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lunes, 5 de diciembre de 2022

Collage de libros de autores guajiros

domingo, 16 de octubre de 2022

Crónica del primer encuentro de escritores en la Tierra Amable (primera parte)


Un día de 1962, en el fervor de la  campaña presidencial que llevaría el país a escoger el segundo de cuatro mandatarios del Frente Nacional, uno de los más fuertes aspirantes, Guillermo León Valencia programó una gira por el departamento de La Guajira en compañía de la cúpula del partido conservador, algunos dirigentes liberales y la   señora Berta Hernández de Ospina, una de las mujeres más poderosas de la época. Valencia y los suyos hicieron varias reuniones y, al llegar la noche se hospedaron en la casa de la familia Hernández  Parodi.

Casa de los Hernández Parodi

Todo iba bien, según  cuenta Arcesio Romero, mi  generoso guía a través de las calles llenas de historia de este macondiano pueblo del centro de La Guajira, pero nadie contaba con el odio y la astucia de la oposición, uno de cuyos representantes tenía diseñado un muy bien calculado plan para arruinarle la noche al político y a sus anfitriones.

Ahí estamos Arcesio y yo frente a la antigua casa de  color mostaza rodeada de una hierba que nadie ha cortado en los últimos seis meses, casi en plan de despedida después de acudir al primer Encuentro de Escritores en el marco de la versión cincuenta y uno del Festival Nacional del Carbón.

Las notas de prensa de los días previos manifestaban que todos los caminos conducían a Barrancas en alusión al Festival que se inició hace más de medio siglo. Para los escritores era una bonita oportunidad de reencontrarnos después de más de un lustro sin que nos reuniéramos  como lo hacíamos cuando existía la hermosa fiesta de las letras en el municipio de El Molino.

Abel Medina, uno de los encargados de la organización, me había invitado con dos semanas de anticipación y en las últimas horas me hizo varias llamadas para pedirme que no fuera a faltar.  

-“Ponte de acuerdo con Julio Manuel Larios que él también viene desde Maicao”

Acaté la sugerencia y me puse en contacto con Julio Larios, pero el duende del correo electrónico había mandado su invitación directamente a la bandeja de documentos no deseados y el hombre no se encontraba lleno de ánimos para emprender un viaje de última hora.

Fue necesaria una llamada de varios minutos para convencerlo, de manera que nos citamos para encontrarnos en el centro y hacer juntos el viaje que nos llevaría de nuevo a un momento de aventuras literarias, tal como la hacíamos antes para asistir a El Molino (insisto en lamentar que el evento no se haya vuelto a hacer).

Abel nos esperaba en Barrancas a las nueve de la mañana de ese 14 de octubre y, fiel a su costumbre, nos brindaría las mejores atenciones. También nos esperaba Arcesio  Romero, autor de Disrupciones un libro que se ha robado el corazón de los lectores del continente aunque todavía no es muy conocido en La Guajira y mucho menos en Barrancas, en donde están ambientados varios de los quince relatos de su contenido. 

Sería un viaje maravilloso, según mis suposiciones, pero las cosas no serían tan fáciles. Más adelante les cuento al respecto

Leer la segunda parte de esta emocionante crónica

sábado, 21 de julio de 2018

"Echar un polvo"

En cada país, existe un prolijo repertorio de eufemismos y disfemismos para dar cuenta de la sexualidad.


