Escrito por: Hernán Baquero Bracho
Este primero de julio, La Guajira, como ente administrativo e institucional arriba a sus primeros 51 años de creada a través de un acto administrativo. Pero que tristeza, este onomástico de nuestro departamento pasa a ser como el más negro en toda su historia.
La Guajira colapsó, tocó fondo en todas sus estructuras, entró en cuidados intensivos y el gobierno nacional ha tomado sus riendas y es así como ha nombrado al superintendente de notariado y registro Jorge Enrique Vélez como su gobernador encargado, a partir del día miércoles 29 de junio, cuando tomó posesión ante la asamblea departamental y en su discurso de posesión, deja entrever que viene a ejercer su mandato no por corto tiempo, sino más bien por cuatro años. Amanecerá y veremos.
La toma de La Guajira por la ingobernabilidad, la incapacidad, la mediocridad, el canibalismo, la falta de confianza con sus dirigentes se dio el día miércoles 29 con el vicepresidente German Vargas Lleras a la cabeza, con la ministra de vivienda y territorio Elsa Noguera, como quien dice la pesada de Cambio Radical a demostrarnos que por nuestra incapacidad y nuestros egoísmos ellos si pueden gobernarnos. Ironías de la vida.
Nuestra guajira pasa por los momentos de mayor oscuridad a nivel no solo nacional, sino regional, departamental y local. Nadie cree en nadie.
Pareciera que estuviéramos viviendo en una patria boba: desacreditados ante la opinión pública, por culpa de nosotros mismos, por lo que hemos hecho en todos nuestros actuares; donde gran parte de su clase dirigente ha sido inferior al reto de colocarla o de posicionarla en el contexto nacional, donde la corrupción se lleva el primer lugar en este negro onomástico y campea como el mismo desierto guajiro orgullosa y altanera y los que han tenido la dignidad de dirigirla les ha faltado capacidad y sindéresis para la solución de sus ingentes problemas que son muchos y que cada día asfixian más en la calidad de vida de los guajiros y ni sus bonanzas que han sido bastante han podido superar la pobreza irredenta y mísera en especial de nuestros ancestros, la gran nación wayuu.
Podemos decir sin ambages que La Guajira hoy es el hambre en el umbral de una mesa prolija en alimentos, en recursos, en oportunidades, en riquezas pero como el mismo espejismo de ese gran desierto se ha convertido en una ilusión pasajera.
Los guajiros nos ha faltado agallas de lo que nos dejaron y nos enseñaron nuestros indígenas en repeler al ejército español que como indómitos jamás se dejaron subyugar.
Y en esta gran crisis además de una gran parte de nuestros dirigentes, el elector primario también le cabe gran responsabilidad en esta hecatombe. Duele decirlo pero ese elector primario no vota por ideas, ni por propuestas sino por estómago y por el momento y no por su futuro inmediato.
Lo he dicho que después de esta gran crisis, debe venir el gran renacimiento de los guajiros, por los guajiros, aunque ese gran renacimiento no lo veo a corto plazo, porque para ello deben suceder acontecimientos que serán de gran noticia a nivel nacional en lo negativo, en lo feo y en lo grotesco de como todos nosotros nos hemos convertido en pusilánimes de nuestro propio destino. Para que haya renacimiento se necesita que salgamos de la cuarentena que estamos viviendo.
Que haya unidad de todos y para todos, pero es bien difícil, sabiendo lo que los grupos políticos buscan y ansían como es el poder, sin importar cuanto valga y cuanto cueste para obtenerlo.
De este túnel sombrío, tenemos que salir pero aunando esfuerzos y voluntades y renunciando a prebendas para comenzar de nuevo y hacer un alto en el camino por cuatro años y de ahí si volver a repartir el dominó y jugar de nuevo la partida. A ver quien toma la iniciativa.
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