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miércoles, 13 de mayo de 2009

Ya basta de ¡Guayaquil independiente!

Por: Luis Pacheco Manya
Suboficial Segundo - IN
Dirección General De Inteligencia Del C.C. De Las FF. AA. De Ecuador

“Distintas son las vías del corazón, de las leyes que rigen la inteligencia. En él tienen su imperio las pasiones, cuyo alimento y vida no lo constituyen siempre ni la luz, ni la verdad, ni la justicia, ni la virtud, sino el interés propio, ídolo en cuyo altar se sacrifican a menudo la paz, la conciencia y el honor”. José Le Gouhir.

A propósito del título de este trabajo, voy a tratar de explicar las razones históricas por las cuales se lanzó esta proclama y que en la actualidad, mediante una mala interpretación, digo, se ha intentado darle un tono eminentemente regionalista.

Hoy, cuando todos los pueblos civilizados del mundo procuran asociarse y vivir en comunidad, en nuestro pequeño país se pretende avivar la mecha del regionalismo costeño, disfrazado de autonomía. Es difícil entender que a pesar del tiempo transcurrido desde 1830 a la actualidad no hayamos podido robustecer las relaciones regionales, principalmente de la Costa con la Sierra, (Guayaquil y Quito).

Todo lo hemos olvidado en esta época de perturbación moral, época de siniestros efectos de propaganda disolvente. Todo lo derrumbamos; en nada creemos ya. Tan cegados nos encontramos que ni los hechos prominentes del génesis de la Libertad son de nuestra atención.

La revolución del 10 de agosto de 1809, la primogénita de la libertad de Hispanoamérica, la del germen fecundo de una pléyade de hombres valerosos como el Dr. José Joaquín Eufrasio de Olmedo y Maruri, José María de Antepara y Arenaza, Carlos Lagomarsino, guayaquileños de casta, partícipes de esta gesta heroica.

Estimulados por las gestas internas y externas, los guayaquileños declararon su independencia en la mañana del 9 de octubre de 1820, dirigidos por insignes patriotas como el General José de Villamil Jolly, Coronel León de Febres Cordero y Oberto, la participación del ilustre quiteño, Coronel Lorenzo Juan Nepomuceno de Garaicoa y Llaguno, Dr. Luis Fernando de Vivero y Toledo, oriundo de Pujilí, Teniente Coronel Rafael María de la Cruz Jimena y Larrabeitia, Coronel Francisco de Paula Lavayen Muguerza, los hermanos: Coronel Juan Francisco y General Antonio Elizalde La Mar, de una de las familias más notables del país y de tres más de igual clase, General Guillermo Bodero y Franco, Dr. Francisco de Marcos y Crespo, Teniente Ciriaco Robles y García, etc., y otros ciudadanos venezolanos que se impusieron la misión sagrada de erradicar los vestigios del colonialismo español afianzado en estos lares.

Luego de la “Revolución de Octubre”, que logró la Independencia de Guayaquil, esta provincia había logrado mantenerse libre e independiente a pesar de los esfuerzos ibéricos por reconquistar el puerto de la Real Audiencia de Quito.

El 8 de noviembre de 1820, se estructuró el “Colegio Electoral de la Provincia Libre de Guayaquil”, conformado por 57 diputados, los cuales aprobaron el “Reglamento Provisional de Gobierno”, constituido por 20 artículos y que fue elaborado por el Dr. José Joaquín de Olmedo. Olmedo fue elegido “Presidente Provisional del Estado Libre de Guayaquil”, que abarcaba las actuales provincias de Manabí, Guayas, Los Ríos y El Oro. Como Jefe Militar Provincial se nombró al Teniente Coronel peruano, Gregorio Escobedo y Rodríguez de Olmedo.

El 11 de julio de 1822, Simón Bolívar arribó a la ciudad de Guayaquil, cuando la población había llegado, a un altísimo grado de intensidad y decadencia, sus habitantes le pidieron que inmediatamente incorpore la “República Independiente de Guayaquil” a Colombia, mas el Libertador expresó que la “incorporación debía hacerse por el voto libre y espontáneo del pueblo, en la convocatoria que estaba acordada para el 28 de julio, cuyo resultado aguardaba”.

Por entonces, existían tres partidos: el colombianista, el peruanófilo y el independiente; estos grupos asumían una abierta beligerancia, especialmente los simpatizantes de los dos primeros, que pudieron llegar a límites de violencia extrema de no mediar la figura serena de Olmedo, que lleno de cautela impidió una resolución extrema. Olmedo anhelaba la unidad de las provincias que componían el antiguo Reino de Quito.