escrito por: Abel medina sierra
Si un fenómeno semántico demuestra el poder que desencadenan las palabras son los tabúes lingüísticos y dentro de estos, los eufemismos. Existen palabras que se tornan “impronunciables” por la carga negativa, religiosa o supersticiosa que implican. También hay otras, que se evita pronunciarlas directamente por considerarlas obscenas, pecaminosas, desagradables, muy explícitas o de poco prestigio social en determinada comunidad lingüística. Este tipo de palabras entran en la categoría de tabúes morales.
Agradezco a mi amigo Pedro Rosado la inquietud por rastrear el origen de la expresión “echar un polvo” para referirse al acto sexual o coito, como es el nombre técnico y acepción de mayor prestigio según la Real Academia de la Lengua Española. Tan intrincada búsqueda me llevó a descubrir muchas sorpresas y no menos rubores.
Para iniciar, la expresión “echar un polvo”  que Diomedes Díaz tanto alude en la canción "El polvo", viene de la aristocracia  de comienzos del siglo pasado en España. Para entonces, era común que los caballeros portaran un recipiente de plata con rapé, una forma de tabaco pulverizado y aromatizado que se inhalaba. Era un acto de cortesía invitar a los amigos a “echar un polvo”, lo que solían hacer fuera de salones o en las alcobas de arriba para no molestar a las damas. Lo cierto es que esas escapadas a “echar un polvo”, también se prestaban para algunas “aventurillas” de alcoba con alguna dama, así que la excusa de “echar un polvo” comenzó, desde entonces, a asociarse con el coito.
La historia de la lengua castellana nos ofrece muchos casos en que expresiones “inocentes” terminaron aludiendo el acto, posturas u órganos sexuales. No olvidemos que existe un fenómeno semántico llamado envilecimiento según el cual, una palabra adquiere connotaciones negativas. Como las obscenidades no son socialmente aceptables, se buscan otras palabras que no hieran los oídos de las personas “decentes”, entre éstas los eufemismos que cumplen con la función retórica de “poner dulce” a agrias palabras: decir «miembro» en lugar de «pene» o «acostarse» en lugar de tener coito. También existen los disfemismos que resaltan los aspectos más grotescos o humorísticos de la palabra tabú, como cuando decimos “estoy con el semáforo” en lugar de decir “me ha llegado el periodo menstrual”.
En cada país, existe un prolijo repertorio de eufemismos y disfemismos para dar cuenta de la sexualidad. Un portal en Internet, ofrece la friolera de 235 voces o expresiones para referirse al coito que se usan en distintos países de habla hispana. Los hay desde las ya aceptadas por la Academia como “follar” que, originalmente fue soplar fuelle, luego pasó a soltar ventosidades hasta llegar a coito. Palabras inocentes como “coger”, “tirar”, “revolcarse”, “montar” o “joder”, que terminaron siendo secuestradas y puestas al servicio de la jerga sexual. También en estos países se han creado ingeniosas metáforas o imágenes populares para el coito: mojar el bizcocho, soplar la caña, meter el preso a la cárcel, abrir la almeja, bañar a nutria, limar el candado, regar la lechuga, hablar con el diputado, entre muchas. Se suman los verbos productos de la creación léxica como fifar, garchar, empomar, trincar, pirovar, toletear. Cerramos esta corta lista con expresiones onomatopéyicas que imitan las sonoridades del acto sexual: chiquichiqui, chas chas, tracatraca, ñikiniki, mete mete, trastras.
El origen de tanto eufemismo no solo surge de tantos prejuicios sociales y tabúes sobre el tema del sexo, en especial si se habla delante de menores de edad. Existen teorías que explican, que durante el acto sexual evitamos las formalidades (“vamos a tener coito”, por ejemplo), ya que las pulsiones sacan palabrotas espontáneas desde las zonas más primitivas, las que gestionan las emociones y el instinto. En el acto sexual, la formalidad verbal se convierte en cursilería y allí la metáfora emerge como redentora, pero a veces cargada de obscenidad. De igual manera, algunos estudios han descubierto que esas palabras tan directas se graban más en la memoria que otras que no son sexuales ni emocionales, y provocan un efecto físico excitante no solo en quien las oye, sino en quien las dice.
Tales eufemismos también dependen del ámbito en el que se dé la interacción. Un zoólogo, naturista o antropólogo llamaría al acto sexual entre todo animal como “apareamiento”, la ciencia y academia llama “cópula” o “coito” ese acto ente humanos, pero el ciudadano de a pie diría “acostarse” mientras en el lenguaje jurídico se llamaría «relaciones íntimas». No falta quien en su jerga hable de “joder”, “follar”, “tirarse a alguien”, “coger” o “culear”.
En resumen, aunque hoy somos más tolerantes frente a la expresión directa de realidades íntimas como el sexo, los mecanismos semánticos siguen siendo la vía de escape para nombrar lo innombrable y nuevas metáforas y eufemismos nos esperan para remplazar la escamosa y soslayada palabreja “coito”.

viernes, 20 de octubre de 2017

Los peores partidos

Escrito por: Abel Medina Sierra

Días seguidos al frustrante encuentro futbolero entre las selecciones de Colombia y Paraguay que nos sumió en el pesimismo y con calculadora en mano, uno de los memes reactivos que más me llamó la atención decía: “Centro Democrático, Cambio Radical y Colombia- Paraguay, los peores partidos de Colombia”. Curiosa e ingeniosa manera de asociar la realidad deportiva con la política, pero que también entraña un imaginario que cada día crece en el país: la mala imagen de los partidos.

Que se asocie Cambio Radical con el partido del Álvaro Uribe, lejos de representar escalamiento, lo que deja entrever es la pérdida de imagen, la falta de debate interno y la incoherencia ideológica del partido que crearon algunos senadores para aprovechar la crisis que vivían los hegemónicos partidos liberal y conservador. 

El remezón que se vivió; apadrinado por Uribe, para crear nuevos partidos como Cambio Radical, la U, Alas-equipo Colombia y Opción Ciudadana, ya se vino al piso; tanto, que el líder y pre-candidato presidencial de Cambio Radical, Germán Vargas, prefirió recoger firmas que presentarse como candidato de tan desprestigiado partido. En La Guajira, Cambio Radical nunca ha asumido la responsabilidad política por el estigma de corrupción que le dejó a la clase dirigente guajira.

