Escrito por: Abel Medina Sierra
Días seguidos al frustrante encuentro futbolero entre las
selecciones de Colombia y Paraguay que nos sumió en el pesimismo y con
calculadora en mano, uno de los memes reactivos que más me llamó la atención
decía: “Centro Democrático, Cambio Radical y Colombia- Paraguay, los peores
partidos de Colombia”. Curiosa e ingeniosa manera de asociar la realidad
deportiva con la política, pero que también entraña un imaginario que cada día
crece en el país: la mala imagen de los partidos.
Que se asocie Cambio Radical con el partido del Álvaro
Uribe, lejos de representar escalamiento, lo que deja entrever es la pérdida de
imagen, la falta de debate interno y la incoherencia ideológica del partido que
crearon algunos senadores para aprovechar la crisis que vivían los hegemónicos
partidos liberal y conservador.
El remezón que se vivió; apadrinado por Uribe,
para crear nuevos partidos como Cambio Radical, la U, Alas-equipo Colombia y
Opción Ciudadana, ya se vino al piso; tanto, que el líder y pre-candidato
presidencial de Cambio Radical, Germán Vargas, prefirió recoger firmas que
presentarse como candidato de tan desprestigiado partido. En La Guajira, Cambio
Radical nunca ha asumido la responsabilidad política por el estigma de corrupción
que le dejó a la clase dirigente guajira.
Cambio Radical fue el partido que avaló los nombres de Kiko
Gómez, Oneida Pinto, Fabio Velásquez, acompañó al recién encarcelado Chemita
Ballesteros sin mencionar otros mandatarios, que hoy están con prisión domiciliaria,
o vinculados a procesos penales y disciplinarios. Quien fungía como líder
regional de esa colectividad, Miguel Pinedo Vidal, aún no se desprende de la
carga por haber pagado cárcel en el sonado caso de la parapolítica. En lo que
queda de este disminuido partido, no vemos líderes capaces de limpiar su nombre
y desvirtuar la imagen como uno de los partidos más asociados con la corrupción
en La Guajira.
A nivel nacional, a medida que se ha ido destapando la
candidatura presidencial de Germán Vargas Lleras, se nos revela la verdadera
sustancia de la que está hecha este partido, y no es propiamente material sano
sino purulento. Lo primero que hizo fue deslindarse del santismo al que debe
que Colombia lo conozca inaugurando casas. Por esto, en la Unidad Nacional no
lo bajan de traidor y dicen que hizo campaña con chequera de Santos y ahora se
alindera en la oposición. Por otro lado, descubre su real talante de
ultraderechista del que yo, personalmente, nunca dudé. Vargas Lleras se camufló
de liberal o de centro democracia, así como antes Samuel Moreno lo hizo de
izquierdista y Santos de ultraderechista.
Ahora, con fines electorales, sí se va a mostrar tan
derechista como Ordóñez, Uribe y como lo fue Álvaro Gómez Hurtado- pero sin
llegarle al tobillo a la inteligencia de éste último. Se nos viene un Vargas
Lleras antes liberal, que recogerá las banderas de los que estuvieron a favor
del NO del plebiscito: los intolerantes enemigos de la ideología de género, los
que rechazan el aborto, los que prefieren que sigamos echándonos balas con las
Farc, los fundamentalistas cristianos, RCN y los ultraconservadores.
El país
político se pregunta, dónde estaba la lengua de los miembros de Cambio Radical
que por casi siete años callaron ante la propuesta santista de llevar un
proceso de paz, ahora resultan oponiéndose a lo que apoyaron y aprobaron
durante todos estos años: lo que antes era “santo” ahora es “satánico”. Por qué
no tuvieron el gesto sincero de renunciar a sus cargos y prebendas para
oponerse a lo que hoy critican. La respuesta no puede ser otra: es un partido
lentejo, sin criterio y que cambia su bandera según le convenga.
Cuando todos pensaban que al fin íbamos a tener unas
elecciones presidenciales en las que la posición de guerra o diálogo sobre las
Farc no inclinaban la votación, Cambio Radical lanza su campaña con un
comercial en el que, usando la imagen de un juego de billar, manda el mensaje
que se debe votar por ellos porque sacarán del camino a este movimiento que ya
no es un grupo insurgente sino una inofensiva minoría política. Lo anterior
solo demuestra la falta de propuestas de fondo para seguir dividiendo al país
entre quienes odian y quienes perdonan a las Farc.
No sabemos en qué quedará esta y otras campañas cuando la
corte constitucional blindó los acuerdos y cualquier campaña que prometa
modificarlos estará mintiendo al pueblo, aunque de Vargas Lleras hasta esto se
espera.
Se nos viene una campaña que en su primera vuelta, la
bandera de la postverdad, la ultraderecha conservadora, el mesianismo y la
paranoia colectiva que si no votan por ellos al país se lo van tomar las
guerrillas, se la van a disputar a rebatiña varios candidatos como los cinco
del Centro Democrático, Ordóñez, Martha Lucía Ramírez a los que se suma, el
recién y oportunistamente llegado Germán Vargas.
Sacan las cuentas que los votos del NO al plebiscito se van
derechito para donde ellos, explotando el odio que el país tiene a las Farc, la
resistencia al cambio y la búsqueda de una supuesta “autoridad” en la figura
presidencial. Lo único que falta a Cambio Radical para llegar al último peldaño
de la vergüenza y la incoherencia, es unirse a Centro Democrático y esto es
cuestión de días. Allí se olvidarán que los tildaron de “Castro- chavista” y
que el primer punto de quiebre entre Uribe y Santos fue por darle poder a
Vargas Lleras. Al fin y al cabo, lo único que les interesa es llegar al Palacio
de Nariño así tengan que aliarse con el mismo Diablo.
En un país donde la gente se deja “enculebrar”, donde los
odios por la guerrilla y la diversidad son insepultos, en tiempos de
post-verdad cuando se repite una mentira y la gente la cree y sale a votar por
esta, nadie quita que se nos venga el reino de los peores partidos. Que a la
Selección y a Colombia le vengan mejores partidos.