lavados. No se opone a ser lavado pero
le parece que no es merecedor de que alguien de tan alta jerarquía espiritual
se incline ante él, se humille y le lave sus pies. El Hijo del Hombre convence a Pedro con un
argumento demoledor: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo” Ante estas razones Pedro se apresura a pedir
que le sean lavados los pies y de paso las manos y la cabeza. Ahora el gesto de sumisión es del discípulo
en relación a su maestro.
Jesús sabe que no todos los que están en ese lugar son
limpios y lo dice con claridad: “y vosotros limpios estáis, aunque no todos”.
¿Quién le ha dado esa información? Jesús no se engaña y sabe que entre ellos
hay alguien cuyo endurecido corazón no ha reverdecido con sus enseñanzas y su
buen ejemplo. Los hechos demostrarían que uno de sus discípulos había
naufragado ante el poder corruptor de las tentaciones, el dinero y la
deslealtad.
Jesús ordena a sus discípulos (a los de aquel tiempo y a los
de todos los tiempos) que se laven los pies los unos a los otros, es decir, los
invita a ser solidarios, brindarse amistad y darse afecto. La orden es en sí una invitación a considerar
al otro como una parte vital de sí mismo y formar entre todos una familia unida
en la fe y en las obras.
Jesús desea que sigamos su ejemplo y hagamos como él ha
hecho. E el capítulo 13 versículo 15 del libro de Juan lo dice en unas sencilla
pero muy profundas palabras: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he
hecho, vosotros también hagáis”.
Jesús el Maestro nos invita a la unión y a la comunión.
Desde nuestro maravilloso estado de hombres libres, quienes hemos ganado
nuestra libertad por un noble sacrificio suyo y por nuestra decisión de
dedicarnos al servicio de nuestros semejantes.
Alejandro Rutto Martínez es un destacado escritor
italo-colombiano que ha dedicado una buena parte de su vida a la enseñanzasobre
temas de ética y liderazgo en congresos, seminarios y universidades. Es
administrador de empresas egresado de la Universidad de La Guajira y
especialista en Administración de programas de Desarrollo Social en la
Universidad de Cartagena. Especialista en Orientación Educativa y Desarrollo
Humano en la Universidad El Bosque y Especialista en Docencia Universitaria en
la Universidad Santo Tomás. Actualmente cursa la maestría en Ciencias de la
educación en un convenio entre la Universidad de Matanzas (Cuba) y la
Universidad de La Guajira (Colombia). Es autor de seis libros y de numerosos
artículos que se pueden leer en www.articulo.org y en su página
www.maicaoaldia.blogspot.com. Puedes contactarlo a través del correo
electrónico: alejandroruto@gmail.com o seguirlo en twitter: @Alejandrorutto
http://www.articulo.org/articulo/67869/jesus_el_heroe_de_sus_amigos.html#sthash.5EHib12Z.dpuf
contador de visitas websábado, 3 de diciembre de 2011
La Biblia, el mejor libro de motivación
No hay duda de que La Biblia es el más importante libro de motivación, para la muestra algunos preciosos botones
Romanos 8:28: Cuando ocurran cosas negativas, sin explicaciones, podremos hallar tranquilidad en este conocido texto. “Y sabemos que todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios, a los que conforme a su propósito son llamados”. Cuando no le encuentres explicación a lo que te sucede; cuando estés pasando por un mal rato a pesar de ser buena persona, cuando de manera repetida te pases cosas desagradables, cuando creas que Dios se ha olvidado de ti, ponte a pensar de qué manera todo eso va a beneficiarte más adelante, pues, si hemos de creerle a Dios, tenemos que creer que todo nos ayudará a bien.
Romanos 8:31: Dios nos acompaña y lucha a nuestro lado, siempre está en nuestras vidas y su compañía no permite que nada ni nadie nos amenace. Si tienes una preocupación, tranquilízate. Si te agobia la angustia, respira profundo; si sientes que te persiguen piensa en tu Protector y recuerda: ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Filipenses 4:13: Somos puro poder y de poder estamos llenos por misericordia de Dios. Nada podrá vencernos y nada será imposible para nosotros, porque todo lo podemos, con el poder de Cristo de nuestra parte: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. De manera particular me ha sido útil este pasaje en los momentos en que he sentido angustia y me encuentro en una situación que parece mayor a mis fuerzas. Lo mismo le sucederá a usted: cuando esté enfrentado a los gigantes y se sienta pequeñito, sepa que dentro de usted vive la fuerza y el poder que vienen de lo alto, porque usted lo puede todo en Alguien que lo fortalece.
Josué 1:8: Josué era un guerrero consumado, un amigo fiel, un hombre preparado para liderar y preparado en la mejor escuela: en la escuela de la vida al lado de un líder al que estimaba y apreciaba. Un líder de quien aprendió los secretos para dirigir y los secretos de una muy buena relación con Dios.
Un día, cuando Moisés, su líder, ya no estaba, debió asumir el mando y se vio ante los más importantes desafíos de un militar y dirigente de su pueblo: tomar el mando luego de que muriera Moisés, quien había sido su guía, su compañero y, prácticamente un padre para él. Y debía tomar el mando de un pueblo que se había caracterizado por su rebeldía y por la desobediencia en momentos trascendentales. Un pueblo que, además, no estaba convencido de que la marcha hacia la libertad era lo mejor que le podía suceder y en más de una ocasión manifestó su nostalgia por Egipto, el país que habían dejado atrás, en donde eran humillados y explotados como esclavos, pero en donde gozaban de cierta seguridad en lo básico, pues los amos le proveían comida, vivienda y vestidos, a cambio de exprimirles hasta la última gota de sudor. Cuando Josué se vio enfrentado a semejante desafío y, además, a la necesidad de conquistar la tierra prometida a través de sangrientas batallas frente a fuertes y bien disciplinados ejércitos enemigos.
Pero la promesa de Dios era clara: Dios le daría un territorio enorme “Desde el desierto y este Líbano hasta el gran río, el río Éufrates, toda la tierra de los hititas hasta el mar Grande que está hacia la puesta del sol, será vuestro territorio”. (Job. 1:4). Pero tendrían que luchar y, por si flaqueaban en la lucha, le dio un mensaje que hoy está dado también a buenos luchadores como todos nosotros: Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.
Ya lo sabemos entonces y lo sabemos con claridad: nada de temores ni de flaquezas. Nada de regresarnos, nada de acobardarnos. Levantemos el rostro y sigamos adelante, tenemos muchas razones para persistir, pero hay una muy poderosa: Dios nos manda a que no temamos ni desmayemos y promete acompañarnos a donde quiera que vayamos.
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