Cambio Radical fue el partido que avaló los nombres de Kiko Gómez, Oneida Pinto, Fabio Velásquez, acompañó al recién encarcelado Chemita Ballesteros sin mencionar otros mandatarios, que hoy están con prisión domiciliaria, o vinculados a procesos penales y disciplinarios. Quien fungía como líder regional de esa colectividad, Miguel Pinedo Vidal, aún no se desprende de la carga por haber pagado cárcel en el sonado caso de la parapolítica. En lo que queda de este disminuido partido, no vemos líderes capaces de limpiar su nombre y desvirtuar la imagen como uno de los partidos más asociados con la corrupción en La Guajira.

A nivel nacional, a medida que se ha ido destapando la candidatura presidencial de Germán Vargas Lleras, se nos revela la verdadera sustancia de la que está hecha este partido, y no es propiamente material sano sino purulento. Lo primero que hizo fue deslindarse del santismo al que debe que Colombia lo conozca inaugurando casas. Por esto, en la Unidad Nacional no lo bajan de traidor y dicen que hizo campaña con chequera de Santos y ahora se alindera en la oposición. Por otro lado, descubre su real talante de ultraderechista del que yo, personalmente, nunca dudé. Vargas Lleras se camufló de liberal o de centro democracia, así como antes Samuel Moreno lo hizo de izquierdista y Santos de ultraderechista.
Ahora, con fines electorales, sí se va a mostrar tan derechista como Ordóñez, Uribe y como lo fue Álvaro Gómez Hurtado- pero sin llegarle al tobillo a la inteligencia de éste último. Se nos viene un Vargas Lleras antes liberal, que recogerá las banderas de los que estuvieron a favor del NO del plebiscito: los intolerantes enemigos de la ideología de género, los que rechazan el aborto, los que prefieren que sigamos echándonos balas con las Farc, los fundamentalistas cristianos, RCN y los ultraconservadores. 
El país político se pregunta, dónde estaba la lengua de los miembros de Cambio Radical que por casi siete años callaron ante la propuesta santista de llevar un proceso de paz, ahora resultan oponiéndose a lo que apoyaron y aprobaron durante todos estos años: lo que antes era “santo” ahora es “satánico”. Por qué no tuvieron el gesto sincero de renunciar a sus cargos y prebendas para oponerse a lo que hoy critican. La respuesta no puede ser otra: es un partido lentejo, sin criterio y que cambia su bandera según le convenga.

Cuando todos pensaban que al fin íbamos a tener unas elecciones presidenciales en las que la posición de guerra o diálogo sobre las Farc no inclinaban la votación, Cambio Radical lanza su campaña con un comercial en el que, usando la imagen de un juego de billar, manda el mensaje que se debe votar por ellos porque sacarán del camino a este movimiento que ya no es un grupo insurgente sino una inofensiva minoría política. Lo anterior solo demuestra la falta de propuestas de fondo para seguir dividiendo al país entre quienes odian y quienes perdonan a las Farc.

No sabemos en qué quedará esta y otras campañas cuando la corte constitucional blindó los acuerdos y cualquier campaña que prometa modificarlos estará mintiendo al pueblo, aunque de Vargas Lleras hasta esto se espera.

Se nos viene una campaña que en su primera vuelta, la bandera de la postverdad, la ultraderecha conservadora, el mesianismo y la paranoia colectiva que si no votan por ellos al país se lo van tomar las guerrillas, se la van a disputar a rebatiña varios candidatos como los cinco del Centro Democrático, Ordóñez, Martha Lucía Ramírez a los que se suma, el recién y oportunistamente llegado Germán Vargas.

Sacan las cuentas que los votos del NO al plebiscito se van derechito para donde ellos, explotando el odio que el país tiene a las Farc, la resistencia al cambio y la búsqueda de una supuesta “autoridad” en la figura presidencial. Lo único que falta a Cambio Radical para llegar al último peldaño de la vergüenza y la incoherencia, es unirse a Centro Democrático y esto es cuestión de días. Allí se olvidarán que los tildaron de “Castro- chavista” y que el primer punto de quiebre entre Uribe y Santos fue por darle poder a Vargas Lleras. Al fin y al cabo, lo único que les interesa es llegar al Palacio de Nariño así tengan que aliarse con el mismo Diablo.


En un país donde la gente se deja “enculebrar”, donde los odios por la guerrilla y la diversidad son insepultos, en tiempos de post-verdad cuando se repite una mentira y la gente la cree y sale a votar por esta, nadie quita que se nos venga el reino de los peores partidos. Que a la Selección y a Colombia le vengan mejores partidos.

jueves, 12 de octubre de 2017

La metáfora de la guerra en la narración del fútbol

 "Llegan a matar y matarse por su equipo en el entendido que hay que dar la vida por lo que se quiere en la guerra del fútbol"

