Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Se cumple hoy un año desde cuando partió a la eternidad el profesor Federico Barrios, toda una institución para el sector educativo y el deporte en Maicao. Cartagenero de nacimiento se vino desde su juventud hacia nuestra tierra y aquí laboró duramente en la formación de nuevas generaciones con las que compartió en el aula, en la calle y en las canchas de los barrios más humildes.
Lo recordaremos siempre defendiendo sus posiciones con firmeza y entusiasmo, con sus libros debajo del brazo y con la vieja tiza blanca entre sus dedos. Lo recordaremos refiriéndose a sus hermanos y sobrinos con un respeto y veneración que lo ubican como uno de los mejores hermanos y uno de los mejores tíos del mundo.
Yo tuve el privilegio de conocerlo y de tratar con él, y puedo certificar que era un hombre de bien, entregado de lleno a todo lo que hacía. Y estaba tan entregado que tuvo poco tiempo para algo distinto a lo que más le gustaba: su oficio de maestro; su vocación de director técnico de fútbol y su gusto por las buenas tertulias con los amigos.
Tan ocupado estaba que no tuvo tiempo ni para salir al centro y comprarse un celular. Por eso era tan difícil hablar con él. Para oírlo había que verlo.
Y para verlo había que encontrarlo. Y para encontrarlo había que hacerle un seguimiento decidido y cuidadoso detrás de él en cada una de las escuelas donde pasaba las mejores horas de su vida, por las canchas de piedra y polvo en donde entrenaba a sus discípulos o en donde dirigía sus ardorosos encuentros futbolísticos.
Pero él podía estar en tantos lugares que no era tan fácil encontrarlo: a veces visitaba a sus amigos y en ocasiones iba a la casa de sus estudiantes para saber por qué no habían ido a sus últimas clases o entrenamientos.
La vida del profe Federico fue un sendero recto que conducía desde el manantial de los sueños hasta el propósito supremo de convertir a los niños y jóvenes en mejores personas de lo que eran, mediante el diálogo constante, la enseñanza oportuna, la disciplina estricta y la alegría permanente.
Hace un año el profe Federico cerró sus ojos para siempre, su corazón dejó de latir y su nombre pasó a ser no solo un recuerdo imborrable, sino una leyenda difícil de olvidar y difícil de escribir. Lo mejor de su vida quedará escrito en el corazón de quienes lo conocimos; en la libreta de apuntes de quienes recibieron sus orientaciones y en la sonrisa de quienes lo recordarán siempre con aprecio y con gratitud.
El profe Federico Barrios será recordado como el cartagenero de corazón maicaero que un día vino a trabajar en lo que le gustaba y se quedó en una ciudad de la que se enamoró perdidamente y para siempre.
Dios bendiga a la familia del profe Federico. Felicitaciones por llevar su sangre y su apellido. Y felicitaciones también por hacer parte del árbol genealógico de alguien que inventó una forma de enseñar a la que bien pudiéramos llamar "Pedagogía de la pasión”.
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