Escrito por: Hernán Baquero Bracho
Producto de tantos desaciertos que ha tenido La Guajira desde que fue creada como ente institucional y administrativo, el departamento ha colapsado en el área fiscal y financiera, por ello la actual gobernadora Oneida Pinto Pérez, en reunión sostenida con el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, el Presidente de la Cámara Alfredo Deluque y el parlamentario Antenor Durán, están haciendo la gestión para que la península entre en la ley de quiebras o ley 550 debido a la asfixia económica de sus pasivos y que con esta ley le genera un respiro financiero aunado a que el gobierno nacional le inyecte otros rubros para solventar la grave crisis en que ha caído.
Además este colapso en que ha entrado el departamento se le añade la corrupción alarmante, la falta de credibilidad a nivel nacional y la debilidad institucional en que se ha sumido una región que no supo aprovechar sus bonanzas y menos los apalancamientos para volverla sostenible y competitiva en el tiempo.
Esta es una sinopsis de su trasegar.
La Guajira desde que se formó como Comisaria, Intendencia y luego el primero de Julio de 1965 como departamento siempre ha adolecido de un modelo económico y de un autentico liderazgo para aplicar un verdadero desarrollo y una variable incluyente en el sector social de sus habitantes.
Al contrario de Cundinamarca, Valle del Cauca y Antioquia que cuentan con modelos económicos preestablecidos y que por ello sus planes de desarrollo continúan de manera ordenada, así el que llegue a regir los destinos de estos departamentos, continúan un plan ordenado y sostenido en el tiempo y en el espacio para que su economía fluya de manera ordenada con resultados positivos que generan confianza y credibilidad entre sus habitantes.
Contrario en nuestro departamento por no contar con modelos económicos preestablecidos en el diseño administrativo de La Guajira, lo que hemos tenido y obtenido son desastres económicos y por ende un subdesarrollo alarmante acompañado de las líneas de pobreza y de una mala calidad de vida que ha hecho mella en los quince municipios que conforman el ente territorial y que en el contexto nacional ha sido deprimente en todos los órdenes.
El ejemplo más claro lo obtuvimos en el descalabro, atomización y mal manejo que le dimos a las regalías provenientes de nuestros yacimientos de gas natural y de carbón, donde por más de treinta años el departamento y los municipios productores recibieron regalías por el orden de 4.3 billones de pesos y los resultados hoy son catastróficos, todo por no disponer de un modelo económico que hubiera sido la guía y el norte que La Guajira no ha tenido y los más paupérrimo es una falta clara de un verdadero liderazgo en su desarrollo económico.
El otro desastre en que se sumió La Guajira fue casi en acabar con la nación Wayuu y que las cifras del DANE reportan en los últimos diez años más de cinco mil niños muertos por una desnutrición jamás vista en la historia de Colombia y que si le aplicáramos el retrovisor a veinte años atrás, nos convertiríamos en unos criminales de lesa humanidad, por tantos desafueros, tanta indolencia, tanta corrupción y tanta mediocridad para manejar las variables económicas de forma acertada de la península y todo esto ha sucedido con la complicidad de los gobiernos nacionales de turnos, al no contar el departamento con un modelo económico preestablecido paras orientar los recursos que llegaron en esta bonanza que se llamó regalías.
El decrecimiento económico de La Guajira con la explotación minera que se inició en la década de los ochenta es ostensible en todos los órdenes, desde todo punto de vista y las cifras económicas con sus análisis así lo demuestran, todo por no tener y no contar con un modelo económico que debería haber sido la brújula que orientara nuestro desarrollo.
En la década del 50 al 60, el PIB de La Guajira era del 5.2% superior al PIB nacional que era del 2.2%.
La vocación en esa época era netamente agropecuaria y comercial.
En 1975, las cifras económicas indican que el 20% lo desarrollaba el sector agropecuario, el 57.9% lo desarrollaba el comercio, el 5.6% la industria y el 1.9% lo representaba la minería, con la explotación del gas de Chuchupa en Manaure. Es decir la vocación del departamento era netamente comercial y agropecuaria.
En el año 1990, el área sembrada era la siguiente: 29.830 hectáreas de algodón, 10.000 hectáreas de maíz y 5.400 hectáreas de sorgo, sin contar con más de 3.000 hectáreas de arroz.
La apertura económica nos quiebra y este modelo económico incipiente que se movía de una manera natural, es reemplazado por la gran minería.
En el año 2005, ya plena era minera, el 54.4% corresponde a ese sector, el 6.5% corresponde al sector agropecuario, el 4.2% comercial y el 0.5% al sector industria.
El aparato productivo se cae, lo quiebra el gobierno nacional a través de sus políticas públicas y nos impone la gran minería, lo que nos trae como una gran paradoja que el departamento ha entrado en decrecimiento económico ostensible desde todos los ángulos, de su desarrollo.
En ese mismo año 2005, el DANE genera los datos de empleo para la península y atérrense: el 34% corresponde al sector servicio, el 29% al comercio, el 17% al sector agropecuario y el 2.9% corresponde al sector minero, a pesar que este renglón contribuye con el 50% del producto interno bruto del departamento.
¿Dónde está el desarrollo? ¿Cómo recomponer nuestra economía? ¿Sí necesita La Guajira la intervención del gobierno nacional?
¿Cómo recomponer tantos entuertos? ¿Qué modelo económico podríamos aplicar a término de 15 años? Son preguntas que no tienen respuestas de manera inmediata, pero opino que el nuevo Plan de Desarrollo debería ser concebido a un término de 15 o más años.
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