Poner es uno de los verbos más importantes por su gran riqueza de significados.
Uno puede poner la olla en la estufa y también puede ponerse la camisa.
Uno puede poner la olla en la estufa y también puede ponerse la camisa.
Algunos ponen dinero en el banco y otros ponen las cartas sobre la mesa.
También podemos poner (preparar) la mesa para que pasen los comensales.
Una autoridad puede poner un asunto a disposición de otra autoridad un tema de su competencia y en una colecta cada uno puede poner su cuota.
Lastimosamente hace algunos decenios comenzó una persecución contra este querido verbo.
¿La causa? Algunos profesores castigaban a sus estudiantes con los temidos reglazos por la insólita falta de decir "yo puse mis libros sobre el pupitre".
Quienes obraron de esa manera recomendaron que se utilizara colocar y de ahí en adelante el español comenzó a sufrir de una perniciosa enfermedad que pudiéramos bautizar con el nombre de "coloquitis aguda".
Hoy en día cuando a uno le da pena no se le pone sino que se le "coloca" la cara roja, y hasta las gallinas, quizás por ponerse a la moda o por evitar el reglazo de sus emplumados maestros, ya no ponen sino que colocan los huevos en el nido. ¡Qué barbaridad! Se me pone la cara roja de la ira.
No tengan pena mis amigos, que a nadie se le "coloque" el rubor en la cara al usar uno de los verbos con más entradas en diccionario de la Real Academia Española(RAE) de la Lengua.
Vamos a ponernos serios y defendamos nuestras palabras, por encima de la moda y de los temores a que nos comparen con una gallina.
Pongámonos las pilas y defendamos esas bellas palabras con las que nacimos y crecimos.
Y usted, no ponga esa cara de pocos amigos, como si no estuviera de acuerdo con lo que acaba de leer.
Más bien póngase en el lugar del verbo poner, al que quieren desaparecer malamente.
Y defiéndalo como un patrimonio del idioma que habla desde niño y hablará hasta cuando se ponga viejo.
Vamos a ponernos serios y defendamos nuestras palabras, por encima de la moda y de los temores a que nos comparen con una gallina.
Pongámonos las pilas y defendamos esas bellas palabras con las que nacimos y crecimos.
Y usted, no ponga esa cara de pocos amigos, como si no estuviera de acuerdo con lo que acaba de leer.
Más bien póngase en el lugar del verbo poner, al que quieren desaparecer malamente.
Y defiéndalo como un patrimonio del idioma que habla desde niño y hablará hasta cuando se ponga viejo.