Biografías

jueves, 21 de julio de 2022

Carta de un aficionado para el ex portero Raúl Navarro

 

Apreciado Raúl:

Ante todo, permíteme que te tutee, porque después de tantos años de seguirte, considero que ya eres un miembro de mi  familia. En segundo lugar déjame decirte que te escribo desde un rincón de la nostalgia, desde un promontorio de los recuerdos, para decirte que a ti te debo tres cosas muy importantes: mi amor por el fútbol (que, como sabes, es el más hermoso de los deportes), mi calidad de seguidor convencido e irrevocable del Atlético Nacional y mi admiración ilimitada por quienes en el fútbol eligieron la posición más difícil, que es la de ser el custodio de las porterías  y hacen lo humanamente posible, y a veces también lo imposible, para evitar que el caprichoso balón atraviese total y rigurosamente la raya de gol. 

En 1972 yo gozaba de la inocencia de mis ocho años y el fútbol para mí no era más que la pequeña pelota que armábamos en casa con los calcetines que le hurtábamos a mi papá y con la que nos divertíamos hasta el cansancio. En mi caso, no me interesaban los campeonatos internacionales ni los encantos del fútbol nacional. Nuestra pequeña pelota de trapo era la única diversión. 

Después me enteré que existían Millonarios y Santa Fe, los equipos por los que suspiraban mis hermanos mayores y Junior, por el cual se volvían locos nuestros vecinos barranquilleros.

Poco a poco, a través de la radio me enteré de que existían otros equipos, entre ellos uno que comenzó a llamarme la atención: Atlético Nacional.  Creo que esa larga historia de amor se inició en noviembre de ese año cuando los relatores narraron una impresionante hazaña tuya: atajarle una pena máxima a Adolfo “El Rifle” Andrade. ¿Te acuerdas?  ¡Al Rifle!, ese extraordinario jugador a quien apodaban de esa manera por la potencia de sus disparos.  

Fue un momento de gran tensión en el que todos pensábamos que iba a ser gol pero, cuando escuchamos al enloquecido locutor narrando tu hazaña, supimos que para contrarrestar el poderío de un buen  Rifle existía la solución elástica y segura llamada Raúl Navarro.

Después de haberme enamorado de Nacional investigué un poco más sobre sus colores, su escudo y su historia.  Por cuenta de ésta última supe que el equipo no había ganado un título en los últimos diecinueve años. Pero todo eso cambiaría pronto, al menos era la esperanza del nuevo seguidor.

Partido tras partido crecía mi entusiasmo por el equipo, pero sobre todo mi afecto por el héroe melenudo, ágil y atlético que protegía a nuestro equipo de los fieros disparos de Jorge Ramón Cáceres;  de las geniales incursiones de Alejandro Brand; de la zurda con potencia recargada de Ponciano Castro; de las ágiles llegadas de Willigton Ortiz…en fin yo soñaba que tus actuaciones nos llevarían muy cerca del cielo del fútbol de donde bajaríamos una estrella para adornar nuestro escudo y la hazaña finalmente fue lograda en ese maravilloso 1.973  y ratificada más tarde en 1.976.

Después de tu retiro del fútbol supe poco de ti, pero mi corazón palpitó de una forma especial cuando supe que vendrías a nuestra tierra como director técnico de un equipo de  Montería participante en la Primera C. 

Tuve la dicha de estrechar tu mano y  me sentí recargado de grandes energías; la verdad, no sabía cómo dimensionar el momento y la felicidad de conocer a mi héroe de la infancia, al argentino que abrazó la ciudadanía de mi patria, al hombre que jamás  dio como perdido un balón, así tuviera que lanzarse contra un bosque de fornidas piernas para adueñarse de ese objeto redondo que por ningún motivo podía profanar la valla de su equipo.

Hace unos días el reloj de tu vida marcó los 79 años, de los muchos que Dios en su infinita misericordia tiene reservados para ti, y por tu mente pasarán recuerdos dignos de ser enmarcados en la galería de la memoria, como las veces en que fuiste la figura del partido; otros, tan importantes que deberían esculpirse con cincel en el muro de las hazañas humanas como los penales atajados a “La Fiera” Cáceres, “Pipico” Dos Santos, Pla, Valiente, Willington, Troncone, Irigoyen, Beltrán y Álvaro Muñoz Castro. 

Mereciste más, mi amigo. Más títulos, más reconocimientos, más convocatorias a la Selección y más figuración internacional. Pero la vida te dio todo, una hermosa familia, gente que te quiere y no te olvida y amigos anónimos como yo que te deben su amor al fútbol, su condición de seguidor del equipo amado y su profundo respeto por quienes custodian la portería, el umbral sagrado del fútbol.

Gracias mi buen amigo, gracias por tanto.

 

Atentamente,

Alejandro Rutto Martínez

Maicao-Guajira-Colombia

 

 

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