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miércoles, 28 de octubre de 2015

Primer aniversario del profe Federico


Escrito por:  Alejandro Rutto Martínez

Se cumple hoy un año desde cuando partió a la eternidad el profesor Federico Barrios, toda una institución para el sector educativo y el deporte en Maicao. Cartagenero de nacimiento se vino desde su juventud hacia nuestra tierra y aquí laboró duramente en la formación de nuevas generaciones con las que compartió en el aula, en la calle y en las canchas de los barrios más humildes. 

 Lo recordaremos siempre defendiendo sus posiciones con firmeza y entusiasmo, con sus libros debajo del brazo y con la vieja tiza blanca entre sus dedos. Lo recordaremos refiriéndose a sus hermanos y sobrinos con un respeto y veneración que lo ubican como uno de los mejores hermanos y uno de los mejores tíos del mundo. 

 Yo tuve el privilegio de conocerlo y de tratar con él, y puedo certificar que era un hombre de bien, entregado de lleno a todo lo que hacía. Y estaba tan entregado que tuvo poco tiempo para algo distinto a lo que más le gustaba: su oficio de maestro; su vocación de director técnico de fútbol y su gusto por las buenas tertulias con los amigos. 

 Tan ocupado estaba que no tuvo tiempo ni para salir al centro y comprarse un celular. Por eso era tan difícil hablar con él. Para oírlo había que verlo. 

Y para verlo había que encontrarlo. Y para encontrarlo había que hacerle un seguimiento decidido y cuidadoso detrás de él en cada una de las escuelas donde pasaba las mejores horas de su vida, por las canchas de piedra y polvo en donde entrenaba a sus discípulos o en donde dirigía sus ardorosos encuentros futbolísticos. 

 Pero él podía estar en tantos lugares que no era tan fácil encontrarlo: a veces visitaba a sus amigos y en ocasiones iba a la casa de sus estudiantes para saber por qué no habían ido a sus últimas clases o entrenamientos. 

 La vida del profe Federico fue un sendero recto que conducía desde el manantial de los sueños hasta el propósito supremo de convertir a los niños y jóvenes en mejores personas de lo que eran, mediante el diálogo constante, la enseñanza oportuna, la disciplina estricta y la alegría permanente. 

 Hace un año el profe Federico cerró sus ojos para siempre, su corazón dejó de latir y su nombre pasó a ser no solo un recuerdo imborrable, sino una leyenda difícil de olvidar y difícil de escribir. Lo mejor de su vida quedará escrito en el corazón de quienes lo conocimos; en la libreta de apuntes de quienes recibieron sus orientaciones y en la sonrisa de quienes lo recordarán siempre con aprecio y con gratitud. 

 El profe Federico Barrios será recordado como el cartagenero de corazón maicaero que un día vino a trabajar en lo que le gustaba y se quedó en una ciudad de la que se enamoró perdidamente y para siempre. Dios bendiga a la familia del profe Federico. Felicitaciones por llevar su sangre y su apellido. Y felicitaciones también por hacer parte del árbol genealógico de alguien que inventó una forma de enseñar a la que bien pudiéramos llamar "Pedagogía de la pasión”.
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martes, 18 de noviembre de 2014

Palabras sentidas: homenaje al profesor Federico Barrios



Escrito por Alejandro Rutto Martínez 

Hace unos días nos tomó por sorpresa la repentina partida del profesor Faderico Barrios Del Río, un educador que, como los de su generación, dedicó sus mañanas, sus tardes y sus noches durante más de cuarenta años a formar y forjar las nuevas generaciones de maicaeros y maicaeras en varias instituciones, pero sobre todo en La Inmaculada y en la Escuela San Martín.

Federico Barrios combinó su espíritu amable, su apostolado en la educación y su amor al deporte para ganarse la simpatía de miles de estudiantes y padres de familia y de decenas de compañeros de profesión quienes lo apreciaban como miembro de sus respectivas familias.

Nació en Cartagena, la ciudad de los casi quinientos años de historia y allí vivió su infancia, entre el cariño de sus mayores, el apego a los estudios y la ilusión de cultivar en el presente lo que disfrutaría en el futuro. Por una feliz coincidencia fue alumno del profesor Sixto Amador, quien le enseñaría como hacerse amigo de los números, de las operaciones básicas y lo ayudó a transitar por primera vez por el enmarañado camino de las matemáticas, ciencia con la que luego se familiarizaría para hacerla su amiga e invitarla a hacer parte de su proyecto de vida.

Quiso Dios que unos años más tarde maestro y alumno se encontraran de nuevo en La Guajira y juntos vivieran de nuevo la aventura feliz del conocimiento y los acogería como sus ciudadanos adoptivos para que hicieran lo que mejor sabían hacer y esto era servirle a los demás mediante la eficaz utilización del viejo tablero verde, la inmaculada tiza blanca y la extensión creciente de sus múltiples conocimientos.

Federico Barrios, en un cálido día de la aurora de su existencia tomó una de sus decisiones trascendentales y fue la de cambiar el suelo cartageneras, humedecido por las vibrantes olas del Mar Caribe y cercado por murallas cuatro veces centenarias, para trasladarse a Maicao. Con esta escogencia se matriculó para siempre en el apostolado fecundo de la educación y se dedicó a propagar entre los habitantes de la frontera el evangelio ilimitado del conocimiento y los saberes.

De esta manera cambió la tranquilidad de la tierra propia por la incertidumbre de un pequeño pueblo adoptivo en el que se dedicaría a pegar los ladrillos del edificio de nuestra identidad. El profesor Federico cambió las murallas indestructibles por el barro invulnerable de los caminos guajiros; cambió los tambores lejanos y lastimeros que se escuchaban dese el legendario palenque, por el sonido armonioso y alegre de los acordeones guajiros; cambió las canchas bien cuidadas de su ciudad natal por los potreros de piedra y polvo en donde él y sus jugadores coleccionarían trofeos en los torneos municipales; cambiaría a los amigos de sus años iniciales por amigos, como Sol Martínez, de toda la vida, quienes a la larga serían para él una nueva familia.

En lo que sí no cambió nunca fue en el apego a los suyos y en la responsabilidad con sus hermanos y sus sobrinos, quienes siempre tuvieron en él a alguien que se esforzaría por brindarle lo mejor de su existencia con el fin de conducirlos al puerto seguro de la felicidad.

Con el profesor Federico Barrios aprendimos que la vida es como un viaje en barco en el que nos enfrentamos a los caprichosos movimientos del mar y a fuertes tormentas pero gracias a los amigos seguimos adelante. La gran personalidad de Federico Barrios, su condición de deportista, apasionado, de entrenador aplicado a la victoria y de educador de varias generaciones lo convirtió en  un gran experto en el arte de ganar amigos. 






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