miércoles, 11 de mayo de 2022

Las historias de Beruski (parte 8)

 


Escrito por: Mirollav Kesien

Leer Las historias de Beruski parte 7


Beruski estaba muy cansado y dudó que la lucecita fuera real…podría ser producto de su imaginación o un espejismo…sin embargo ahí estaba y parecía moverse. Pero se negaba a creer que en verdad existiera. Cuando mucho sería un lucero descarriado navegando por las aguas turbulentas de un océano inquieto. Tal vez era tan sólo una luciérnaga alegre, con un vuelo sereno casi a ras de la superficie.

¿Una luciérnaga?, se preguntó a sí mismo. Si fuera una luciérnaga entonces no volaría sobre el océano sino sobre la tierra.

¿Y si hubiera tierra cerca de donde estaba?

Era casi imposible que así fuera, se dijo, pero… ¿y esa luz, entonces de dónde provenía?  

Si esa luz era real, si existía más allá de los límites de su imaginación sólo podía provenir de alguna costa o de una embarcación y, cualquiera de esas dos posibilidades era mejor que la de estar en medio del océano aferrado a la sustancia volátil de la nada, sin esperanzas y condenado a ser vencido por el cansancio, los calambres, la debilidad y la desesperación.

Respiró profundo, permaneció completamente inmóvil durante algunos minutos y luego se decidió a nadar hacia el lugar desconocido en donde había visto la luz que ahora no podía encontrar en el oscuro horizonte. Se dijo a sí mismo que no perdería nada pues le daba igual morir en un lugar o en otro. Llegó a la conclusión de que si iba a desfallecer lo haría luchando por su vida.

Se revistió de las pocas fuerzas que le quedaban y emprendió su lucha contra las aguas embravecidas, de vez en cuando se detenía a navegar aferrado a alguno de los numerosos peñascos que se le aparecían como obstáculo pero también como pequeños puntos intermedios en los cuales podía descansar.

Avanzó y avanzó aunque no llegaba a ninguna parte. Tal vez  su esfuerzo era en vano y hubiera sido mejor permanecer en donde estaba antes de haberle creído a la supuesta luz que le coqueteaba desde la supuesta playa que había resultado ser una luz que lo engañaba desde la orilla de ninguna parte.

Se concentró para mirar de nuevo hacia la dirección en que había creído ver la luz. Miró a la izquierda, se detuvo en el centro y luego a la derecha. Iba a seguir en su observación, pero sintió en la espalda el fuerte golpe de una ola con una potencia superior a todas sus fuerzas.

Sintió que una fuerza apocalíptica, la mayor con la que se hubiera enfrentado, lo arrastraba hacia el final de su vida, sus pulmones no encontraban el oxígeno necesario para poder sobrevivir y sus brazos cansados no encontraban dónde aferrarse.

Tanto esfuerzo y dolor, tanta lucha contra las fuerzas de la naturaleza le hicieron perder el conocimiento.

Horas después abrió de nuevo sus ojos, se movió con dificultad y se dispuso a nadar de nuevo, pero no sentía el agua del mar. Abrió bien los ojos y observó que el sol del nuevo día comenzaba a derramar sus auroras sobre su magullada humanidad. Y el agua había desaparecido por una sencilla razón: ahora se encontraba en la una solitaria playa de algún lugar del mundo.

Trató de incorporarse pero decidió permanecer postrado. No sabía cómo darle gracias al Creador pero se mantuvo de rodillas cierto tiempo. De su boca salía una sola palabra repetida numerosas veces:

-Gracias, gracias, gracias, gracias

Miró a lo lejos y pudo observar pequeñas embarcaciones amarradas con firmeza a un árbol. De algo podía estar seguro: no estaba en una isla solitaria. Al amanecer se dio cuenta de que en la playa había huellas e indicios de que los seres humanos acostumbraban a pasar por ese lugar.

Celebró que estaba con vida y en un lugar donde encontraría a otros seres humanos que tal vez podrían ayudarlo.

Lo que vio a continuación le preocupó y lo llevó al  estado de máxima alerta y de nuevo le hizo caer en un dilema: mantenerse en donde estaba o alejarse a toda prisa.

¿Qué era lo que sus ojos veían?

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