Por: Pedro Delgado Moscarella (Profesor de religión, Colegio Colombo Árabe)
Los últimos acontecimientos ocurridos en Colombia frente a la liberación de los quince secuestrados en poder de las FARC por parte del gobierno colombiano han puesto en evidencia la crueldad y barbarie desarrollada por esta organización conformada en 1964 con el argumento de derrotar la injusticia de Estado. De hecho han perdido vigencia con sus acciones a medida que la dinámica social avanza frente a escenarios totalmente reformados y cambiantes sin que por parte de las FARC existan propuestas que permitan modificar los métodos de proselitismo y lucha popular. Que la acción popular armada fue una realidad en la historia de pueblos, es una verdad incuestionable, lo repudiable son los métodos utilizados en este tipo de conflictos.
La vigencia de la guerrilla tuvo su alborada debido a que se relacionó como un medio de ofensiva contra un poder imperante jugando un papel importante en las luchas de independencia Latinoamericanas en México, Nicaragua y Cuba entre otros, la acción misma existe desde la antigüedad donde también tuvo su escenario por citar algunos ejemplos la conquista judía a Canaán según relatos bíblicos con ataques sorpresivos, el general y estadista cartaginés Aníbal al cruzar los alpes perdió a varios de sus guerreros a manos de tribus salasias, aunque el concepto moderno de guerrilla se origina en España frente a las luchas contra las tropas invasoras de Napoleón cuando este la consideró una pieza esencial para el dominio del Mediterráneo pero más aún presionado por los pañeros franceses que pretendían que los productores españoles de lana merina y los agricultores de algodón les suministrasen estos insumos.
De todo este contexto lo que llama realmente la atención es la mirada de simpatía y apoyo de un sector “culto” e influyente en el mundo, para con las FARC. Ha quedado ampliamente demostrada la violación del derecho internacional humanitario en cada una de sus acciones, contraviniendo protocolos elementales en el combate, que si bien no se enmarcan en las convenciones de Ginebra porque simplemente este grupo no posee estatus de beligerancia, el carácter axiológico como dimensión humana regula cualquier comportamiento que se materializa en el respeto por el adversario evitando, limitando el sufrimiento de los actores del conflicto, siendo el secuestro de civiles, la ejecución de personas en estado de indefensión, el sometimiento a las humillaciones de los retenidos por parte de los integrantes de este grupo, la descripción más romántica del drama al que son sometidos los directa e indirectamente involucrados en esta tragedia humana.
La justificación moral del conflicto aparece dentro de las argumentaciones de Tomás de Aquino en Summa Theologiae presentado como “guerra justa”, por otro lado Ibn Khaldun evidenciaría las causas materiales de la guerra. Locke hablaría sobre el derecho a la rebelión y Marx lo enmarca dentro de la lucha de clases. La incompatibilidad de caracteres e intereses de quienes interactúan hacen posible su aparición y a partir de estas discrepancias surgen los desacuerdos, hostilidades, diferencias desde lo más simple a lo complejo. La “funcionalidad” del mismo le hace ver como una relación social de fuerzas positivas en tanto se puedan controlar sus potencialidades excluyentes y destructivas.
El conflicto aparecía como una conducta anormal dentro de la sociedad; la sociedad perfecta era vista como una sociedad sin conflictos, armonía y acuerdos entre sus actores, la felicidad concebida dentro de un marco de pobreza e impotencia de la imaginación, lo que Estanislao Zuleta en su ensayo “Elogio de la dificultad” plantea: “Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte.
Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas desafortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes”. No se concibía el desacuerdo como posibilitador de planteamientos racionales y construcciones trascendentales, la legislación para solucionar conflictos venía dada por factores puramente radicales. Uno para devastar, eliminar y destruir al otro.
A este respecto la humanidad tiene mucho que aprender del Islam en cuanto al tema del conflicto. Cuando surge el Islam hace 1400 años como propuesta liberadora en una sociedad tribal donde la estratificación social estaba polarizada, amos y esclavos; donde las posibilidades de ascenso social estaba mediada por el linaje de la tribu y el derecho consuetudinario con su fuerza vinculante y el concepto de dignidad, exigía al momento de solucionar una divergencia se hiciese por la fuerza de las armas.