POR: ABEL MEDINA SIERRA - 2017 / 09 / 28
Ninguna actividad lúdica se ha vuelto más importante el mundo contemporáneo que el fútbol. Tan importante que para millones de personas,  ya dejó de ser un juego para convertirse en un oficio, una pasión, un negocio y hasta en una guerra. Hay quienes se han enamorado del balompié por lo poético de jugadas de Rey Pelé, Maradona, Messi, Neymar o Ronaldinho; los malabarismos acrobáticos de Cabañas o Hugo Sánchez. Pero también, quienes se sienten atraído por la épica y  hostigante enjundia y agresividad de jugadores como Dunga, “El Patrón” Bermúdez, Mascherano, Gentile o Pepe que más parecen gladiadores.
La pasión por el futbol ha inflado la camisa no solo de jugadores sino que los hinchas también se sienten alentados por una pasión que les consume su tiempo, su dinero, sus afectos y hasta sus odios. Llegan a matar y matarse por su equipo en el entendido que hay que dar la vida por lo que se quiere en la guerra del fútbol. Pero no solo ocurre con  los fanáticos, también pasa con los narradores deportivos, unos tan parcializados hacia el equipo local.
Ellos han “domesticado” de alguna manera la violencia del fútbol dentro y fuera de las canchas al verbalizarla. Para ellos,  metafóricamente un partido se asocia, como dice el comunicador social William Zambrano quien hizo su tesis sobre este tema:   “al  concepto de combate/guerra, en donde hay algo que ganar y que perder, por eso es frecuente en el discurso deportivo oír expresiones como “el enfrentamiento (para hablar del partido), los defensas, el atacante, el árbitro, los contrincantes, el duelo, el cañonazo, el tiro, sólo por nombrar algunos”.
Como lo expresa en su obra, se usan por parte de estos narrados “metáforas de guerra” para referirse  a un partido de fútbol  y así con este lenguaje bélico “La violencia, pasó de física a simbólica gracias a la introducción de reglas” (2001.p, 11)
No solo sucede con el futbol pero si es muy evidente que nuestros narradores deportivos más parecieran estar narrando una guerra que  un juego,  acuden a un lenguaje bélico que aunque son metáforas, lejos de “embellecer”  el relato lo que generan es una verdadera “balacera lingüística”.
Ya Eduardo Galeano en su obra El fútbol a sol y sombra (1995) había puesto la lupa sobre este tema al escribir: “en el fútbol, ritual sublimación de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, la ciudad o la nación. Estos guerreros sin armas ni corazas exorcizan los demonios de la multitud, y le confirman la fe: en cada enfrentamiento entre dos equipos, entran en combate viejos odios y amores heredados de padres a hijos. El estadio tiene torres y estandartes, como un castillo y un foso hondo y ancho alrededor del campo. Al medio, una raya blanca señala los territorios en disputa. En cada extremo, aguardan los arcos, que serán bombardeados a pelotazos. Ante los arcos, el área se llama zona de peligro”.
Pero no solo se traza del uso de ciertas metáforas en las que se crean imágenes que toman como elemento figurado las prácticas bélicas para comparar los hechos reales, es también esa otra forma de metáfora que son los apodos con los que se suele dimensionar ( o sobre dimensionar, a veces) las cualidades  “ofensivas” o “defensivas” de un jugador.  A continuación, presento un texto de ficción de mi autoría, en el cual uso referentes del futbol  colombiano y latinoamericano  en varias décadas para recrear y al mismo tiempo ilustrar, cómo la metáfora de la guerra impera con su carga bélica, el discurso de nuestros narradores de futbol:
“El choque tenía el marco propicio, noche afilada y tribunas repletas. Los “Aguerridos” saltaron  al campo entre el estruendo del público y la pirotecnia del cielo, entre el rugir desde las abigarradas gradas  desde  donde  los Comandos Azules, la Furia Verde,  la Amenaza Roja o la Barra Brava juntaban sus voces, su grito jamás derrotado, su puño amenazante y sus ganas de triunfo. No había pasado este bramido del estadio cuando “Los Centauros”, entre gritos y rugidos de su capitán, “El Patrón” Bermúdez  salía raudo al ruedo. Nuevo estruendo en la tribuna, nuevas bengalas en el cielo, la promesa de la disputa durante noventa palpitantes minutos. Criollos y extranjeros, los de aquí y los de allá en una batalla por el gol en la que J.J Toro, el más severo de nuestros jueces dirimiría con firmeza.
El pitazo inicial encendió a las barras que desde entonces no conocieron la quietud, el balón rodó inicialmente con sigilo, los equipos se medían las fuerzas, atisbaban las tácticas, daban calor a una furia contenida. El primer grito ahogado surgió cuando Los Aguerridos atacaron por la derecha, “El Panzer” Carvajal que empuja y mete ganas, disputa un balón al “Diablo” Echeverri y mete un pase a “La Turbina” Tréllez quien con su endemoniado regate deja a “Barrabás” Gómez, centra cruzado y “La Puya” Zuleta peina pero la pelota apenas soba el paral izquierdo del marco del “Gato” Fernández. Apenas corría el minuto cinco y la amenaza de un match muy ofensivo cobraba validez.
A los 15 se calientan las acciones cuando el veterano brasilero Roberto “Dinamita” despoja al “Torito” Arzuaga del esférico y toca para el “Matador” Salas quien quema de zurda y exige al arquero Rayo que envía al tiro de esquina. Un cabezazo del “Tanque” Ruíz que pasa rozando con furia el horizontal sería indicio de un equipo Centauros ofensivo y rápido. Los Aguerridos  del “Caimán” Sánchez tomaron sus precauciones, ajustaron las marcas, comenzó el “León” Leonel Álvarez y “La Pelusa” Pérez  a hacer presión sobre los costados, los defensas encimaron para marcar hombre a hombre, cada defensa respiraba sobre el hombro de su contrincante. El partido se hizo hostil, la marca era severa, las fricciones se hacía frecuentes, el árbitro tuvo que mostrar la amarilla al “Torito” Arzuaga de los Aguerridos y al “Animal” Cortéz de los Centauros por codazo mutuo.
 A los 22 un contragolpe de los Aguerridos deja al “Bombardero” Valenciano frente al arquero “Gato” Fernández, el riflazo del goleador quema las manos del arquero quien logra desviar y ahogar el grito de gol en la parcial Aguerrida. Ripostan los Centauros dos minutos más tarde cuando “El Diablo” Echeverri triangula con “El Matador” Sala y “El Tigre” Gareca quien saca un soberano zapatazo que buscaba el ángulo y que obligó a Rayo a poner alas a su cuerpo.
