Por: Alejandro Rutto Martínez
Había sido una semana emocionante en Colombia: el Ejército Nacional, en una oper
ación limpia y eficaz, liberaba a 15 ciudadanos secuestrados por las y los devolvía a la libertad en medio de la alegría de sus familiares residenciados en tres países correspondientes a sus respectivas nacionalidades. En medio de esa noticia tan importante y halagadora el fútbol pasó a un segundo plano y la prensa dio poco espacio para el primer juego de la final de fútbol profesional entre América de Cali y Chicó , liquidado con empate a un tanto que bien pudo ser victoria para el visitante de no ser por la anulación de un gol por parte del juez central quien señaló la finalización del partido cuando la pelota iba en camino a la red del equipo caleño. Afortunadamente por la abundancia de informaciones relacionadas con el operativo de liberación, tampoco hubo tiempo ni espacio para recoger las declaraciones de Alberto Gamero y Eduardo Pimentel, técnico y presidente del cuadro damnificado por la controvertida decisión.
El domingo 6 de julio era muy diferente en Tunja, capital boyacense y ciudad escogida por el Chicó para su exilio causado por la falta de hinchada en Bogotá, ciudad donde había nacido. El cronómetro marcaba el minuto 83 y los locales ganaban con un angustioso 1-0 producto de una pena máxima ejecutada por su estrella Miguel Caneo en el primer tiempo. Se veía venir el empate y al fin llegó por la misma vía de la pena máxima bien ejecutada por el panameño Luis Tejada. Con ese marcador terminó el partido y llegó la temible definición de los penales. Le correspondió a los americanos Adrián Ramos y Paulo César Arango el infortunio de fallar en sus cobros y el fútbol colombiano coronó a un nuevo campeón: Chicó, el onceno con nombre de barrio que se hizo grande a base de esfuerzo, de buen manejo y de excelentes resultados.
El nuevo campeón colombiano es sui géneris por donde se le mire: es uno de los equipos más jóvenes del torneo (participa desde el 2.004), tiene uniforme ajedrezado (de cuadros, algo atípico en un campeonato en el que se imponen las franelas lisas o a rayas), nació en una ciudad y se trasladó a otra, tiene como presidente a un ex jugador de fútbol que además fue su técnico y es un club verdaderamente organizado, prácticamente el único constituido como en la actualidad como una sociedad anónima.
¿Qué llevó a este equipo a constituirse en campeón en tan corto tiempo de su paso por el profesionalismo? ¿Qué lo llevó hasta la cima, a donde solo llegan los mejores?
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Miremos algunas de las razones de su éxito:
1. Por una buena disposición de sus veteranos. Jugadores cono Hebert "Chaca" Palacios, Víctor Danilo Pacheco y Edigson "Prono" Velásquez marcaron diferencia y se hicieron sentir y su aporte fue fundamental a lo largo del torneo y en la final. Palacio dio seguridad en el fondo; "Pachequito" fue el socio ideal para el argentino Miguel caneo y Velásquez fue garantía de que el marco estaba bien custodiado.
2. Por su actitud: entre el nuevo campeón y un equipo chico a diferencia es mucho más que una tilde. Chicó asumió con grandeza cada uno de sus compromisos y tuvo el suficiente coraje para resistir dos golpes anímicos: el de la anulación del gol en Cali (decisión a todas luces injusta) y el del empate de América cuando solo restaban seis minutos para terminarse el partido de Tunja.
3. Por la sed de triunfo. El equipo conquistó el título de la B y llegó como ganador al torneo de la A. Y nunca se conformó con menos. Su característica de club ganador se evidencia en los resultados de sus últimas campañas. Este año se armó para dar la pelea en la Copa Libertadores torneo en el que no avanzó muy lejos debido a su falta de roce internacional. Pero se concentró en el torneo local y fue grande entre los grandes.
4. Porque supo colonizar una tierra de poca tradición para el fútbol. Boyacá es la cuna de la independencia y en ella se vive la esencia de la patria. De sus carreteras han salido nuestros mejores ciclistas y es tierra de héroes, pero de poca tradición futbolera. La gente del Chicó, huyéndole a la soledad que le acompañaba en sus juegos de local en Bogotá se refugió en Tunja y comenzó a forjar una afición que ahora se siente orgullosa de su equipo y no se cambia por nadie ente sus éxitos. Su estadio tiene escasa capacidad para una final por lo que se insinuó la posibilidad de que el encuentro final se jugara en otra ciudad a lo que el presidente del club, Eduardo Pimentel, respondió: "Juego en Tunja o no juego".
5. Por Alberto Gamero. El entrenador samario fue artífice de la victoria aunque al principio se le veía como un aprendiz de quien no se debía esperar mayor cosa. Gamero viene de una generación legendaria de futbolistas de la cual hace parte el "Pibe" Valderrama y Antony De Ávila. Él mismo fue un excelente marcador derecho partícipe del último título ganado por Millonarios en 1.988. Supo utilizar a cada jugador en el puesto y en el momento preciso e infundirle a sus hombres el ánimo necesario para afrontar un torneo corto y exigente.
6. Por Miguel Caneo. El jugador argentino llegó casi desahuciado al fútbol colombiano pero respondió a la confianza de los directivos, la hinchada y el cuerpo técnico. Al final fue no solo el líder del equipo, el jugador desequilibrante, sino el goleador de torneo y el mejor futbolista del semestre.
7. Por Eduardo Pimentel. Este es, posiblemente el factor número uno. Pimentel el presidente. Pimentel el que pelea por lo suyo. Pimentel el que le pone temperamento al asunto. Pimentel el que se hace multar antes de quedarse callado cuando, a la luz de sus convicciones, es tratado injustamente. Pero el presidente del equipo fue más que un hombre de carácter: fue el encargado de conseguir los patrocinios; fue quien armó una nómina de bajo costo para enfrentar a los poderosos; fue quien le dio la confianza a Gamero; fue el que enseñó a los boyacenses a querer como suyo un equipo llegado de otras latitudes. Eduardo Pimentel hizo una carrera interesante: pasó de jugador a entrenador y de entrenador a presidente. Y ahora es campeón de Colombia. ¿Qué vendrá ahora? De él podemos esperar lo increíble.