La aplicación de la ley era responsabilidad privada de quien había sufrido una ofensa. El ejemplo de tolerancia ejercida por Muhammad y sus seguidores operarían como una fuerza autónoma regida por la revelación Divina rompiendo con las tradiciones tribales de un período denominado por historiadores como de “ignorancia”. A partir del mensaje del Islam se escinde la historia de estos vastos territorios en antes y después del Islam.
Los acontecimientos sucedidos en la prédica del Mensaje, generaron rechazo por parte de una élite que financió campañas de agresiones, ataque y asesinatos a los seguidores del Islam. Muchos musulmanes fueron martirizados bajo el mando de caudillos Kuraichies (pertenecientes a la tribu kuraich) que vertieron su odio sobre indefensos musulmanes. Según el Islam, la humanidad ha sido honrada, ha sido creada por Dios en la mejor forma y naturaleza. Ya que aquel que da la vida y la muerte es Dios.
La respuesta de los musulmanes frente a este fenómeno estaría mediada por una legislación Divina, un programa completo que regiría todos los designios de la humanidad. Esta constitución reglamentó entre otros la guerra. Mientras que otras formas de vida proporcionan instrucciones de tipo moral dejando los detalles de tipo práctico a la discreción de cada comunidad, el Islam especifica los objetivos concretos para que los musulmanes se guíen por ellos, así como las reglas para lograrlos.
Un versículo del sagrado Corán establece “Quien matase a alguien sin una justa causa, es como si hubiese matado a la humanidad entera” en otro versículo indica: “Y no os matéis ( o destruyáis ) a vosotros mismos, pues Dios ha sido siempre compasivo con vosotros”. De tal manera que la prohibición de hacer daño a alguien o a uno mismo es radicalmente rechazado en el Islam. Por referir uno de tantos ejemplos de la vida de Muhammad, en la primera batalla librada por los musulmanes en defensa de su territorio, la batalla de Bader y después de haber agotado los esfuerzos para evitar la confrontación, con un ejército menos numeroso de trescientos musulmanes contra mil combatientes expertos en el arte de la guerra reclutados por los líderes de La Meca, los musulmanes triunfan resultando numerosos heridos y prisioneros.
El dictamen del profeta fue: Auxiliar a los heridos así fueran del bando contrario, asistir a los prisioneros y darles buen trato. Como condición para recobrar la libertad estaba la de enseñar a leer y escribir a diez musulmanes iletrados. El rescate de cada prisionero lo asumiría con una labor humanitaria, enseñar a leer y escribir a quien no sabe. Después de este dictamen muchos de estos hombres se negaron a regresar a las filas enemigas; en una época donde la insensibilidad contra el adversario era un valor de guerra, el conflicto se humanizaba.
El secuestro de civiles como estrategia dentro de una confrontación armada así como la toma de rehenes tiene un punto de vista preciso en la legislación coránica. Como regla general quienes no estén inmersos en el conflicto deben estar al margen de cualquier acción bélica, tales como minas anti-personas, masacres selectivas a la población civil entre otras barbaries. El Sagrado Corán dice: “Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros (aquellos que tomen parte activa en la acción armada), pero no os excedáis. Dios no ama a los que se exceden”
La premisa “quienes combatan contra vosotros” tiene una importancia crucial en la interpretación del versículo ya que deduce “los que tienen categoría de combatientes”. De igual manera la cláusula “pero no os excedáis” estipula y legisla una condición ética en el combate. Excederse, según los dichos del Profeta se definen de dos maneras: Matar a los no combatientes y tratar de forma degradante e indecente a los vencidos.
En la Historia de la humanidad no existen antecedentes de tal magnitud frente a lo plantado sobre este tema por la Legislación islámica. Las reglas del conflicto armado se han transformado a lo largo de la historia de igual manera la descripción de quiénes son los combatientes, sin embargo el propósito del derecho islámico es regular no solo la relación del hombre con sus semejantes, sino también su relación con el Creador manteniendo la protección de la vida y la dignidad humana aún en las diferencias religiosas, ideológicas u origen.