Biografías

viernes, 6 de marzo de 2015

Layda Magdaniel, la dama feliz y llena de vida que protege a los difuntos

Por: Alejandro Rutto Martínez

Cada vez que la señora Layda Magdaniel iba al cementerio San José de Maicao para visitar las tumbas de sus seres queridos  sentía el peso de la tristeza causada por la ausencia definitiva de su hijo Luis, de sus tíos Nicolás y Juana y de su señora madre, Remedios.

Pero  ese no era el único dolor que experimentaba: su corazón se arrugaba al ver el grave estado de deterioro en que se encontraba el camposanto debido a la acumulación de basuras,  las lápidas tiradas por el suelo, los corredores apestosos  debido al excremento de los animales y los indigentes que habitaban en el lugar como si fuera un tugurio y no  el lugar  en donde reposarían por siempre los restos de quienes habían partido hacia la eternidad.

Con sus palabras amables convenció a las autoridades y a la ciudadanía de que esta situación tenía que cambiar, como una demostración de respeto a los difuntos. 

Fue así como se creó la Junta Administradora de los Cementerios de Maicao integrada por ella misma y  otros preocupados ciudadanos. Pasó poco tiempo antes de que sus compañeros de lucha desistieran y la dejaran completamente sola. 

Eso no la desmotivó y emprendió varias jornadas de limpieza, reparaciones de las fachadas, recuperación de corredores y pasillos y la expulsión de los chirrincheros y drogadictos que tenían estos lugares sagrados como lugar de habitación y de refugio para consumir licor y drogas prohibidas.

Layda se queja de que no hay presupuesto para mantenimiento de los cementerios. Por eso debe hacer malabares con las escasas entradas que producen las tarifas por concepto de sepelios, construcciones de bóvedas y exhumaciones, para pagar los honorarios de los celadores y aseadores que trabajan en el San José y el Colombo Árabe.  

La alcaldía solo asume el pago de la energía eléctrica y ella debe pagar la tarifa del acueducto.  A veces las entradas no alcanzan para pagarles a los empleados situación que la obliga a endeudarse para cumplirles a sus escuderos.

Sus hijos Betsy, Clementina, Marcos y Nakarit se sienten muy orgullosos de ella y la ayudan a cumplir la tarea. Además, le han regalado 10 nietos que son su adoración.

En sus catorce años como administradora nunca ha recibido un sueldo ni ninguna compensación por su admirable labor. Tampoco ha oído historias de espantos ni de fantasmas, ni nada raro, excepto el crujiente sonido de un árbol que se escucha en el cementerio San José, aún en los días en que no sopla la brisa.  

Sostiene que los sepelios más concurridos han sido los de Jaime Rengifo, Juaco Murgas y Álvaro Duarte y que la persona que más visita a sus deudos es la señora Beatriz Pérez.
Layda Magdaniel es una mujer cariñosa y tierna que trabaja con generosidad todos los días del año por la dignidad de los difuntos. Y lo hace a sabiendas de que nunca ninguno de ellos se lo podrá agradecer personalmente.

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