La emoción del gol llegó a los 34 cuando saca el “Gato” Fernández, “El Tigre” Gareca le gana al “Fósforo” López y cuando el “Tanque” Ruiz iba a liquidar es derribado en la línea de 16.50 por “El Mariscal” Mendoza. El tiro libre ya tenía dueño, “El Mortero” Aravena, el especialista que sacó a relucir sus dotes de francotirador. Un zurdazo imparable sacudió las telarañas del arco Aguerrido y encendió los ánimos de la tribuna. Uno a cero y los Aguerridos estaban heridos.
Concluyendo el primer tiempo Los Aguerridos le metieron corazón al partido  y en una avanzada ofensiva arreciaron sobre el arco enemigo. Un fusilazo del “Torito” Arzuaga, otro del “Bombardero”, un tiro a boca de jarro de la “Turbina” Tréllez, el “Pánzer” que desde la mitad empuja al equipo, un “Bolillo” Gómez enardecido desde la banca; un “Gato” Fernández inexpugnable y una férreadefensa  que se bate como gato boca arriba y el juez que señala la bomba central para decretar que el primer tiempo culmina.
Para la segunda etapa, “El Caimán” Sánchez dispone variantes: el peruano “Tanque” Larrosa entra por Salas, “El Toro” Tamayo lo hace por “El Tigre” Gareca mientras el uruguayo  “Policía” Alzamendi remplaza al “Tanque” Ruiz. El “Bolillo” Gómez también mueve sus fichas: “La Babilla” Díaz remplaza a Valenciano, “El Matador” Téllez lo hace por Tréllez y “La Piraña” Díaz por “Torito” Arzuaga. El segundo tiempo también fue vibrante y disputado, apenas a los 3 minutos el “Misil” Restrepo con un  sacudió  el travesaño del arco de los Centauros. Dos minutos más tarde fue El “Tren” Valencia, quien estaba rezagado al mediocampo que despuntó en un pique raudo, se llevó tres contrarios y remató rasante para otro ataque mortífero de los Centauros. Luego viene un dominio parcial de los Aguerridos, “La Babilla” llevando peligro por arriba, “El Matador” Téllez forcejeando con los recioscentrales, una “Piraña mordiente y punzante por la punta, una “Puya” Zuleta que venía de atrás cazando remates, un “Misil” Restrepo incisivo. Los Centauros se abroquelan atrás, cierran los espacios y desde su trinchera resisten los embates mientras “El Tanque” Larrosa y “El Policía” Alzamendi ensayaban letales contragolpes.   
A los 15 se desprende “El Toro” Tamayo quien sirve a Alzamendi que remata desviado. A los 20 serían los Aguerridos con Téllez quien envía por encima. A los 25 se produce un nuevo cambio en los Aguerridos, entra “La Flecha” Gómez por “El Misil” Restrepo y “El Fantasma” Ballesteros por “La Piraña”. Unos minutos más tarde a fin se rompe el la guarida del Centauro, sería la “Flecha” Gómez que elude a su marcador, burla la cobertura y hace el pase de la muerte para que el joven ariete “Babilla” Díaz fusile al cancerbero  “Gato” Fernández. Un sordo estampido de júbilo se encajonó en un sector  del estadio.
Los Centauros reforzaron las líneas para su contraofensiva, “El Pirata” Ferrer  entró por “El Mortero” Aravena,  “El Ferry” Zambrano lo haría por Larossa quien recibió un señor leñazo de Leonel Álvarez que lo marginó del juego. Los Centauros salieron de su guarida con los dientes afilados, se abalanzaron sobre el arco de Rayo, “El Ferry” que hacía flecos su marca, “El Patrón” que empujaba y amenazaba por arriba en la pelota quieta, un “Policía” que gambeteaba, un “Pirata” que cazaba balones, un “Barrabás” que pescaba remates. Pero Los Aguerridos daban pelea, “El Fantasma” que se descuelga y casi vence la resistencia enemiga, una “Babilla” que con polenta viola la retaguardia de los Centauros llevando peligro en cada ataque.
Corrían los 25 minutos, “La Flecha” que prende motores, una defensa vacilante, rompe con fuerza el atacante y “El Patrón” que lo baja con artero codazo. La trifurca se arma de inmediato, codazos vienen, empujones van, improperios altisonantes, un juez que amenaza y que al fin saca tarjetas, el balance: dos amarillas, La “Piraña” Díaz y “Barrabás” Gómez, una roja: Bermúdez. La sangre caliente, el reloj que avanza, las tribunas que se radicalizan, la contienda cobra fragor.
Ataque de uno y otro lado, los equipos que renuncian a defenderse y se lanzan tras la  victoria, los Aguerridos que hacen su último movimiento: “Gato Pérez”  por Leonel Álvarez. “El Gato” que araña la posibilidad del gol al minuto de haber entrado cuando cabecea contra el piso y “El Animal” Cortéz que salva en la raya. “El Diablo” Echeverri que cobra a riesgo y un nuevo fogonazocontra el arco de Rayo que vuela a los 30, “El Pirata” Ferrer que pisa el área de candela por el flanco izquierdo y saca un tramojazo que pega en un defensa. Los ataques eran de lado y lado,  cada balón disputado con rudeza, un partido de tú a tú, de toma y dame.
El reloj marcaba los cuarenta cuando “El Ferry” le pone velocidad y como un bólido encara a la defensa de los Centauros, elude la pierna rival y saca un remate seco, certerodeletéreo que se incrusta en todo el rincón inferior derecho del arco de Rayo. El grito de gol. El desespero  aguerrido, la rabia de “Bolillo” y el juez que señala en centro. Cinco minutos de batallaramalazos de la delantera aguerridaAsedio permanente. La defensa de los Centauros que no se quiebra. Un “Gato” que vuela y se sacude. El insulto en los labios del “Bolillo” que reclama al árbitro. “La Flecha” que guerrea entre recios defensas, el “Gato” Pérez que amenaza con enconometrallazos del “Fantasma” que sacuden el estadio. “El Pánzer” Carvajal que busca taladrar la fortaleza enemiga. Faltaba un minuto,  la garra de los Centauros, la enjundia de los Aguerridos, el desespero del  público. Un balón que rechaza la retaguardia de los Centauros y que caza “La Flecha” Gómez. Un tiro con el alma, con todas las ganas, casi con furia, con vehemencia. El balón que sobrepasa el muro humano de los defensores. Un “Gato” impotente. Un grito en la garganta que se muere por explotar. La red que se rompe. La noche que se enciende. El público que se enardece. El gol del empate, el lapidario tanto. La paridad consumida pues una vez se fue la pelota al centro, J.J Toro diría con su silbato que la batalla había cesado. Así, con honroso empate, entre abrazos e intercambios de camisetas, aplausos del público y el choque de manos con el árbitro se culmina la contienda: el gran partido para pedir por la paz del país”.                                                                 
En suma, desde el relato deportivo también se enarbola esa carga de hostilidad y violencia, aunque  verbalizada, que permea la práctica del fútbol, ese deporte que cada día es menos juego, menos lúdica   y más lucha y guerra.   

