miércoles, 31 de julio de 2019

Julio Larios Ríos, candidato al concejo de Maicao

Julio Manuel Larios Ríos dedicó más de 45 años de su vida a la docencia en los colegios San José y Colombo Libanés de Maicao. Miles de niños y jóvenes pasaron por sus clases de educación estética e historia de Colombia e historia universal. 

El primer contacto de los niños  con los grandes músicos como Beethoven, Mozart y Bach fue en las clases del profe Larios, quien además enseñaba sobre el pentagrama y sus notas musicales y la música clásica colombiana. Era la primera persona que les hablaba de la poesía gaucha, la música típica de todos los países  latinoamericanos y quien los iniciaba en el uso de la voz con fines musicales.      

Una sección especial estaba dedicada al teatro, en el que destacaba los aportes del Teatro Popular de Bogotá y la importancia del maestro Enrique Buenaventura para las artes escénicas de nuestro país. 

En algunas ocasiones sus clases fue historia, lo que le permitió a sus estudiantes hacer un interesante viaje a través de los tiempos.    

La imposición de una férrea disciplina y la rigurosa exigencia a los estudiantes fueron algunas de sus características en la docencia. 

Durante su ejercicio de la docencia fungió también como directivo sindical en la Asociación de Educadores de La Guajira. En ese escenario fue un inclaudicable defensor de los derechos de los docentes, en especial los reclamos para obtener un mejor servicio de salud. 

Desde hace unos cinco años es uno de los máximos líderes del partido Unión Patriótica en Maicao. El pasado 26 de julio se inscribió como candidato al concejo por la lista de la alianza entre Unión Patriótica y Colombia Humana, la que reconoció sus méritos y le asignó la responsabilidad de ser cabeza de lista. 

Las luchas por la educación y la cultura serán dos de los frentes que promoverá desde la campaña y defenderá en el concejo municipal. 

Hugo Sierra, candidato al concejo de Maicao


Hugo Sierra Deluque es un joven que se ha dedicado a cultivar el difícil arte de la carpintería metálica.   Su arte es trabajar el aluminio, el hierro y otros metales para convertirlos en hermosas puertas, ventanas y portones. Además es un luchador de las causas cívicas. 

El pasado 26 de octubre se inscribió como candidato al concejo en la lista de la alianza entre Colombia Humana  y Unión Patriótica, en la que fue premiado con el número 5

Como bandera anuncia trabajar por el deporte, la seguridad programas para fortalecer a la juventud.

domingo, 28 de julio de 2019

Tierra de inmigrantes

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

¿Cómo haría para describir esta tierra de todos y de nadie sin decir nunca mi nombre, como me lo ha pedido el maestro Víctor Bravo en nuestro placentero taller sabatino de crónicas?   ¿Tal vez deba aludir a las cinco salas de cine que un día existieron y luego se cerraron para siempre?  ¿O mencionar el recuerdo borroso de los colegios privados de primaria en donde aprendieron sus primeras letras varias generaciones de ciudadanos? ¿O traer a la mesa una fotografía en la que aparece, casi irreconocible, la laguna que un día fue y que ahora no está?  ¿O referirme al edificio de trece pisos que fue el símbolo de una bonanza comercial sin límites y que fue el más alto de la comarca durante mucho tiempo?

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La tierra de los memorables molinos de viento tiene hoy un mapa distinto al de hace diecinueve años cuando le cercenaron parte de su territorio, calles derechas y llenas de voces de otros tiempos, pinceladas de bellezas que vienen vagamente a la memoria y hombres y mujeres con otros acentos y otras costumbres que llegan por un lado y se van por el otro, como el viento que se mueve sobre los tejados y aúlla en los desolados potreros de mi barrio. 

El pueblo del que hablamos mientras se hace el esfuerzo por no decir su nombre se fue poblando de la misma forma en que llegan las hormigas al sitio en que se sabe que hay un pedacito de panela.  Los primeros, obviamente, fueron los propios wayüu, los dueños de la tierra. Y un poco después los criollos de espíritu emprendedor quienes vieron la oportunidad de ubicar allí sus establecimientos comerciales. 

Así fueron llegando los papayaleros, barranqueros y riohacheros. Del interior del país vinieron policías y soldados con la misión de cuidar los caminos de la patria y triunfaron en su tarea pero sucumbieron ante la seducción de mujeres guajiras; del otro lado del mar vinieron los árabes, a quienes equivocadamente llamaron turcos y le dieron un fuerte impulso a la venta de mercancías extranjeras. Aquí se encontraron con algunos colegas judíos y unieron sus esfuerzos para convertir a su nueva tierra en un lugar próspero y muy conocido en todo el país como epicentro del comercio en el Caribe. 

