Escrito por: Arturo Peña Barbosa
Suena el despertador en un viejo reloj de cuerda comprado a los gitanos en uno de sus primeros viajes que estos realizaron por las veredas de Nocaima; es la una de la madrugada, hay un poco de pereza o digamos, más bien, cansancio acumulado, pues la jornada del día anterior fue dura y muy agotadora, pero tocaba ponerse de pie, la molienda no da espera.
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Feliciano, un hombre forjado por las labores del campo y de regio carácter, emprendedor y cumplidor de su deber, fue el primero en decir:
-Arriba muchachos, llegó la hora de emprender la jornada
Su séquito integrado por 4 hijos varones y dos mujeres quienes eran el apoyo de doña Emérita esposa de Feliciano, era todo un batallón para enfrentar esa dura labor como lo es la fabricación del dulce sabor a miel que a la postre se convertirá en panela.
Eliseo era el mayor de sus hijos, muy serio y responsable frente a las labores y compromisos con su padre; Fernando el segundo tenía la manía de ser un poco perezoso para la levantada, tanto que Feliciano lo amenazó en varias oportunidades de echarle un baldado de agua fría de la madrugada para que se levantara; Gallo, el tercero de los hombres, era toda una fiesta para todo, no paraba de hablar desde que se levantaba hasta caer rendido de tanto dar lora durante el día, pues era más lo que perturbaba que lo que trabajaba; Milo el cuba como suelen llamar al menor de la camada, a quien se le permitía dormir unas cuantas horas más en consideración a su edad; Dalia y Laurentina ayudaban a su madre en los quehaceres de la cocina... y a apurar el tinto, que antes de prender el motor de moler la caña degustaban con pan traído de la tienda de don Rito que estaba a una corta distancia de esta bella estancia.
-Bueno mijo, le gritó Feliciano a Eliseo, ponga la perrita a aullar. La expresón se refería a prender el motor para dar vuelta al trapiche de moler la caña. Pero, cosa curiosa, éste no arrancaba.
Feliciano revisó el ACPM del motor y todo estaba en orden, pero nada, otro intento y nada.
Fernando que era bien agüerista, dijo:
-Papá….¿¿no será el jurringas????
Era una forma de referirse al demonio
-Qué jurringas ni qué jurringas, venga más bien a darle vuelta a este aparato a ver si prende, le respondiò Feliciano
Gallo que era bien lambericas se acercó al volante del trapiche y gritó:
-Lo encontré
-¿Qué encontró?, preguntó Feliciano,
-Un enorme sapo que tiene trancado el volante, pues le atravesó una pata y no lo deja girar
En ese momento todo fue algarabía pero el condenado sapo nada que quería quitarse de ahí.
De pronto a Gallo que era el más charlatán se le ocurrió hablarle al sapo:
-Quítese de ahí compadre que en minutos va a haber mucho caldo de caña para tomar.
Al pronunciarse palabras desapareció el espanto.
Gran sorpresa se llevaron porque después de una hora de estar moliendo, fueron a revisar el fondo del aparador del caldo para ver si ya podían distribuirlo en las diferentes vasijas y así prender la hornilla.
En ese momento pudieron comprobar que allí no había una sola gota, no lo van a creer, pero estaban instalados un centenar de sapos gigantes en hileras de dos en dos, tomándose el caldo que venía por la canal conductora hasta el fondo del aparador; qué cosa inaudita, en ese preciso momento en que fueron sorprendidos, un eructo ruidoso salió de la boca del sapo mayor que con voz de satisfacción dijo:
-Ahora sí nos vamos.
Feliciano no podía dar explicación a lo sucedido, pero Eliseo que era muy creyente y devoto a la Virgen del Perpetuo Socorro dijo:
-Esas son cosas de mi Dios y no hay más remedio que seguir moliendo.
Después de semejantes sucesos cualquiera pensaría que todo volvería a la normalidad, pero no fue así, Fernando que estaba gaveriando dijo en tono airado:
-Quién carajo cogió un palo que le hace falta a la gaveraaaa
Nadie dio razón, Gallo como siempre atento a los detalles y señalando en forma precisa indicó el lugar donde se encontraba el palo faltante, allí precisamente en la boca de una serpiente, se lo había atravesado un sapo para defenderse y evitar ser comido por este enorme reptil, la pelea fue sin cuartel, golpe va golpe viene, en el rigor de esta riña quedó tendida en el suelo tanta caña la cual tocó terminar de cortar para llevarla al trapiche, que de paso sirvió para suplir el desastre de la pérdida del caldo ocasionada por el centenar de batracios abusivos de unas horas atrás.
Feliciano recuperó el palo faltante, le hizo hacer las paces a reptil y batracio para así poder continuar su molienda y fabricar la panela que estaría vendiendo en el mercado ese fin de semana.
LUARPE54
GLOSARIO.
VOLANTE: Pieza del trapiche donde se coloca la correa que conecta al motor.
FONDO: Recipiente metálico para almacenar el caldo o jugo de la caña.
LAMBERICAS: Persona muy metida o imprudente.
GAVERA: Molde para fabricar panela.
GAVERIANDO: Oficio de moldear la panela.
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