domingo, 10 de julio de 2016

Copos de algodón

Emotivo artículo con el que el escritor Abel Medina Sierra le rinde homenaje a su señora madre Lorenza Sierra, fallecida el pasado 1o. de julio


Escrito por: Abel Medina Sierra

Murió mamá. Pareciera una frase más bajo el imperio de la fría gramática. Pero no, encierra toda una carga abrumadora de emociones, entre las pesarosas y las que viajan en el tiempo persiguiendo,  para reunirlas, viejas calendas en las que se añora la miel materna de los primeros años.

Uno cree que la conciencia de la transitoriedad del ser le servirá de consuelo. No es cierto, aún seguíamos aferrados a la esperanza de  una abuela invicta al tiempo, de una mujer fuerte que atara los nudos de cada generación. A mamá le faltó poco para darle 84 vueltas a  la rueda de los anales, tiempo que agradecemos a Dios por dejarla con nosotros; pero que  también se nos hace escaso para disfrutarla.

Mamá siempre fue una mujer sufrida, por eso su corazón no ya venía  resentido cuando un aneurisma y tres infartos se ensañaron con ella. Aun así, encontraron lidia en una mujer que se  aferraba a la vida. “La Vieja Lola” magnificaba las tragedias y cuando no las había las inventaba. El fruto ácido de la desdicha comenzó a arruinar sus días desde la muerte de mi hermano Erasmo Jr y mi padre. 

