Biografías

lunes, 16 de octubre de 2023

El placer de escribir a máquina otra vez


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Me recomendaron situar una maquina de escribir en la biblioteca con fines decorativos. Ellas son muy coquetas y fotográficas y hacen que los espacios se vean muy bonitos, me sugirieron.
No fue fácil obtenerla porque hace dos décadas están descontinuadas, pero una vez la conseguí pude observar que no sólo era muy bonita sonó que funcionaba perfectamente. Entonces me di a la tarea de escribir en ella y ahora ustedes están leyendo el resultado de ese naciente romance.

Escribir a máquina es dejar las ideas plasmadas para la posteridad guiados por la nota musical que nos conduce a un encuentro con la memoria.

La máquina produce un sonido voraz de teclas deseosas de lacerar el papel en blanco, letra por letra, golpe por golpe. Es un encuentro polifónico entre los dedos pensantes y el teclado diligente.

El sonido es un golpe anunciador del vuelo de un pájaro o la fuga de una mosca o la paciencia de una araña. Avanzan indemnes las palabras en los surcos de la historia.

Y avanza el carro con su rodillo, de derecha a izquierda para que las letras, los puntos y las comas se sitúen como soldados de una sola legión en marcha de izquierda a derecha.

Las teclas producen notas sonoras como altivas fanfarrias que anuncian la llegada de cada letra al trono del poder sobre el inmaculado lienzo del papel en blanco.

Suenan y suenan, el rodillos, la barra espaciadora, la campanita del margen...todo en perfecta armonía.

Canta el escrito a los acordes de tipos presurosos. Una tilde exiliada de la A o de la E, en todo caso de la vocal mayúscula que reniega porque no quiere tener una cicatriz sobre su cabeza.

Y el sonido se va con el viento, pero los tipos han impregnado el papel de letras y ellas no se van, ni fácilmente se dejan borrar.

Entonces las letras vienen y van como alondras pensativas. Más allá de los montículos y de las colinas dibujadas con palabras, empieza a mostrar sus reflejos el crepúsculo.

El texto se colorea al vaivén de la escritura, de palabras enhebradas en la fantasía de una frase con cara de mujer y cintura de reloj de arena. Escribir a máquina es mirar el pasado a través del retrovisor del tiempo. Es meditar y transcribir; recordar y suscribir; pensar y escribir. Escribir a máquina es aferrarse a la soledad para que la luz de la sabiduría se encienda como candil perseguidor de bloqueos obsecuentes y de errancias testarudas.
Escribir a máquina es, en resumen, mirar atrás con valentía, para caminar adelante sin vacilaciones.

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