Los tres partidos, impetuosos torrentes de opinión habían dividido la ciudad y cada facción tenía sus guías y baluartes, sus inspiradores y gritos de combate, sus distintivos y figuras, inclusive sus emblemas para los vestidos, ya que las señoras también participaban de esos fervores partidistas.

Según Gerónimo Espejo, testigo de aquella época, “las mujeres que pertenecían a las filas del autonomismo provincial, se presentaban en público con cinturones, lazos y adornos azules; las peruanófilas, con un distintivo punzó o rosado, y las colombianistas, con un amarillo, verde o azul y encarnado, que denotaba el iris... “.

En los mismos instantes en que entraba Bolívar a Guayaquil, a pesar del estruendoso vitoreo de sus partidarios, no se podían callar los gritos de los otros partidos, y todo se hizo una confusión:

¡VIVA COLOMBIA! ¡VIVA EL PERU!
¡VIVA SIMON BOLIVAR! ¡VIVA GUAYAQUIL INDEPENDIENTE!

Un grupo de señoritas, vestidas de blanco y azul, colocadas por donde debía pasar el Libertador, iniciaron desde sus balcones, secundados por grupos de ciudadanos, el grito de: ¡VIVA GUAYAQUIL INDEPENDIENTE!, obligando a Simón Bolívar a colocarse el sombrero con que saludaba a la multitud, según relata Espejo.

Francisco María Roca Rodríguez y Rafael María Jimena Larrabeitia, vocales de la Junta de Gobierno simpatizaban con el partido anexionista al Perú; en cambio Olmedo era partidario del autonomismo, así como la mayoría del Cabildo. El peruanismo por su parte había realizado proselitismo entre comerciantes, chapetones y godos conversos.

En cambio, La mayoría de los representantes de la Asamblea provisional, Colegio Electoral o Congreso, pues se le denominaba de las tres formas y el Procurador de la ciudad, don Leocadio Llona, manabita de Jipijapa, eran simpatizante del colombianismo, por lo tanto, contrarios a la opinión de los vocales de la Junta de Gobierno y la mayoría del Cabildo, mismo que debían reunirse en esos días para resolver definitivamente sobre tan ardua cuestión.

Luego de la llegada de Simón Bolívar, los partidarios de Colombia elevaron su solicitud al Cabildo, por intermedio del Procurador, pidiendo que decida la incorporación de Guayaquil al Estado de Colombia.

El Cabildo y la Junta de Gobierno rechazaron tal petición, entonces los mismos ciudadanos y el Procurador se dirigieron al Libertador, con otra solicitud “en términos más precisos y perentorios”, pidiéndole que tomara la provincia bajo su protección y asumiera el mando civil y militar de ella.

El 12 de julio, en Cabildo Abierto, 226 ciudadanos solicitaron al Ayuntamiento que fuese proclamada la incorporación a Colombia. La petición fue postergada, entonces, los firmantes junto a una multitud aclamaron al Libertador, pidiéndole que tomase bajo su protección a la Provincia Independiente de Guayaquil.

Los firmantes, gente de mucha valía y representación, eran: Morlas, Marcos, Oramas, Robles, Espantoso, Merino, Llaguno, Roca, Novoa, Garaicoa, Lavayen y Elizaldes, Vergara, Gorrochástegui, etc., incluido el clero y los obreros.

El 13 de julio, se precipitaron los acontecimientos, la Junta Superior de Guayaquil declara que “confiere todos los poderes a S.E. el Libertador Presidente de Colombia para salvar al pueblo de Guayaquil de la espantosa anarquía en que se halla, y evitar las funestas consecuencias de aquello, acogiendo el clamor general, declárase bajo la protección de la República de Colombia, para proveer a su defensa y sostén de su independencia, y comprenderla en todas sus negociaciones y tratados de alianza de paz y comercio, que celebre con las naciones amigas, enemigas y neutrales... sin esta medida de protección coarte de ningún modo la absoluta libertad del pueblo para emitir franca y espontáneamente su voluntad en la próxima congregación de la representación”.

Cesaron los gritos y las convulsiones. Se izó triunfalmente en el muelle el tricolor colombiano, y la Junta de Gobierno se disolvió, sus miembros inconformes se embarcaron en las naves de San Martín para abandonar el país.

Como era lógico, Roca, Jimena y Olmedo salieron inmediatamente con rumbo al Perú. Bolívar envió repetidos mensajes a Olmedo, pidiéndole permanecer en Guayaquil, no así a los demás miembros de la Junta.