Así mismo se asentaron  los hijos de la sabana del Sinú, quienes iban de paso hacia la poderosa Venezuela en donde venderían las fuerzas de sus brazos y su sabiduría ancestral para hacer producir la tierra, pero algunos se quedaron, mientras encontraban cupo en la próxima caravana de Cresenciano, un palenquero experto en llevar a los colombianos hacia su deseado destino y que entre otros llevó de la mano a Antonio Cervantes Kid Pambelé y a otros héroes anónimos del Caribe. 

 A algunos sinuanos se les hizo larga la espera y decidieron armarse de valor y de unos termos de tinto, mientras le anunciaban la hora de su partida. Pero para muchos de ellos el mientras tanto se les convirtió en un eterno “mientras siempre” y aún viven en este pueblo de piedra y arena, peinando sus canas y peleando con los nietos para que no anden por el monte con el pie en el suelo. 

Hoy, la tierra que describimos, recibe nuevas oleadas de inmigrantes extranjeros, quienes han llegado en las condiciones más desfavorables de pobreza y en la mayor indignidad que podamos imaginar; duermen muy mal, comen cuando pueden, se bañan donde no deben y sobreviven por la misericordia del transeúnte que se conmueve de tanta miseria junta. 

Esa es la tierra de todos y de nadie.  Aquí llegan muchas personas en calidad de pasajeros en tránsito, pero a algunos del destino los conduce a quedarse para siempre. 

Si aún no han dado con el nombre de la tierra que describimos, entonces para terminar con el misterio podríamos decir que es el pueblito al que le canta Álvaro Pérez, al que consiente Dios con su generosidad, la cuna de Muebles Leyda y la sede de una mezquita hermosa como los atardeceres del Caribe. 

Es la tierra en donde se hubiera quedado a vivir por siempre un tal Antonio Cervantes  Kid Pambelé, sin el buen Cresenciano Cañate no se hubiera apurado para llevarlo al otro lado de la frontera para que un tiempo después se convirtiera en campeón del mundo y el mejor deportista del siglo en Colombia. 

Esa tierra es la tierra de quien firma este texto, y es la suya también, si aprende a quererla como la quiero yo. 

jueves, 25 de julio de 2019

Marcos Barros Pinedo: el niño que leía periódicos


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Les voy a contar la historia de un niño muy niño que, en vez de jugar fútbol, como todos los demás de la cuadra, se dedicaba era...a leer los periódicos del día.    Imagínense esta escena en la Riohacha de finales de los cincuenta en la casa de Santander Brito, alguien que había creado el hábito de leerse todos los días los dos periódicos más importantes del país: EL TIEMPO y EL ESPECTADOR.  Uno de los muchachos del barrio se le sentaba al lado y, tomaba el periódico que estaba desocupado y lo despachaba desde la primera página hasta la última; desde la portada hasta los clasificados; desde las tiras cómicas hasta los avisos clasificados. 


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Con el tiempo infante aprendió a leer más rápido que el adulto y, después de terminar con el diario que en suerte le había correspondido, se concentraba en observar a su benefactor como rogándole con la mirada    "termine rápido para leerme ese otro periódico".     

Parecía a esos niños que terminan de desayunar y se quedan a la mesa para ver si su papá le deja un trozo de la carne que aún queda en su plato o al menos el codiciado medio jarro de avena que aún no ha consumido. Santander miraba de reojo a su acompañante y le pasaba la sección de deportes, mientras él terminaba de leer las noticias y editoriales de la página principal.  

El niño creció y más adelante se encontró con un profesor que potenciaría sus habilidades comunicativas. Se trata de Dencil Escolar, quien lo animaba a leer no sólo periódicos sino libros que el mismo le recomendaba. Después le preguntaba sobre los personajes, la forma en que vestían, cómo caminaban, de qué color era su caballo, cuántas ciudades había visitado y en qué años. Lo anterior le sirvió al alumno no solo para consolidar su hábito de lector impenitente sino para desarrollar una memoria prodigiosa, capaz de guardar los más pequeños detalles de lo que leía y de lo que ocurría a su alrededor. Su amor por la lectura le sirvió para enamorarse del periodismo. Bueno, en cierto sentido no ha sido solo amor sino casi una enfermedad de la que no quiere curarse.  

