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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Don Mariano Fonseca, el hombre de los granos de mostaza


Artículo.org
Cuando por fin pude tener llena mi primera alcancía tuve claro lo que iba a comprar con esas monedas que me parecían todo el dinero del mundo: un atlas universal para conocer menor los países que me describían los cuentos de los hermanos Grimm y Don Quijote de la Mancha. El día que fui a comprarlo pude conocer a uno de los más interesantes libreros de la Guajira, el mismo que me rebajó los dos pesos que me hacían falta para comprar el ansiado impreso.

La primera impresión que da don Mariano Fonseca cuando alguien comienza a tratar con él es la de estar hablando con un hombre ligado a la intelectualidad. Por lo menos ese es el pensamiento que se deriva de verlo entre los numerosos textos de la Librería Jel, una de las más antiguas de La Guajira. “Ponga Librería, me dice, no solo ‘librería y papelería’ como dicen ahora”

Mariano Fonseca: Ministro, librero y amigo

En efecto, el local está repleto de muy buenos libros con la firma de García Márquez, Sábato, Calderón de la Barca, Cervantes, Benedetti, Salgari… Hacer cultura a través de enseñar a sus contemporáneos a leer y a encontrarle qué leer ha sido parte de su vida, pero no lo único, pues parte del tiempo lo ha dedicado a la política, al análisis del diario acontecer, a la producción de sus propios libros y a la predicación de la Palabra de Dios.

Cuando pude meterme en el selecto grupo de sus amigos lo celebré con un elogio que creí justo: “usted es una persona muy virtuosa”, le dije, mientras revisaba un ejemplar de “El fútbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano.

Con la paternal sonrisa propia de los patriarcas guajiros me respondió “no lo crea mucho, yo tengo dos defectos incorregibles: soy godo y protestante (sic)” Él se define como un conservador de pura cepa, de quienes creen en la defensa y el fortalecimiento de la familia y en los valores aprendidos de los mayores. En su condición de creyente cristiano tiene el honor de haber fundado la Primera Iglesia Evangélica de Maicao, la más antigua de la ciudad y la primera en dedicarse a la evangelización de las comunidades wayúu a través de los medios a su alcance: su verbo profundo, los programas de las emisoras cristianas cuyas ondas llegaban a la península y un aceptable dominio del idioma.

Hace unos años el corazón de Mariano Fonseca quiso jubilarse primero que su dueño. Primero comenzó a trabajar con lentitud como un plan para desactivarse definitivamente. Los planes de Dios y los de Eneida y Josué, sus hijos, eran otros. La oportuna ayuda médica, el acompañamiento familiar y la cercanía al Creador, le permitieron tener una nueva oportunidad y él ha decidido aprovecharla haciendo lo que más le gusta: hablar, escribir, leer, enseñar, predicar, acariciar los libros, promoverlos entre los nuevos lectores y a remodelar el edificio del templo en el cual cada domingo toma la palabra en calidad de pastor.

Maicao escribe poco a poco su historia, y ésta incluye a personas que desde diferentes ámbitos le ayudan a construir su identidad. En mi historia va a aparecer siempre como la persona que puso en mis manos el libro en donde pude conocer la ubicación exacta de países y ciudades y como la primera persona que nunca me cobró los dos pesos que me hacían falta para hacer realidad mi sueño de niño.


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