Biografías

lunes, 18 de abril de 2016

Las dos Guajiras y los provincianos

Escrito por: Hernán Baquero Bracho

En la actual administración de nuestra gobernadora Oneida Rayet Pinto Pérez, se ha venido suscitando susceptibilidades que para muchos estaban ya olvidadas. 


Es el caso de poner en primer orden en el escenario departamental el tema de las dos guajiras: el norte y el sur. No sé si inconscientemente o adrede nuestra gobernadora, en la reunión del CONPES, realizada en Riohacha, en el auditorio del SENA hizo hincapié en su informe que el norte habita el 78.6%  y en el sur el 21.4% de sus habitantes, lo peor que lo expresó dos veces. He hablado con varios alcaldes del sur y muestran su molestia, porque
la gobernadora pareciera que tuviera más afinidad con el norte que con el sur. De ahí que en la última reunión convocada por ella, los del sur no asistieron, con excepción de el alcalde de Urumita.

Pero los del sur que los del norte siempre nos han dicho provinciano a mucho honor, es importante hacer unas precisiones del caso. Desde tiempos del antiguo y grande Magdalena, ha existido  una amplia franja geográfica, situada al nororiente de Colombia, denominada la Provincia de Padilla, nombre que le fue dado en memoria del ilustre marino y héroe riohachero José Prudencio Padilla. Por esas paradojas de la historia, la ciudad de Riohacha, que legal y administrativamente era la capital provincial, nunca se consideró como parte de dicha comarca y en realidad, esta se redujo a los municipios de Barrancas, Fonseca, San Juan del Cesar, Villanueva y más tarde Hatonuevo, Distracción, El Molino, Urumita y La Jagua del Pilar.

La provincia, como se le llama corrientemente por propios y extraños, comprende un poco más de la tercera parte del territorio del departamento. Está situada al sur y poblada en su mayoría por gentes morenas y mulatas, con amplios sectores de blancos y negros y muy pocos asentamientos indígenas; estos últimos ubicados en los municipios de Hatonuevo, Barrancas, Distracción y en San Juan del Cesar.

¿Cuál es el modo de ser provinciano? A diferencia del norteño y principalmente del riohachero, el provinciano es tímido, campechano y profundamente arraigado a su terruño. Tiene el más acendrado sentido de la amistad y de la solidaridad con sus congéneres, e igualmente posee el más alto concepto del honor y del deber, sobre todo en lo atinente al cumplimiento de la palabra empeñada.

El provinciano de antaño, que era el puro, era extrovertido entre lo suyo, de temperamento alegre, dicharachero, enamoradizo y parrandero. Los hombres tenían la costumbre de reunirse todas las noches, después de la diaria labor, en casa de alguno de ellos o en sitios públicos, como parques o esquina, para contarse cuentos sobre hechos sobrenaturales o imaginarios e informarse acerca de las ocurrencias cotidianas de cada lugar o de la región. Los días feriados y domingos se reunían para libar tragos. Nunca faltaban los bailes o “colitas” amenizados por el consabido conjunto de acordeón, caja y guacharaca. Costumbres que  se han venido perdiendo por los avances de la tecnología.

Otra de las características de los provincianos es su laboriosidad, especialmente en las faenas agropecuarias, medio en el cual se han desarrollado a través de los años. El agro es su hábitat natural. Otra cualidad del provinciano es su amplio sentido de la hospitalidad hacia el visitante. Cuando algún norteño visita un hogar de la provincia, el anfitrión se prodiga  en atención y complacencia. 

Y es cuando demuestra a cabalidad su exacta dimensión humana, conducta en la cual guarda mucha similitud con el indígena de la alta guajira y en general con el habitante del desierto, con el tuareg o inmouchar. Es la circunstancias, donde el huésped o la visita como allí se le llama es lo más importante y respetable para el hogar provinciano.