Escrito por: Arcesio Romero
El departamento de La Guajira muestra uno de
los niveles más bajo de desarrollo social y económico del país, y conforma
junto con el Chocó, las dos regiones más pobres de Colombia. Las causas de esta
problemática son muy variadas, van desde la alta concentración de la riqueza, la
exclusión social de la población indígena y afrodescendiente, falta de
infraestructura básica de servicios públicos, bajos niveles de cobertura y calidad
de educación y salud, todos bajo la sombrilla de un esquema de administración
pública dominado por la corrupción y malas prácticas administrativas que generan
poca credibilidad del individuo en la función del Estado.
Las comunidades guajiras, en especial las
ubicadas en las zonas rurales, en su mayoría conformadas por asentamientos
indígenas wayúu, se caracterizan por tener un bajo nivel de autogestión, poca
solidez de sus organizaciones sociales, escasa participación en las decisiones
de intervención pública y poco control sobre el diseño y ejecución de la inversión
en sus territorios. No se trata solamente de un inconveniente de planificación
participativa, ni mala identificación de la problemática social, se trata de
una mala aplicación del modelo de gestión pública a las comunidades, basada en
la estandarización de productos y servicios sociales, muchas veces impuestos
desde lo nacional a lo regional, que no responden a las necesidades y
particularidades de los beneficiarios.
Por su parte, los ciudadanos no diseñan e
implementan mecanismos de solución a sus problemas, y esperan siempre que el
Estado ejecute instrumentos de política, algunas copiadas de otras latitudes,
cuya aplicación es inapropiada para nuestra región. Es así como resultan modelos
de intervención sin tener en cuenta los usos y costumbres ancestrales de la
población.
Esta mala práctica por parte de las agencias públicas propicia la participación
ciudadana únicamente en la etapa de identificación de problemas, pero no en la
construcción de las soluciones y mucho menos en las etapas de ejecución y
seguimiento. De esta forma, asistimos a inadecuadas respuestas a la
problemática, a proyectos y programas mágicos que no se alinean con verdaderos
modelos de desarrollo local, regional y nacional, los cuales no fincan sus propósitos
en los principios comunitarios de la autodeterminación, la autogestión y la
apropiación.
Proudhon (1809-1865),
puede ser considerado el verdadero creador del principio autogestionario; consideraba
la sociedad como “un equilibrio entre fuerzas libres con iguales derechos y
deberes y en donde la iniciativa y responsabilidad individual será primordial”.
La concepción autogestionaria de Proudhon está apoyada, como lo está en la
visión anarquista general, en su amor por la libertad y pasión por la justicia
social y el sentido de la igualdad. Continuador de Proudhon y Bakunin y gran
exponente del socialismo antiautoritario es Piotr Kropotkin (1842-1921),
partidario de la abolición de la propiedad y el salario que darían lugar al
comunismo libertario, reino de la abundancia en manos de toda la sociedad,
donde se dará satisfacción a las necesidades subjetivas de todos los individuos.
La base ética de esta sociedad está expuesta en su obra “El apoyo mutuo”, donde
trató de demostrar científicamente que el instinto de solidaridad está, entre
todas las especies incluida la humana, tan desarrollado como el instinto de
competencia o destrucción. Creía Kropotkin en “la capacidad el hombre para
organizar racionalmente su vida en unión de otros hombres sin intervención
externa alguna; atribuía a prejuicios, producto de la educación e instrucción,
la necesidad de gobierno, legislación y magistratura por doquier”.
El acervo de estos teóricos y de
otros posteriores, sentaron las bases para definir un modelo de gestión como un
esquema eficiente de manejo de los recursos comunitarios con el fin de lograr
impactos sustentables, que deba servir para: (i) generar conocimientos nuevos y
prácticos (campos de innovación); (ii) desarrollar capacidades, mediante un aprendizaje
conjunto entre técnicos y beneficiarios (“aprender haciendo”); (iii) crear
evidencias que puedan ser utilizadas como insumo para asesorar en políticas, y
(iv) producir las bases para replicar y ampliar impactos locales.