Murió cuando ya no quería seguir luchando, cuando tantos medicamentos le arrancaron el sabor a sus comidas preferidas, cuando la angustia existencial le espantó el sueño y  sintió que ya no podía caminar por sí sola. “Amigo mío, hasta aquí le acompaño” le alcanzó a decir a su vecino el profe Felipe Ustate, días antes de irse a Barranquilla al tortuoso camino de cama en cama y donde, al final, le llegó la muerte.

Solo una vez, estando yo muy niño, la vi bailar con donaire y soltura. Después se encerró en un luto eterno, mordiendo terrones de dolor con cada quebranto de salud de sus hijos; con la llegada o partida de cada uno hacia los exilios a los que nos manda el destino; con las visitas de los amigos de mi difunto hermano, con la nostalgia de sus hermanos que fueron aumentando el inventario de ausencias.
Mamá dormía poco, y en sus últimos días casi nada. 

Quizás padecía una vigilia poblada de preocupaciones y sí que tenía por quién preocuparse. Son hasta ahora 14 hijos, 44 nietos, 36 bisnietos y  4 tataranietos. “Lágrima veloz” solían llamarla en tono de burla mis hermanos menores, su sensibilidad ante la alegría y la tristeza inundaba de  salobre humedad cada una de sus fibras. Las sustancias tormentosas de la vida, fueron minando la prisión de sus huesos, su cúmulo de años.  

Aun así, mamá siempre estaba allí, llamando si alguno de  nosotros no lo hacía, imaginando en cada delicia que preparaba,  a uno de sus hijos sentados en su mesa; tratando de predecir si estamos enfermos o no.   Anclada en esa fontana que es la casa materna, mamá siempre fue el   ánfora que recibía alegrías y  tristezas de cada uno de nosotros.

Es que la casa  solo  es una, la de mamá.  No es solo ladrillos, la casa tiene cara y alma, y esa es la de la madre. Creando la magia olorosa de un café en la mañana; caminando la cuadra de la casa en la mañana  con la pesadez de los siglos ralentizando sus pasos;   pangando o adobando  con paciencia de alquimista la carne para el almuerzo o sentada en la terraza mirando el sol resbalar por el crespúsculo, allí siempre estará pintada en la memoria la imagen de esa viejita con sus hilos de plata, copito de algodón.

Ahora sentimos que en esa casa, ronda un aire triste sin apelaciones, preñado de ausencias, cada rincón es delación de una carencia. Además del sentimiento de pérdida del ser en el que se produce el milagro de nuestra vida, la falta de una madre es también la pérdida de cohesión de la familia, es la falta de referente y del espacio común como es la casa.

 Lorenza Sierra Mejía, mi madre, nunca aprendió a leer  ni a escribir como muchos de su generación, y como ella, de origen campesino y rural. Cualquiera me reclamaría que siendo profesor de lenguaje y escritor, nunca haya intentado  alfabetizar a quien me dio la vida. Lo cierto es que mamá nunca lo necesitó, la escritura no era su código generacional. Sabía leer  mis preocupaciones en cada gesto, interpretaba cada anuncio con vaticinio certero; escribía con impronta indeleble cada consejo, cada advertencia.


Se nos fue mamá, solo nos aferramos a la fe  que su partida sea una puerta hacia la gloria de Dios pues para nosotros lo  fue desde siempre. Nos seguiremos aferrando a su recuerdo pues si hay algo peor que la muerte es el olvido. El tiempo que pasa es el del olvido y no el del recuerdo que siempre nos acompañará con su imagen cándida y su cabello de motas de algodón. Adiós, madre mía.  

miércoles, 29 de junio de 2016

Fútbol y literatura, el heroísmo del guardameta

Escrito por: Abel Medina Sierra

Las relaciones entre el futbol  y la literatura han estado mediadas por una historia de encuentros y fugas, de amores y odios. 

Nada es ajeno a la literatura, y en tiempos de postmodernidad hemos experimentado desde los noventa una verdadera  futbolización del universo y una  plebeyización de la literatura por influjo del periodismo; nada puede escapar a tan apabullante furor,  ni siquiera el  íntimo mundo de las letras.

Antes teníamos un imaginario desde el que el   poeta, generalmente, vivía en un mundo de bibliotecas y tertulias encerradas  que los hacia desdeñar el fútbol. 

Ellos representaban la civilización y el futbol la barbarie como lo resume Borges quien llegó a decir   que el fútbol era “una cosa estúpida de ingleses... Un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”. 

En cambio para Albert Camus, quien cuando joven fue portero en su natal Argel,  ''la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Esto me ayudó mucho en la vida... Lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol''.

También el poeta  y cineasta Pier  Paolo Pasolini compartía esta pasión y llegó a definirlo así: ''El fútbol es un sistema de signos, por lo tanto es un lenguaje. Hay momentos que son puramente poéticos: se trata de los momentos de gol. 

Cada gol es siempre una invención, es siempre una subversión del código: es una ineluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad. Igual que la palabra poética. El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. 

"El fútbol que produce más goles es el más poético”. Eduardo Galeano también supo encontrar la metáfora perfecta para la anotación: “el gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna”.

