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sábado, 11 de septiembre de 2010

Desde los hombros de mi padre

Por: Paola Johana Martínez Ortíz

Tenía cerca de 8 años recuerdo, aunque no me gustaba el fútbol acompañaba a mis padres al estadio porque era y es un deleite para ellos. Todavía puedo recordar que mi único entretenimiento en aquel lugar era comprar toda clase de golosinas que ofrecían los vendedores ambulantes mientras duraba la función, y luego cuando ya no tenía más que hacer comenzaba a llorar para irnos de aquel lugar, le decía a mi padre: ¡papi no me gusta!, no; no ¡no me gusta el fútbol!... además me pisan los grandes.

Esa era una situación que constantemente se repetía, hasta que un día mi padre en su idea de no aceptar que su hija fuera apática su deporte preferido “el fútbol”, decidió estar más atento a la razón de mi inconformismo. Llegamos aquel domingo a la hora acostumbrada…. ¡hoy no! Dijo mi papá, yo le pregunté ¿no qué? ; hoy no vas a hacer lo de siempre….. ¿Por qué te quejas tanto? Me preguntó él, porqué todos me pisan y no me dejan ver… todos son más grandes... ¡le respondí!, luego sentí como sus grandes manos me alzaban y me colocaban en sus fuertes y anchos hombros. Fue una experiencia que nunca he podido olvidar, una sensación indescriptible; visualizar aquel panorama de manera tan clara, ver tan pequeño aquello que antes veía tan grande… y sobre todo que nadie me podía pisar porque estando sobre los hombros de mi padre estaba a salvo, estaba protegida…

Ahora cuando ya paso de los 20, no ha sido impedimento seguir experimentando aquella inquietante vivencia; y no es precisamente porque mi papá me siga llevando al estadio para cargarme en hombros, sencillamente es vivir todo el tiempo mirando desde los hombros de mi padre celestial. Así es, vivir en plena paz, cuando antes mantenía bajo el temor; ver todo más claro, cuando antes no entendía todo lo que en mi vida acontecía. Eso sólo lo pude lograr cuando por segunda vez viví la misma experiencia… esta vez no fue en un estadio, ni fue mi padre natural el que me alzó para que no me pisaran, fue estando debajo de una gran nube de humo que sentí que unas manos gigantes me alzaron; me anclaron sobre unos fuertes hombros, y me permitieron ver el horizonte perfectamente, fue cuando me di cuenta que todo lo que veía imposible de alcanzar, desde los hombros de mi padre celestial era completamente asequible.

Desde los hombros de mi padre ya nada es grande para mi, todo lo veo claro y muy cerca, desde aquellos hombros fuertes no temo a los gigantes; sencillamente porque desde ellos los gigantes dejan de ser más grandes que yo y se convierten en diminutas hormiguitas que se pueden pisar fácilmente. Qué bien se siente mirar DESDE LOS HOMBROS DE MI PADRE.

Deuteronomio 31:6 Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.

Bendiciones,

martes, 7 de julio de 2009

Proverbios: la sabiduría de los pueblos


Por: Alejandro Rutto Martínez

Proverbios 1:7: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová: Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.

¿Cuál es la principal característica de los italianos? ¿De qué forma ven el mundo los irlandeses y cómo se comportan ante los retos de la cotidianidad? ¿De qué manera ven los indígenas el paso del tiempo y cuál es su escala de valores en una época en que la civilización tiende a desplazar sus costumbres y sus milenarias tradiciones? ¿Qué significado tiene una puerta abierta o cerrada para los chinos?

Hay diversas formas de estudiar a los pueblos, su gente y la forma de comportarse, pero hay una manera bien efectiva de acercarse a su historia: los proverbios en los cuales creen. El diccionario de la Real Academia Española lo define como una Sentencia, adagio o refrán. La sentencia, a su vez, Dictamen o parecer que alguien tiene o sigue, dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad.

Los pueblos tienen su propia forma de ver el mundo y una escala particular para jerarquizar los valores. Lo uno y lo otro, están contenidos en buena parte en los valores que una generación le transmite a otra y ésta a la siguiente.

Hagamos un viaje imaginario por varios países y conozcamos su cultura a través de los proverbios cuyos habitantes pronuncian en las agradables tertulias familiares; en los prolongados viajes a través del bosque o el desierto, o simplemente en las aulas de clases en donde los maestros intentan convertir a sus discípulos en mejores hombre y mujeres.

Para los africanos residentes en Uganda la lucha de los más fuertes termina afectando a los más débiles, según se desprende de su sabio dicho: “Cuando dos elefantes luchan es la hierba la que sufre”. En Nigeria están muy convencidos de la necesidad de que cada quien asuma sus propias responsabilidades, según se infiere de este adagio: “Una cabra no puede llevar la cola de otra cabra”

Un adagio afgano nos lleva a concluir que solo puede llegar al objetivo deseado quien trabaja para conseguirlo. La expresión es corta y concluyente: “»El buscador es descubridor.»

Los chinos tienen una extraordinaria riqueza en esta forma sencilla y contundente de sabiduría. Escojamos uno solo al azar: “La puerta cerrada más segura es la que se puede dejar abierta”. En verdad, si una puerta se puede dejar abierta, debe ser verdaderamente segura, según lo sugiere esta frase cargada de sapiencia.

Los húngaros, por su parte tienen bien claro que no todo el que comete un error paga por éste. A veces somos los demás los que asumimos las consecuencias, según esta frase proveniente del país europeo: “Adán se comió la manzana, y a nosotros todavía nos duelen las muelas”

Para finalizar este recorrido visitemos a Italia y disfrutemos de su inclinación a la belleza y a la sensibilidad: “La belleza sin bondad es una casa sin puerta, una nave sin viento, un manantial sin agua”

Y usted… ¿tiene un proverbio preferido?

alejandrorutto@gmail.com

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