¿Saben de quién estamos hablando?   Ni más ni menos que de Marcos Antonio Barros Pinedo, uno de los más destacados periodistas de La Guajira. El mismo que ha trabajado en todos los periódicos y emisoras  de La Guajira desde 1.963 hasta la fecha, el que ha entrevistado a todos los gobernadores y alcaldes, el que ha prendido su grabadora para captar la voz de personalidades como los presidentes Julio César Turbay y Juan Manuel Santos, a los exministros Nohemí Sanín y Andrés Felipe Arias, a casi todos los deportistas famosos de Colombia, a Ingrid Betancur y al inmolado líder Luis Carlos Galán Sarmiento, la cual publicara completa en el periódico EL NUEVO  de Carlos Herrera Fernández. 

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De sus aventuras periodísticas recuerda trabajos publicados en Despertar Peninsular periódico de Carlos Serrano Cotes, que tenía su sede en Maicao. También sus escritos en Guajira Gráfica de Germán Rojas y Causa Guajira, de Pepe Palacios.  

Trabajó en Radio Almirante de Riohacha y en Radio Península de Maicao en donde dirigió el legendario programa deportivo "Península y los Deportes".  En Radio Delfín fue el periodista que inauguró los espacios noticiosos por allá en 1.986 con la dirección de Emiliano J. Pacheco y en compañía de su amigo de toda la vida Charles Dawn Calderón.  

Su característica principal ha sido la de serle fiel a los dictados de su conciencia, por eso llama blanco a lo que es blanco y negro a lo que es negro. Le dice bueno a lo que es bueno y malo a lo que es malo.  Esto le ha servido para dos cosas: para ganarse el respeto que siempre ha tenido y para ser blanco de las antipatías de algunas personas que han sido objeto de sus críticas.  

Sus momentos más tristes en el periodismo han sido aquellos en que el deber lo ha llamado a cubrir noticias sobre accidentes u homicidios en los que las víctimas ha sido amigos suyos. Recuerda por ejemplo el 25 de julio de 1.985 cuando se sentó a escribir una crónica sobre el accidente del avión FAC-902 de la Fuerza Aérea Colombiana en Leticia, en el cual perdieron la vida 81 personas, entre ellas el dirigente deportivo maicaero Hernando René Urrea Acosta y su esposa Alba Luz Tamayo.  Ese día Marcos debería estar muy contento porque cumplía años, pero debió cumplir con la triste tarea de registrar para la historia los pormenores de una tragedia que enlutó a La Guajira y al país.  

A lo largo de su carrera ha trabajado en todos los medios: prensa escrita, radio, televisión e internet. En la actualidad presta sus servicios a Uniguajira Estéreo y al Noticiero de Guajira Estéreo. Y todos los días publica deliciosas píldoras históricas en sus redes sociales, especialmente en Facebook, en las cuales revela otra de sus facetas, como lo es la de historiador de las cotidianidades que vivió como ciudadano y reportero.  

Marcos Antonio Barros Pinedo nació el 25 de julio de 1.947 y comenzó a hacer periodismo en 1.963 cuando solo tenía 17 años de edad.  Es una enciclopedia humana, una biblioteca ambulante, una memoria de las que ya no vienen, un periodista de los que no aprendió a hacer otra cosa que a hacer periodismo con ética y honestidad. Por eso siempre mantuvo la carta de renuncia a la mano, para no dejarse imponer el criterio de los dueños de los medios y para vivir con la frente en alto y ser el orgullo de sus hijos.  

Esta no es una crónica sobre la vida de Marcos, ni más faltaba que alguien pudiera hacerle una buena crónica al mejor cronista. Pero sí es un humilde reconocimiento a quien, en La Guajira, tierra donde las cosas no son fáciles y menos si se trata de ejercer el periodismo, ha dejado una huella como persona de bien y como profesional íntegro.  

Y pare de contar... 

lunes, 22 de julio de 2019

El sapo trapichero


Escrito por: Arturo Peña Barbosa


Suena el despertador en un viejo reloj de cuerda comprado a los gitanos en uno de sus  primeros viajes que estos realizaron por las veredas de Nocaima;  es la una de la madrugada, hay un poco de pereza o digamos,  más bien,  cansancio acumulado, pues la jornada del día anterior fue dura y muy agotadora, pero tocaba ponerse de pie, la molienda no da espera.

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Feliciano, un hombre forjado por las labores del campo y de regio carácter, emprendedor y cumplidor de su deber, fue el primero en decir: 

-Arriba muchachos, llegó la hora de emprender la jornada
Su séquito integrado por 4 hijos varones y dos mujeres quienes eran el apoyo de doña Emérita esposa de Feliciano, era todo un batallón para enfrentar esa dura labor como lo es la fabricación del dulce sabor a miel que a la postre se convertirá en panela.

