lunes, 4 de abril de 2022

Cómo mueren las democracias


 Escrito por:  Arcesio Romero*

El libro Cómo mueren las democracias (Editorial Ariel, 2018), es un conjunto de reflexiones académicas, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, profesores de la Universidad de Harvard, presentan una guía para salvar un sistema democrático amenazado por el populismo. El texto entrega al lector elementos de análisis para inferir sobre los riesgos de la democracia colombiana ante la advenimiento del populismo en las próximas elecciones presidenciales. 

A través de la presente columna se presentarán lo elementos coincidentes con nuestra realidad y las tesis abordadas por los investigadores.

En primer lugar se avizora el temor de actual de un retroceso democrático con génesis en la urnas, senda engañosa que puede conducir hacia una peligrosa desarticulación institucional. Según los autores «los autócratas, tras su elección, electos mantienen una apariencia de democracia, la cual van destripando hasta despojarla de todo contenido». 

Para el caso Colombiano, es necesario recordar que en todas la sociedades emergen «demagogos extremistas», cuyas aspiraciones son soportadas en el oportunismo o un error de cálculo de las élites que facilita la incorporación de los revolucionarios de izquierda al sistema democrático.

 Muchos creen que el sistema de pesos y contrapesos de los poderes públicos blindará a Colombia de un autócrata adicto al poder y enemigo solapado de la democracia. Craso error, porque de acuerdo los vicios de mal gobernante del potencial presidente, se debe concluir que las instituciones por si sola no bastan para poner freno al señor de las bolsas. 

No cabe duda que el comandante Aureliano no le temblará el pulso para subvertir la democracia en un desbarajuste por medio de la instrumentalización de las cortes y otros organismos «neutrales» para reescribir las reglas de la política en su favor. Esa será, a merced de advertencia, la paradoja trágica de un probable acontecimiento apocalíptico en la senda electoral de 2022. Y entonces, el autoritarismo entronizado nos conducirá a un riesgo intrínseco, que de seguro, gracias a la utilización de las propias instituciones de la democracia de manera gradual y sutil para liquidarla, y sepultar las aspiraciones de futuro del un país que supuestamente aspira a ser «potencia de la vida».

¿Qué tipo de candidatos suelen dar positivo en una prueba de tornasol para detectar el autoritarismo? 

Los autores presentan el prototipo del candidato autócrata y populista: «… son políticos antisistema, figuras que afirman representar la voz del pueblo, y que libran-según ellos- una guerra contra lo que describen como una élite corrupta y conspiradora». Además, le dicen a sus votantes que: «el sistema existente en realidad no es una democracia, sino que ésta ha sido secuestrada, está corrupta o manipulada por la clase dirigente» y le prometen enterrar a esa élite y devolver el poder al pueblo». Todos estos elementos están presentes en el ideario y en el discurso del candidato del Pacto Histórico en los debates y redes sociales, donde se asoman como un giro lingüístico engrupidor propio de un autoritarismo en plena gestación.

 Reglas de una democracia sana

Los investigadores plantean dos reglas fundamentales en una democracia que funciona: (i) la Tolerancia Mutua y (ii) la Contención Institucional. La Tolerancia Mutua alude a la idea de que «nuestros adversarios acaten las reglas constitucionales, aceptamos que tienen el mismo derecho a competir por el poder y gobernar con nosotros. Se puede estar en desacuerdo con ellos, e incluso sentir un profundo desprecio por ellos, pero los aceptamos cono contrincantes legítimos». 

Esta regla, para el caso colombiano, apunta a que, aunque creamos que las ideas y propuestas del Pacto Histórico sean ilusas o erróneas (democratización expropiada de la tierras, creación de una agencia aeroespacial, eliminación de la explotación y explotación de petróleo, modificación de los sistemas de salud y pensiones, o el tren elevado de Buenaventura a Barranquilla), no debemos concebirlos, aparentemente, como una amenaza existencial para el futuro del país. La segunda norma crítica para la supervivencia de la democracia es la Contención Institucional, descrita por los autores como:«... evitar las acciones que, si bien respetan la ley escrita, vulneran a todas luces su espíritu poniendo en peligro el sistema existente».

En caso de la llegada del «Petro-progresismo» a la Casa de Nariño es inminente la desaparición de la tolerancia mutua. El nuevo presidente no dudará en rechazar de plano las reglas democráticas y se verá tentado a abandonar la contención institucional (resquebrajar las funciones de las Cortes, el Congreso y los organismos del control) e intentará prolongar su estancia en el poder (al mejor estilo de los regímenes totalitarios de los vecinos chavistas, sandinistas y castristas). Por lo tanto, los políticos no deben utilizar sus prerrogativas institucionales hasta la saciedad, aunque posen de aparente legalidad, para desplegar una labor de sastrería institucional a la medida de sus intereses y de los grupos de «primera linea» que los respalden.

Ante este riesgo inminente, la clase política y la sociedad colombiana se pregunta: ¿Qué hacer ante la amenaza de una presidencia de Gustavo Petro?

Levitsky y Ziblatt afirman que cuando se tiene por delante a un déspota en potencia, la élite política debe derrotarlo contundentemente en las urnas (como ocurrió en 2014 y 2018), convencer al pueblo de su rechazo oportuno. Los partidos políticos deben actuar sin ambigüedades y hacer todo lo posible por defender las instituciones, aunque ello implique: «aunar temporalmente fuerzas con sus adversarios más acérrimos para contrarrestar la amenaza». 

Para ese propósito, es necesario construir confianza mutua, despojarse de egos y orgullos, dejar atrás las mezquindades y ambiciones para lograr un fin supremo y patriótico: ser guardianes de la constitución y protectores de la democracia colombiana.

A manera de advertencia final, los escritores de Cómo mueren las democracias nos enseñan que: «la promesa de la historia y de la esperanza del libro, es que sepamos detectar las rimas antes de que sea demasiado tarde». Por eso, en virtud de esa consideración y del riesgo de asistir a las últimas elecciones libres de nuestra historia, los colombianos debemos evitar que «una combinación letal de ambición, temor y errores de cálculo conspiren para entregarle voluntariamente, las llaves del poder a un autócrata en ciernes». 

Es importante tener presente que la última palabra y la decisión a esta encrucijada está en manos del pueblo, de los ciudadanos en ejercicio, cuyos valores democráticos y conciencia salvarán al país de la extrema izquierda y de su caudillo, el Cayo Graco de Ciénaga de Oro. Solo de esa forma, asumiendo esa responsabilidad histórica, conformaremos el Equipo Colombia y la coalición que siembre la esperanza en una nación donde verdaderamente se pueda «vivir sabroso» y en paz.

 

 

 

Barrancas, 28 de marzo de 2022

 

Arcesio Romero Pérez

*Escritor afrocaribeño

miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI

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