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sábado, 15 de marzo de 2008

LOS NIÑOS Y LOS JUEGOS ELECTRÓNICOS VIOLENTOS

Por: Orlando Cárcamo



Estaba de visita en casa de un amigo y observaba a sus hijos jugar en el ordenador. Eran dos niños, uno de trece años y otro de siete. Era el turno del niño menor y jugaba "Hitman 2: Silent Assassin" (Asesino silencioso). El jugador tenía que realizar la misión de entrar a un bunker y matar a un alto militar ruso. Antes de llegar hasta el militar, debía vencer a la guardia. Entonces, el niño eligió un arma con silenciador y se aproximó al bunker. Al acecho, mató a un guardia. Por una pierna lo arrastró hasta un lugar apartado dejando un rastro rojo de sangre. Allí le quitó el uniforme y se lo colocó él para pasar desapercibido y sorprender a los demás guardias.



Al rato, me llamaron nuevamente los chicos para mostrarme otro juego, Delta Force. Esta vez el jugador era parte de un escuadrón de guerra norteamericano que a bordo de un helicóptero BlackHawk debía atacar una aldea de rebeldes africanos. Primero, en sobrevuelo, la aldea es ametrallada. Luego, bajan los soldados y comienza el combate. Al aproximarse los soldados a los ranchos, personas desarmadas de raza negra salen despavoridas a buscar refugio. Con una ráfaga de su fusil, el niño soldado los ametralló a todos: madre, padre y niños. No pude evitar regañar amablemente al hijo ajeno diciéndole que el derecho internacional humanitario plantea que en todo conflicto armado no se debe atentar contra la vida de la población civil. El chico al parecer me hizo caso. No disparó más contra los negros desarmados. Pero para mi sorpresa, lanzó una bomba con la cual voló toda la aldea.



Aparentemente los hechos narrados arriba no tienen nada de malo. Son solo juegos electrónicos. Sin embargo, realmente ofrecen un gran peligro para los niños y su vida de jóvenes adultos y adultos mayores sobre todo en un país como el nuestro donde, según la canción y los sucesos diarios, “la vida no vale nada”.



El peligro real que estos juegos encierran para los niños es que les inculcan subliminalmente el desprecio por la vida ajena y el culto a las armas de fuego. Les inculcan altas dosis de intolerancia y les presentan el asesinato como solución de los problemas sociales.



Según Jean Piaget, los niños hasta la edad de los 16 años pasan por importantes etapas de desarrollo fisiológico, en las cuales construyen su sistema de valores, su cognición y su visión de mundo. Es precisamente en los primeros años en donde se determina lo que un niño será cuando adulto. Existe un alto riesgo de que los niños que regularmente disfrutan de los juegos electrónicos de guerra, desarrollen habilidades y estrategias para resolver de forma violenta sus problemas cuando sean adultos.



Lo ideal sería que a los niños no se les permitiera jugar juegos electrónicos violentos. No obstante, resulta más conveniente que los padres o representantes dialoguen con los niños sobre la solución dialogada de los conflictos y el respeto a la vida de los demás en el marco de un país democrático como el nuestro. Este diálogo con los niños debe ser un propósito frecuente en el seno de cada familia para la construcción de una sociedad colombiana tolerante y en paz.


viernes, 8 de febrero de 2008

PRUDENCIA Y TOLERANCIA EN LAS VIAS

MAICAO AL DÍA
Nuestras calles y carreteras se han convertido en espacios en donde reina la intolerancia y la imprudencia. Orlando Carcamo reflexiona sobre la necesidad urgente de la tolerancia y la prudencia al conducir.
ººººº
PRUDENCIA Y TOLERANCIA EN LAS VÍAS

Por:
Orlando Cárcamo Berrío
ocarcamob@yahoo.com



Había una cola de carros a la salida de una ciudad. Un motociclista, en su moto nueva, avanzaba a toda velocidad adelantando carros en zigzag con la temeridad que caracteriza a muchos de ellos. Unos metros antes de un puente, intentó adelantar por la izquierda a una tractomula pero no pudo porque venían carros de frente. Luego, vio un claro por la derecha, entre el camión y la baranda del puente y, con cierta agresividad y velocidad, entró por esa parte. Los testigos dicen que después de haber avanzado hasta más o menos la mitad del camión, el ángulo entre el camión y la baranda se cerró más, la moto rozó la baranda y el impacto arrojó al motociclista al piso justo delante de las llantas traseras del camión. El conductor del camión fue alertado luego por otros conductores acerca del accidente que sus llantas traseras acaban de protagonizar.

Llevé la narración de este accidente a mi salón de clases para reflexionar sobre los valores de prudencia y tolerancia en la vida diaria porque uno de mis alumnos era mototaxista y entraba al salón de clases con un casco bajo el brazo. Naturalmente no quería que mi alumno tuviera un accidente por conducir de forma imprudente o intolerante.

Por tolerancia se entiende el respeto hacia las acciones o prácticas de lo demás aun cuando no nos agraden por su mal gusto, falta de educación o ignorancia. Como la violencia engendra más violencia, la tolerancia nos indica que los conflictos se solucionan de forma dialogada cuando realmente tienen importancia. Si en la calle algún conductor va de prisa, lo mejor es darle la vía. Cuando alguien, por ejemplo, viola una regla de tránsito, si somos tolerantes lo normal es que no digamos nada. ¿Qué podemos hacer? Si somos intolerantes, entonces le lanzamos insultos –que es lo que siempre se hace la gente mal educada-, lo cual puede generar problemas de agresiones y peleas en las vías. Dice el Libro de los Valores (El Tiempo, 2005): “Una gran virtud es tolerar en los demás lo que uno debe prohibirse a sí mismo”.

La prudencia es un valor de mucha importancia para quienes conducen moto o cualquier vehículo. Al respecto, dice el mismo libro: “ Una persona prudente se caracteriza por su cautela al actuar, la cual es resultado del alto valor que le da a su propia vida, a la de los demás y en general a todas las cosas que vale la pena proteger.” Entonces, un conductor prudente prefiere esperar unos segundos o minutos en una cola en lugar de tomar decisiones imprudentes que ponen en peligro su propia vida y la de los demás; prefiere bajar la velocidad en lugar de adelantar a un camión mientras se toma una curva o se sube una cuesta; prefiere manejar dentro de los límites de velocidad recomendados en carretera, etc.

Un par de semanas después de mi diálogo sobre el tema, entró mi alumno mototaxista con su casco bajo el brazo, el rostro hinchado como un balón, con cicatrices todavía sin sanar y un paso lento que reflejaba dolor. Le pregunté si fue intolerante o imprudente. Me respondió que él fue prudente pero fue chocado por un mototaxista imprudente.


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