Eliseo era el mayor de sus hijos, muy serio y responsable frente a las labores y compromisos con su padre; Fernando el segundo tenía la manía de ser un poco perezoso para la levantada, tanto que Feliciano lo amenazó en varias oportunidades de echarle un baldado de agua fría de la madrugada para que se levantara; Gallo,  el tercero de los hombres, era toda una fiesta para todo, no paraba de hablar desde que se levantaba hasta caer rendido de tanto dar lora durante el día, pues era más lo que perturbaba que lo que trabajaba; Milo el cuba como suelen llamar al menor de la camada, a quien se le permitía dormir unas cuantas horas más en consideración a su edad; Dalia y Laurentina ayudaban a su madre en los quehaceres de la cocina... y a apurar el tinto, que antes de prender el motor de moler la caña degustaban con pan traído de la tienda de don Rito que estaba a una corta distancia de esta bella estancia.

-Bueno mijo, le gritó Feliciano a Eliseo, ponga la perrita a aullar. La expresón se refería a prender el motor para dar vuelta al trapiche de moler la caña. Pero, cosa curiosa, éste no arrancaba.  
Feliciano revisó el ACPM del motor y todo estaba  en orden, pero nada, otro intento y nada.  
Fernando que era bien agüerista,  dijo: 

-Papá….¿¿no será el jurringas????  
Era una forma de referirse al demonio

-Qué jurringas ni qué jurringas, venga más bien a darle vuelta a este aparato a ver si prende, le respondiò Feliciano

Gallo que era bien lambericas se acercó al volante del trapiche y gritó: 

-Lo encontré

-¿Qué encontró?, preguntó Feliciano, 

-Un enorme sapo que tiene trancado el volante, pues le atravesó una pata y no lo deja girar

En ese momento todo fue algarabía pero el condenado sapo nada que quería quitarse de ahí. 

De pronto  a Gallo que era el más charlatán se le ocurrió hablarle al sapo: 
-Quítese  de ahí compadre que en minutos va a haber mucho caldo de caña para tomar. 

Al pronunciarse palabras desapareció el espanto. 

Gran sorpresa se llevaron porque después de una hora de estar moliendo, fueron a revisar el fondo del aparador del caldo para ver si ya podían distribuirlo en las diferentes vasijas y así prender la hornilla. 

En ese momento pudieron comprobar que allí no había una sola gota, no lo van a creer, pero estaban instalados un centenar de sapos gigantes en hileras de dos en dos, tomándose el caldo que venía por la canal conductora hasta el fondo del  aparador; qué cosa inaudita, en ese preciso momento en que fueron sorprendidos, un eructo ruidoso salió de la boca del sapo mayor que con voz de satisfacción dijo: 

-Ahora sí nos vamos.

Feliciano no podía dar explicación a lo sucedido, pero Eliseo que era muy creyente y devoto a la Virgen del Perpetuo Socorro dijo: 

-Esas son cosas de mi Dios y no hay más remedio que seguir moliendo. 

Después de semejantes sucesos cualquiera pensaría que todo volvería a la normalidad, pero no fue así, Fernando que estaba gaveriando dijo en tono airado: 

-Quién carajo cogió un palo que le hace falta a la gaveraaaa

Nadie dio razón, Gallo como siempre atento a los detalles y señalando en forma precisa indicó el lugar donde se encontraba el palo faltante, allí precisamente en la boca de una serpiente, se lo había atravesado un sapo para defenderse y evitar ser comido por este enorme reptil, la pelea fue sin cuartel, golpe va golpe viene, en el rigor de esta riña quedó tendida en el suelo tanta caña la cual tocó terminar de cortar para llevarla al trapiche, que de paso sirvió para suplir el desastre de la pérdida del caldo ocasionada por el centenar de batracios abusivos de unas horas atrás.

Feliciano recuperó el palo faltante, le hizo hacer las paces a reptil y batracio para así poder continuar su molienda y fabricar la panela que estaría vendiendo en el mercado ese fin de semana.

LUARPE54 


GLOSARIO.

VOLANTE: Pieza del trapiche donde se coloca la correa que conecta al motor.
FONDO: Recipiente metálico para almacenar el caldo o jugo de la caña.
LAMBERICAS: Persona muy metida o imprudente.
GAVERA: Molde para fabricar panela.
GAVERIANDO: Oficio de moldear la panela.




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