Escrito por: Mirollav Kessien
Yosep dobló el
sobre y se dirigió a la fila en donde formaba su contingente listo para abordar
el camión que lo llevaría al teatro de operaciones. Empezó a caminar detrás de
sus compañeros, pero de un momento a otro la pequeña procesión se detuvo. El
primer camión estaba lleno y debías esperar la llegada de otro que aún no
estaba listo. Mientras esperaba recordó el sobre que tenía en el bolsillo.
Lo sacó, miró con
curiosidad las palabras estampadas en la superficie en las que no se leía nada
diferente a su propio nombre como destinatario.
¿Te interesa leer la primera parte de este relato?
Cortó con cuidado
el sobre por la parte superior y entonces apareció una hoja con los símbolos
oficiales y, después de los saludos de cortesía, unas breves líneas en las que
le respondían acerca de la aprobación de su solicitud de retiro temporal
remunerado durante todo un año. La solicitud había sido aprobada tres días antes
de manera que ya estaba vigente y, por lo tanto, no estaba obligado a
participar en aquella misión.
Estaba confuso en
ese momento, apretó el sobre y o regresó de nuevo al bolsillo. Había solicitado su retiro temporal
remunerado y la respuesta era favorable, pero en ese momento la adrenalina
propia de quienes están acostumbrados a la acción y a la hiperactividad le
hacían serios reclamos: sus ganas de tomarse un tiempo le transmitían
felicidad, pero ese movimiento, ese bullicio y la posibilidad de vivir nuevas
experiencias también lo seducían. Como hombre de armas sentía que faltaba al
deber si se devolvía a quitarse las prendas de campaña; algo le gritaba desde
lo más profundo de su ser que estaba abandonando a sus compañeros y estaba
tomando el atajo de la solución más fácil, algo que en lo más íntimo de su ser
siempre había odiado.
Su primera
reacción fue permanecer en la fila y continuar su marcha hacia adelante, olvidar
lo que el documento consignaba de manera perentoria, embarcarse y continuar
como si nada hubiera pasado. Al regreso resolvería todo a su manera. Podría ser
una renuncia formal a su solicitud o un pedido de aplazamiento.
Sin embargo, su
infaltable y persistente voz interior le recordó que el documento recibido
tenía el efecto de una orden y él sabía que las órdenes no se discuten ni se negocian,
sino que se cumplen.
Se le ocurrió que
había algo que sí podía hacer, pero tenía que actuar muy rápido, antes de que
todos los camiones partieran rumbo hacia el desierto.
Salió de la fila,
caminó a toda prisa y se dirigió hacia el edificio administrativo en donde
pidió hablar de urgencia con el coronel Andripov, quien tenía entre sus
funciones la asignación de unidades a las diferentes operaciones que se
emprendían en la zona.
El coronel era un
hombre alto, de edad mediana, cejas pobladas y bigote abundante, recia
personalidad y con un aire similar al de las personas que siempre permanecen
ocupadas.
-
Buenas
tardes coronel, le ruego con respeto que me conceda al menos tres minutos de su
escaso tiempo
-
-Adelante,
pero le anticipo que ya ha invertido el primer minuto en los rodeos que ha
dado. ¿por qué no me dice de una vez qué es lo que quiere? Por estos días todos
estamos con muy poco tiempo disponible
-
Mire
coronel, en realidad yo quiero decirle lo siguiente. Estoy asignado para ser
parte de la misión que se dirige hacia el desierto de La Franja y nuestro contingente
está a punto de partir, por lo cual yo quiero hacer una solicitud. No sé por
dónde empezar
-
Espero
un momento respondió el superior ya sé lo que usted me quiere decir…se dirigió
con lentitud hacia una ventana, miró hacia el horizonte y por último taladró a
Yosep con la mirada. ¿será que usted me va a pedir lo que estoy pensando?
-
¿y
qué está pensando usted, coronel? Contestó Yosep
-
Lo
que yo estoy pensando es lo siguiente, rugió el coronel, y le voy a dar
respuesta de una buena vez…
Continuará
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