Según el canal de Youtube End
Times Prophecies, conocido
por sus frecuentes vaticinios fallidos, el pasado 29 de julio debería haberse
presentado el más temible suceso de todos los tiempos: el fin del mundo. Pero esto no ocurrió, como tampoco se acabó
el mundo el 20 de diciembre del 2012 como debería haber sido, según una presunta
profecía de los mayas, y como tampoco ocurrió el 22 de octubre de 1844 como lo
había predicho el movimiento de los Milleristas en Estados Unidos, equivocación
que es conocida como el Gran Chasco.
Menos mal
no se acabó el mundo el 29 de julio. Menos mal, digo, porque seguimos
sonrientes y orondos en este vividero en el que la especie humana se mueve como
pez en el agua a pesar de las terribles inequidades, de las brechas cada vez
más grandes entre los ricos y pobres; y muy a pesar de todas las tonterías que
nos toca ver a diario en la televisión y en las redes sociales.
A pesar de
todo, qué bueno que el mundo no se haya acabado. Si esto hubiera ocurrido, no
pudiéramos soportar los informes especiales de los medios de comunicación y las
declaraciones oficiales sobre responsables de la catástrofe y de las medidas,
“serias y rigurosas”, que se tomarían para evitar un suceso similar en el futuro.
¿Se
imagina usted el noticiero de la televisión en la emisión del día después? “Tenemos las imágenes exclusivas del fin del
mundo” o éste otro: “Espere informes
especiales de nuestros periodistas en todos los rincones del mundo. En la sección deportiva sabríamos que a pesar
de los terribles sucesos la Dimayor no aplazaría la fecha del fútbol
profesional sino que programaría los partidos a las 12 del día. La niña de
farándula, con una sonrisa apropiada para mejores ocasiones nos diría: “esperen
en esta emisión cómo vivieron los famosos el fin del mundo”.
En el
Instagram de un actor de cine veríamos su selfi con la explosión del sol detrás
de él y en la cuenta de twitter de un cantante medio loco lo veríamos con la
melena chamuscada.
Cierto
presidente latinoamericano atribuiría los sucesos a la CIA como un acto
premeditado para desestabilizar la revolución de su país. En Colombia, algunos
sectores le atribuirían los hechos a las FARC y aprovecharían para expresarse
sobre la inconveniencia de los diálogos de La Habana. Los hechos serían propicios para pedir a los electores que voten por el NO en el plebiscito.
En Europa
atribuirían la hecatombe al Estado Islámico y éstos, en un acto de supuesta
honradez, admitirían que son los causantes de la tragedia, pero el Gobierno
norcoreano los desmentiría al decir que uno de sus poderosos misiles fue el
verdadero detonante del apocalipsis.
Desde sus
cuarteles de invierno en Estados Unidos el ex presidente George W. Bush
llamaría al ex primer ministro británico Tony Blair y le propondría una
declaración conjunta en que le pedirían a la comunidad internacional invadir a
todos los países árabes en que haya sospecha de que se refugian los militantes
del Estado Islámico. El político británico declina la invitación con el
argumento de que no es necesaria pues Donald Trump se encargará de escribirla y
de ejecutarla, si llega a la presidencia.
En una de
la capitales sudamericanas se reúne de urgencia la Conmebol para acelerar los
preparativos de la Copa América “End of the World”, con participación de países
europeos y asiáticos para que las ganancias sean más jugosas.
Le empresa
de energía eléctrica hablaría una vez más de su gran vocación de servicio y
solidez como organización. Sin embargo, debido a los inconvenientes causados
por el fin del mundo, como la caída de algunas líneas de conducción, se veía
abocada a implementar un riguroso plan de racionamientos que comenzarían de
inmediato.
Los
corresponsales de todos los lugares presentarán prolijos informes acerca del
fin del mundo y los medios de comunicación escritos publicarán ediciones
especiales. En internet se vuelve tendencia la etiqueta #findelmundo y todas
las páginas presentarán sus informes seguidas de la leyenda “Noticia en
desarrollo”
El informe
más corto de todos en todo el mundo estará a cargo del corresponsal en la Alta
Guajira. Después de buscar inútilmente los efectos destructivos del cataclismo
se encontrarán con un guajiro sincero y directo, muy parecido a Enrique Herrera Barros, quien
con su acostumbrado desparpajo le dará las únicas declaraciones que pudo
conseguir: “Dígale al mundo que aquí no pasó nada, que en La Guajira ya el
mundo se había acabao (sic) el 12 de octubre de 1.492 y desde entonces no han
hecho sino rematala (sic)”