En las últimas décadas ha sido prolija la producción literaria que tiene al fútbol como motivo temático. 

El peruano Juan Parra del Riego y el argentino Bernardo Canal Feijóo  nos presentaron ''Penúltimo poema del fútbol'', recordemos de Horacio Quiroga ''Suicidio en la cancha'', la novela del francés Henri de Montherlant “Los once ante la puerta dorada”. Pablo Neruda nos dejó el poema ''Los jugadores”,  el uruguayo Mario Benedetti con su ya célebre cuento ''Puntero izquierdo'' y quién no ha disfrutado de Eduardo Galeano, y su ‘Fútbol a sol y sombra’.

La literatura desde sus calendas más antiguas tiene un sustrato épico, la hazaña, la proeza  de un héroe que gana nombradía por su gesta valiente y osada. El dramatismo y el arrojo han sido ponderados con suficiencia desde las letras como una manera de encumbrar y dignificar a condición humana por encima de las adversidades. 

Los poetas también han sabido exaltar la imagen de los guardametas como unos verdaderos héroes del futbol. Ellos, sacrificados, ellos a veces apabullados y  hasta  deshonrados por los delanteros. Ellos, cancerberos de la honra, con el ideal imposible de la valla invicta; ellos que pasan de héroes a villanos en un segundo.

  Los poetas españoles Rafael Alberti y Miguel Hernández tienen entre sus más memorables poemas, sendas composiciones que subliman la figura de los porteros con ribetes épicos.
Alberti  (El Puerto de Santa María, Cádiz, 16 de diciembre de 1902 -  ibídem28 de octubre de 1999), es autor del célebre poema “Oda a Platko”. 

En  1928,  el estadio del Sardinero de Santander era  escenario de la final de Copa Española  de fútbol entre el F.C. Barcelona y la Real Sociedad de San Sebastián. En el partido de ida  jugado el día 20 de mayo, el portero húngaro  del Barcelona, Platko, acarició la gloria épica al arrojarse a los pies del delantero Cholin que iba raudo y solitario hacia la anotación. Platko logró evitar el gol pero recibió  una patada fue brutal que lo dejó conmocionado,  con 6 puntos de sutura y pintando de rojo el gramado. Platko volvió al juego con un vendaje. Alberti, que estaba en las gradas,  inmortalizaría esa imagen así:




Oda a Platko

Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡ Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo !
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡ Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría !
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡ Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría !
¿ Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

Por su parte, el también poeta español Miguel Hernández  (Orihuela, 30 de octubre de 1910 - Alicante, 28 de marzo de 1942), fue jugador  del modesto equipo La Repartiola en su pueblo natal. 

Lo llamaban “El Barbacha” entonces y era toda una promesa de la pecosa. Su futuro estuvo en las letras pero nunca olvidó su pasión por el balompié.  
Su poema “Elegía al guardameta” se inspira en un accidente del portero del Orihuela, Manuel “Lolo”  Soler, héroe quien durante un partido se golpeó con el poste vertical del arco  y se abrió una enorme brecha en la cabeza. 

“Lolo” sobrevivió al porrazo,  pero  el poeta magnifica su gesta heroica   aderezando el suceso con la muerte para imprimirle dramatismo al poema:


Elegía al guardameta
A Lolo, sampedro joven en la portería del cielo de Orihuela.

Tu grillo, por tus labios promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿No silbará la muerte por ventura?

En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera del juego
sampedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.

Goles para enredar en sí, derrotas,
¿No la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.

Entre las trabas que tendió la meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.

Delación de las faltas, mensajeras
de colores, plurales,
amparador del aire en vivos cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.

Ante tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones.

Combinada la brisa en su envoltura
bien, y mejor chutada,
la esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
por lo pez y fugaz de tu estirada.

Te sorprendió el fotógrafo el momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el viento
para evitar victoria,
y un ventalle de palmas te aireó gloria.

Y te quedaste en la fotografía,
a un metro del alpiste,
con tu vida mejor en vilo, en vía
ya de tu muerte triste,
sin coger el balón que ya cogiste.

Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto! tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de tristeza.

Aplaudieron tu fin por tu jugada.
Tu gorra, sin visera,
de tu manida testa fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus pasos fue frontera.

Te arrancaron, cogido por la punta,
el cabello del guante,
si inofensiva garra, ya difunta,
zarpa que a lo elegante
corroboraba tu actitud rampante.

¡Ay fiera!, en tu jaulón medio de lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el baile apolonida.

Inflamado en amor por los balones,
sin mano que lo imante,
no implicarás su viento a tus riñones,
como un seno ambulante
escapado a los senos de tu amante.

Ya no pones obstáculos de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol avanza. Pide en vano,
tu equipo en la derrota,
tus bien brincados saques de pelota.

A los penaltys que tan bien parabas
acechando tu acierto,
nadie más que la red le pone trabas,
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado, muerto.

El marcador, al número al contrario,
le acumula en la frente
su sangre negra. Y ve el extraordinario,
el sampedro suplente,

vacío que dejó tu estilo ausente.

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