Por: Orlando Cárcamo
Estaba de visita en casa de un amigo y observaba a sus hijos jugar en el ordenador. Eran dos niños, uno de trece años y otro de siete. Era el turno del niño menor y jugaba "Hitman 2: Silent Assassin" (Asesino silencioso). El jugador tenía que realizar la misión de entrar a un bunker y matar a un alto militar ruso. Antes de llegar hasta el militar, debía vencer a la guardia. Entonces, el niño eligió un arma con silenciador y se aproximó al bunker. Al acecho, mató a un guardia. Por una pierna lo arrastró hasta un lugar apartado dejando un rastro rojo de sangre. Allí le quitó el uniforme y se lo colocó él para pasar desapercibido y sorprender a los demás guardias.
Al rato, me llamaron nuevamente los chicos para mostrarme otro juego, Delta Force. Esta vez el jugador era parte de un escuadrón de guerra norteamericano que a bordo de un helicóptero BlackHawk debía atacar una aldea de rebeldes africanos. Primero, en sobrevuelo, la aldea es ametrallada. Luego, bajan los soldados y comienza el combate. Al aproximarse los soldados a los ranchos, personas desarmadas de raza negra salen despavoridas a buscar refugio. Con una ráfaga de su fusil, el niño soldado los ametralló a todos: madre, padre y niños. No pude evitar regañar amablemente al hijo ajeno diciéndole que el derecho internacional humanitario plantea que en todo conflicto armado no se debe atentar contra la vida de la población civil. El chico al parecer me hizo caso. No disparó más contra los negros desarmados. Pero para mi sorpresa, lanzó una bomba con la cual voló toda la aldea.
Aparentemente los hechos narrados arriba no tienen nada de malo. Son solo juegos electrónicos. Sin embargo, realmente ofrecen un gran peligro para los niños y su vida de jóvenes adultos y adultos mayores sobre todo en un país como el nuestro donde, según la canción y los sucesos diarios, “la vida no vale nada”.
El peligro real que estos juegos encierran para los niños es que les inculcan subliminalmente el desprecio por la vida ajena y el culto a las armas de fuego. Les inculcan altas dosis de intolerancia y les presentan el asesinato como solución de los problemas sociales.
Según Jean Piaget, los niños hasta la edad de los 16 años pasan por importantes etapas de desarrollo fisiológico, en las cuales construyen su sistema de valores, su cognición y su visión de mundo. Es precisamente en los primeros años en donde se determina lo que un niño será cuando adulto. Existe un alto riesgo de que los niños que regularmente disfrutan de los juegos electrónicos de guerra, desarrollen habilidades y estrategias para resolver de forma violenta sus problemas cuando sean adultos.
Lo ideal sería que a los niños no se les permitiera jugar juegos electrónicos violentos. No obstante, resulta más conveniente que los padres o representantes dialoguen con los niños sobre la solución dialogada de los conflictos y el respeto a la vida de los demás en el marco de un país democrático como el nuestro. Este diálogo con los niños debe ser un propósito frecuente en el seno de cada familia para la construcción de una sociedad colombiana tolerante y en paz.