De esta manera, la Junta Provisional de Gobierno cesó en sus funciones y Simón Bolívar asumió todos los poderes. “Así, finalizó la existencia de la “República Independiente de Guayaquil”, en que una facción de comerciantes ricos y poderosos querían perpetuarse en el poder, y de no conseguirlo, unirse al Perú, causando muy graves perjuicios a Colombia“, según opinión del escritor colombiano, Restrepo.

Bolívar, se había preocupado tanto de la indecisa actitud de Guayaquil en el problema de la anexión a Colombia, que el 2 de enero de 1821 escribió a Olmedo: “V.E. debe saber que Guayaquil es complemento del territorio de Colombia; que una provincia no tiene derecho a separase de una asociación a que pertenece, y que sería faltar a las leyes de la naturaleza y de la política permitir que un pueblo intermedio viniese a ser un campo de batalla entre dos Estados; y yo creo que Colombia no permitirá jamás que ningún poder de América enzete su territorio”. Y en personal misiva: “... Ud. sabe, amigo, que una ciudad con un río no puede formar una nación... Quito no puede existir sin el puerto de Guayaquil, lo mismo que Cuenca y Loja... Túmbez es límite del Perú y por consiguiente la naturaleza nos ha dado Guayaquil... y yo lisonjo que Ud. empleará todo el influjo de su mérito, saber y dignidad, para que no se dé a Colombia un día de luto...”.



El 31 de julio de 1822, la Asamblea Provincial ratificaba lo actuado y declaraba, por resolución que Guayaquil, “desde aquel momento quedaba para siempre restituida a la República de Colombia”, El 11 de agosto de 1822 fue jurada la Constitución de Colombia y la provincia quedaba gobernada por un Intendente, el General colombiano, Bartolomé Salom.

Para esto, El 25 de julio el Libertador argentino, José de San Martín y Matorras arribó a Puná, el 26, por la mañana llega a Guayaquil. Bolívar junto al pueblo guayaquileño lo recibieron con demostraciones de respeto y simpatía; pues se trataba de uno de los más grandes héroes de América, libertador de Argentina, Chile y protector del Perú, además que con soldados de su patria, había contribuido a la independencia de nuestro país. El 27, se realizó una segunda entrevista, pero Bolívar ya se le había adelantado rápida y enérgicamente en la reintegración de Guayaquil a la Gran Colombia.

Con extraordinaria prudencia y alto espíritu americanista, San Martín desistió de toda maniobra al respecto y retornó a Lima torvo y taciturno, convocó al Primer Congreso Constituyente del Perú y se despojó, ante él, de su banda alba y roja de Protector de esa República.

Uno de los principales objetivos de su viaje, era precisamente la incorporación de Guayaquil y toda la provincia al Perú. Para este efecto contaba con las incitaciones de los políticos peruanos, y también con las simpatías peruanófilas de un buen número de habitantes guayaquileños de la clase acomodada que vía marítima enviaban a sus hijos a educarse en Lima, lo cual fomentaba nexos de amistad y parentesco.

Guayaquil y la mayor parte de la costa, durante el incario, fueron una pequeña nación primitiva; durante la Colonia, pertenecieron a la Audiencia de Quito, pero a pesar de los trescientos años transcurridos, no se logró abrir suficientes comunicaciones materiales ni espirituales que integrasen mejor sus regiones, debido a lo desfavorable de la geografía serrana.

La Sierra con Quito y la Costa con Guayaquil, las dos como centros de aglutinación y desarrollo, tuvo y tiene hoy características opuestas; mercado interno agrícola, de la Sierra; economía de exportación de la Costa, hasta iniciar una poderosa clase financiera, burguesa y mercantil que no se ha podido integrar nacionalmente con la Sierra y fortalecer la unidad nacional.

Para finalizar, hago mías las palabras de Diego Delgado Jara, ex candidato socialista a la Presidencia de la República, de su libro "Problema Territorial: Oligarquía y Pueblo", cuando refiriéndose al problema territorial con el Perú, que era lo único que definitivamente nos lograba unir, dice: "Hay Acciones que enervan el ánimo y una indignación perdurable pareciera que se queda como una daga invencible clavada en el espíritu para siempre".

Sinceramente creo que los ecuatorianos nos merecemos mejores días, trabajemos por ello, costeños y serranos, "todos entonemos, al unísono, un himno de alegría, en cuyos notas estén presentes las voces de los oprimidos de nuestra tierra que solo aspiramos a vivir en paz y comunión entre hermanos de un mismo país y podamos dar la bienvenida a un futuro de porvenir. Ese es nuestro anhelo y estoy convencido que así será".

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