Escrito por: Mirollav Kessien
-Acabo de convencerla de que vaya conmigo a la iglesia en donde me volví
bueno, le aseguro que ella no necesita volverse buena porque ya lo es, pero de seguro se amará más a sí misma y
tendrá ganas de vivir por muchos años más.
-Cuídala mucho entonces, y no se te olvide pagarle lo que le debes, le
dijo Beruski
-No se preocupe, de eso me encargaré aunque tenga que pedir financiación
y pago por cuotas
Leer la parte quinta de Las historias de Beruski
Beruski los saludó con la mano, satisfecho por el final de esa particular
historia. Acto seguido se dirigió a la terminal de transportes, en donde compró
un tiquete hacia el puerto de Montsky.
Llegó casi al anochecer cuando el ir y venir de los transeúntes, de los
montacargas y las sirenas anunciaban que un barco de pasajeros estaba próximo a
zarpar. Se dirigió a la oficina de la naviera en conde compró un pasaje hacia
Pentik, en donde visitaría a sus abuelos a quienes no había visto en por lo
menos cinco años. Sería un encuentro maravilloso en el que podría volver a
probar la sopa de pavo a la pentik, un plato famoso en todas las reuniones
familiares y muy conocido también en toda la región aledaña al Río Antisic, en
donde se hablaba de la sinfonía de sabores presentes en la mesa de la señora
Mariuska.
El viaje fue muy tranquilo al principio pero de un momento a otro el
tiempo cambió de forma brusca, el viento comenzó a rugir con fuerza descomunal.
Los marineros tomaron sus posiciones desde las cuales intentaban estabilizar la
nave. Por encima de toda la confusión, los truenos, los relámpagos y los gritos
de los asustados viajeros, se escuchaba la voz del capitán dando inútiles instrucciones
que nadie escuchaba y si las escuchaban no podían ponerlas en práctica porque
la fuerza del mar embravecido y del viento incontenible era mayor que las
fuerzas humanas.
Beruski se aferró con todas sus fuerzas a un poste cercano a babor en
donde pudo mantenerse en pie. Desde donde estaba pudo ver a varias personas
tiradas en el piso de la cubierta y otras que sufrían los embates de la
tormenta rodando de un lugar a otro.
La confusión era total, los gritos desesperados de alguien que trataba de
encontrar a su familia conmovía hasta a los más serenos; el capitán continuaba
dando órdenes que muy pocos entendían y ninguno acataba; las señoras intentaban
mantenerse de rodillas para invocar a las fuerzas superiores del universo pero
el brusco movimiento del barco les impedía hilvanar sus oraciones.
Con el paso de los minutos la fuerza del viento disminuyó un tanto, los
marineros pudieron organizarse en pequeños grupos para atender sus tareas y los
pasajeros pudieron bajar, no sin dificultad, a una cámara en la que estarían
más seguros.
Beruski no quiso protegerse e como los demás pasajeros, en lugar de eso
tomó el puesto de uno de los marineros que se había lesionado.
-Capitán, estoy a sus órdenes para lo que me necesite, cuente conmigo
-No creo que sepas mucho de esto, pero de todas maneras te agradezco por
la disposición. Si te necesito te lo haré saber. Por ahora lo importante es
mantenernos a flote. Debemos sacar toda el agua que entró al barco.
-Ayudaré a sacar el agua y estaré disponible para lo que me necesite,
capitán
Poco a poco los marineros, con la ayuda de Beruski, pudieron sacar el
agua que había inundado la cubierta y algunas secciones de popa. El barco no
había sufrido ningún desperfecto y, si la tempestad amainaba, podrían llevar a
feliz término su viaje.
Pero el viento tenía otros planes. De repente comenzaron de nuevo los
movimientos bruscos y el rugido de los truenos, por algunos segundos el océano
se iluminaba como si fuera de día por efecto de los relámpagos.
Uno de los marinos situados en cubierta gritó aterrorizado:
-Capitán, mire hacia adelante, ¡estamos en peligro! ¡Hagamos algooo!
-El capitán desplazó su mirada hacia donde indicaba el marinero y, con la
ayuda de la luz relampagueante de la tormenta pudo ver algo que lo dejó
aterrorizado
Leer la parte siete de Las historias de Beruski
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