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domingo, 24 de septiembre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Cuarto episodio )

La "tribu" de los Ospina en Bogotá

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Colaboración especial: Herbert Ospina Betancur

Resumen del tercer  episodio: Guillermo se ha acercado a depositar una carta en las oficinas de correo del batallón, pero tiene dudas y está  a punto de echarse atrás.  Entregará el documento? ¿Qué era lo que había escrito en esa hoja tamaño carta?  

Cuarto episodio

Al leer de nuevo la carta se percató de que había olvidado anexar el cupón prediseñado, obligatorio para hacer su solicitud. Desde unos días atrás, al escuchar las emisoras de radio que siempre lo acompañaban en sus largas jornadas de patrullaje, creyó que era una buena idea estudiar locución y así tendría un oficio al cual dedicarse cuando se retirara del ejército. Por eso le pareció buena idea inscribirse en una academia que ofrecía el curso por correspondencia.

Se regresó a buscar el formulario, pero ya era bastante tarde, lo mejor sería esperar al día siguiente. Pero al día siguiente se ocupó en sus compromisos militares y también los días siguientes hasta que finalmente desistió. Un amigo con el que hablaba de todo le inculcó la idea de que no era posible aprender locución por correspondencia sino con el micrófono en la mano o en una cabina de radio.

-         “Eso es como estudiar natación por correspondencia hermano. Para aprender a nadar vos tenés que lanzarte al agua. Así mismo para aprender locución vos tenés que tomar el micrófono y tener algo que decir, déjate de tonterías y caminá que hay mucho trabajo por delante”

Aplazadas sus intenciones de ser locutor se concentró en las actividades cotidianas y en atender a la familia. Meses después, agobiado por la nostalgia de estar siempre lejos de los suyos toma una decisión trascendental e irreversible.

Se retiraría del ejército y se reintegraría a la vida civil.

- “Pensalo bien Guillermo y déjate de locuras, más bien aguantá y esperemos unos años para ganar la pensión”

Pero Guillermo no reflexionaba ni por el consejo que le daba el mejor amigo.

Sus superiores trataron de convencerlo una y otra vez. Lo llamaron también los superiores de sus superiores y la respuesta fue la misma:

-         “Más reversa tiene un avión en pleno vuelo, mi comandante”

Una vez obtenida la baja se vinculó a la empresa de construcción de su papá Efraín y sus hermanos. Ellos andaban siempre juntos en el trabajo y la diversión y conformaban lo que bien podría llamarse “la tribu de los Ospina”. El único ausente siempre era Guillermo debido a sus ocupaciones en la milicia, pero la situación cambiaría en adelante.  La empresa tenía buena demanda en los municipios del altiplano cundiboyacense, así que la tropa de constructores viajaba de manera frecuente a los pueblos cercanos, aunque tenían sus centros de operaciones en Girardot y Bogotá.

En 1971 la tribu se fue para Tolú a atender la construcción de varias casas y un edificio. Viajaron todos, menos Sara, quien se encontraba embarazada.

  En junio Sara trae al mundo una hermosa niña a quien llamarían Nubia Sandra. La bebé fue el centro de atención y objeto del cariño de sus padres, abuelos y vecinos. En parte ella llenaría el vacío existente desde años antes por la prematura e inesperada partida de Mariselda hacia la eternidad.

En septiembre viajarían hacia Tolú para reunirse con el resto de la familia.

Hubo muchas dificultades para conseguir transporte, los días pasaban y no tenían claro como llegarían hasta su destino. Pero lograron conseguir cupo en un bus que hacía la ruta desde Bogotá hasta Barranquilla con entrada a los terminales de Montería y Sincelejo.   Después de largas horas, casi eternas, llegaron a Tolú. La felicidad del encuentro fue total. La figura central del acontecimiento fue Nubia Sandra. Los familiares, los vecinos y compañeros de trabajo se peleaban para tener la dicha de cargar a aquella niña que parecía un ángel.

Allá permanecían todos dedicados al trabajo y a disfrutar del bellísimo paisaje costero, de los paseos dominicales y de la unidad familiar. Los trabajos se hicieron a un ritmo muy bueno, de manera que, en la práctica estaba muy cercano el final del ciclo en ese lugar.   Mientras tanto, paseaban por el pueblo, les daban los retoques finales a las obras construidas y hacían el procedimiento de entrega final de la obra a quienes los habían contratado.

El aire de la nostalgia o lo que en otra parte llaman “guayabo” los embargaba de nuevo. Tendrían que dejar atrás las nuevas a mistades, el colegio y los profesores. Esa era la vida semi nómada que había elegido. Esta vez no se irían muy lejos, en un mes, aproximadamente de trasladarían a La Boca de la Ciénaga, un punto intermedio entre Coveñas y Tolú.

Cuando todo marchaba de la mejor manera, un hecho inesperado los obliga a anticipar el viaje.  Ese día debieron salir a toda prisa del pueblo. No hubo tiempo ni para recoger todas sus pertenencias.

Fin del cuarto episodio

Leer el quinto episodio

 

  

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