Además, constituye
la búsqueda de aprendizaje e innovación continua a partir de experiencias exitosas
documentadas y la interrelación entre conocimientos técnicos y patrones socioculturales.
Con base en estos
fundamentos, se coligió por parte de los pensadores modernos que la autogestión
es un proceso mediante el cual se desarrolla la capacidad individual o de un grupo
para identificar los intereses o necesidades básicas que le son propios y que a
través de una organización le permite defenderlos con efectividad en la
práctica cotidiana.
De igual forma, acertaron en señalar que la autogestión
comunitaria transforma la espiral descendente de la pobreza en espirales ascendentes
de desarrollo. Para lograrlo, el factor clave es el cambio de una visión
fatalista de la pobreza por una visión esperanzadora, a través del cual el
potencial infinito inherente del ser humano se encauza hacia el logro de una
vida digna, de acuerdo a sus propios objetivos, metas y con el apoyo solidario de sus
semejantes.
Los cinco
principios fundamentales de la autogestión comunitaria son: (1) Democracia Directa; (2) Acción Directa; (3) Apoyo
Mutuo; (4) Extensión, y (5) Formación. Estos cinco principios básicos son aplicables en
cualquier instancia organizativa, desde el pequeño grupo, el barrio, la
comunidad, el pueblo y la sociedad misma, anotando que ninguno es prioritario
sobre los demás, y no son sacrificables unos en función de otros, son cinco y se
toman juntos. Como resultado de la aplicación de estos principios se logra la
coordinación y el poder necesarios para impulsar la descentralización del
Estado en una comunidad, o en su defecto llenar los vacíos dejados por la falta
de gestión de las instituciones púbicas en su función de proveedores de bienes
y servicios.
Para algunos
autores, la autogestión comunitaria, como práctica social, es un sistema de planificación
alternativo que pone en práctica actividades conjuntas en torno a intereses
compartidos, implica conocer la realidad, desear un cambio positivo, idear un
futuro mejor y definir las acciones necesarias para alcanzar esas metas
definiendo el camino que facilita lo deseado para construir la organización adecuada
que haga realidad esta meta. El sistema de planificación alternativo lo definen
como un instrumento ajustable y flexible que se opone a actitudes sociales
nefastas, como el fatalismo, la resignación y la improvisación. Y anotan, entre
otros baluartes, que la planificación alternativa es una eficaz herramienta
educativa, comunicativa, organizativa que puede transformarse en un instrumento
técnico-político en poder de las comunidades.
Las
herramientas fundamentales para la planificación alternativa de un modelo de
autogestión comunitaria son: a) Solidaridad: El trabajo comunitario
de cada integrante cumple un rol específico para la conquista de los beneficios
colectivos. b) Organización comunitaria: Organizarse es formar un
todo con partes que dependen y se relacionan entre sí, formando una estructura definida
y eficiente. c) Concertación: La concertación
es el entendimiento y la asociación entre actores sociales que complementan sus
diversos roles, esfuerzos, capacidades e intereses para alcanzar objetivos
comunes.
Para implementar un
programa de desarrollo local comunitario en La Guajira es necesario partir de
la aplicación de un modelo de autogestión que involucre a todas las
instituciones de la ecuación sociedad-individuo-familia como elementos
capaces de mejorar las condiciones de vida de la población sin generar una
relación de dependencia total o parcial. Solo a partir de esa premisa, se
superará la alta subordinación de las clases más pobres a los “gestos de
misericordia” que realicen los mandatarios de turno. Por lo tanto, al construir
un sistema de autogestión fuerte, la comunidad puede reclamar al Estado la
formulación de políticas públicas que se adapten a sus necesidades y obtener
complementariedad, mayor cobertura y eficiencia en la ejecución de la inversión
social tanto pública como privada que potencien su verdadero progreso.
Arcesio Romero
5 de mayo de 2022