Nota de la redacción: este escrito fue publicado hace casi un año en Maicao al Día. Hoy lo reproducimos con motivo de la gran cantidad de panfletos que circulan en las ciudades colombianas.
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Con la fina ironía que le es característica el autor le hace una contundente crítica a quienes utilizan el pasquín para criticar, demoler la honra ajena y esconderse cobarde e impunemente detrás del anonimato.
Por Alejandro Rutto Martínez
El pasquín, originalmente es un diario de muy pobre nivel, que vive en la mayoría de los casos de la denuncia y el escándalo. El origen de la palabra hay que buscarlo en el italiano lengua en la cual se escribe «pasquino» (pronúnciese la «u» y léase «pascuino»).
El vocablo proviene del nombre del gladiador romano Pasquino, en cuya estatua se adherían escritos con sátiras, burlas y críticas contra personajes públicos. En nuestro medio ha revivido en la forma de hojas sueltas, fotocopias de mala calidad e incontables horrores ortográficos - muchas veces deliberados -, en cuyos textos se puede leer (si es que hay quien quiera leerlos) toda clase de improperios y canalladas contra las personas, relacionadas principalmente con su vida íntima, su conducta moral y, lo más importante, sus relaciones amorosas.
Habida cuenta del auge que los pasquines han tomado en los últimos días, hemos decidido redactar un práctico manual con instrucciones precisas para elaborarlos. Tome papel y lápiz y anote estas prácticas recomendaciones:
1. Mezcle dos gotas de verdad en un litro de mentira. Preferiblemente en un galón. Si usted no incluye un tanto, al menos un tantito de verdad, va a fracasar como «pasquinólogo». Le aconsejo mirar bien este punto. Si un caballero no se ha casado, a pesar de sus treinta años, invente que es homosexual. Si el mismo Señor tiene amigos, diga que estos son sus compañeros de aventuras. Si un funcionario público compra un auto nuevo (verdad) diga que es producto de sus actos de corrupción en el cargo (mentira o verdad, ¿a usted qué le importa?). No se le olvide, por cada litro de mentira mezcle dos gotitas de verdad. Repito: no olvide esto si quiere triunfar como redactor de pasquines.
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2. Nunca dé la cara. Esta recomendación es muy importante. Revelar su identidad lo puede meter en un berenjenal más grande del que usted quiere armar para sus víctimas. Dar la cara suele hacer perjudicial para la salud. Por eso, su pasquín debe ser anónimo y evitar cualquier pista que pueda delatarlo. Recuerde bien: si lo descubren estará perdido; si se dan cuenta que su mente ideó el libreto puede tener un disgusto. La gente suele enojarse y enojarse mucho cuando es involucrada en un pasquín.
3. Sepa elegir a sus víctimas. Escoja personas cuyo carácter de notables ayude a crear una mejor historia. Al público le gusta que le cuenten cosas sobre la gente a la que conoce. Y le gusta saber noticias aunque sean mentiras de las personas a las que conoce. No le niegue a nadie el placer de deleitarse a costa de la honra ajena. El placer en esta ocasión se torna en morbosidad.
4. No se olvide de incluir errores (ojalá horrores) de ortografía, gramática y redacción. Ningún pasquín respetable prescinde de los errores porque éstos le dan el toque especial, la categoría de Pasquín, de publicación del bajo mundo y, además, contribuyen a despistar a quienes se interesan en descubrir al autor o autores del escrito. No se le olvide escribir zorra con S; miserable con «V» y Cartagena con «c» con minúscula y con jota. Los errores de ortografía le dan estatura a su pasquín. Estatura muy baja como para insertarse en el mundo de las calumnias y las infamias.
5. Propague el pasquín, porque ¿de qué sirve escribirlo si no tiene lectores? Imprímalo, fotocópielo y mándelo a repartir (No es aconsejable que usted mismo lo distribuya). Pida que lo peguen en los postes; que los regalen en los puestos de revistas; que lo lancen al viento en el mercado; que lo deslicen por debajo de las puertas.
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Abra una cuenta de correo electrónico (no use su nombre) y mándelo por internet a todas las direcciones posibles. Si ya se decidió a escribir el pasquín no ahorre esfuerzo para darlo a conocer. Si usted es un verdadero campeón de la «pasquinología», tenga en cuenta que todos los medios son válidos. No descarte pegar una copia en la puerta del templo y otra en el tanque del carro que reparte el agua en el barrio y, desde luego, en el carro recolector de las basuras.
6. Si de verdad verdad quiere dedicarse a la «pasquinología» despídase de los escrúpulos, renuncie a los valores y olvídese de los principios. Si en verdad quiere seguir adelante piénselo bien, porque este pecado contra la honra ajena es incalificable y sólo las personas perversas y de mentes retorcidas lo cometen.
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Antes de comenzar a escribir arrepiéntase, confiésese con su conciencia y pida perdón a Dios. Escribir pasquines es propio de los cobardes e indecentes. De los seguidores del diablo. Quien lo hace lleva debajo del brazo una bomba que puede explotarle ahora mismo o más tarde.
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Y en su mano la llave que abre la puerta a uno de los círculos más escabrosos del infierno de Dante.
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