Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Los habitantes de Maicao debimos
soportar durante tres días seguidos el rugido de un helicóptero de las Fuerzas
militares el cual volaba tan bajo que se podía observar el rostro nervioso de
los oficiales que desde su privilegiada posición oteaban el horizonte, mientras
empuñaban firmemente sofisticadas armas de guerra.
Los maicaeros ya tenemos
suficientes preocupaciones, pero un aparato tan ruidoso y ensordecedor en un lugar en donde no son
frecuentes los vuelos de aeronaves porque ni siquiera hay aeropuerto, no podía
menos que despertar curiosidad y generar toda clase de comentarios. Entre otras
cosas porque el sobre vuelo de
helicópteros ocurre como reacción a
sucesos desafortunados como el secuestro
y otra clase de delitos.
La gente tiene suficientes
motivos de preocupación, decíamos, porque las cosas en el día a día no están
nada fáciles. Decenas de comerciantes abren y cierran sus establecimientos
comerciales sin hacer una sola venta en el día o sin ganar lo necesario para
pagar el arriendo o pagar los servicios públicos. Y a propósito de servicios
públicos estos (el aseo, por ejemplo) son tan costosos que algunos están
trabajando solo para pagar las facturas de energía y recolección de
basuras.
Como si lo anterior fuera poco
el desempleo tiene arrinconadas a las familias en donde no hay una fuente de
ingreso estable para sostener los gastos del día a día y la inseguridad es tal
que las mujeres ya no se atreven a salir con sus bolsos por el temor a que en
cualquier calle aparezca alguien que se los arrebate.
En algunos barrios como Nueva
Esperanza y Villa Luz, por ejemplo, sus moradores vieron no solo al helicóptero
sino una descomunal movilización de miembros de las fuerzas armadas en
patrullas, camiones y carros blindados. Los desprevenidos ciudadanos comentaban
que tal vez se trataba del rescate de un secuestrado o de la búsqueda de algún
delincuente de grandes ligas que se escondía en la zona. Finalmente se supo que
se trataba de un operativo contra el
transporte informal de gasolina. Lo que no se explicaban era la magnitud de
esta movilización de tropa, pues cada día los ciudadanos son testigos del paso
de los vehículos transportadores por las calles de la ciudad y sus
relaciones digamos normales (ni malas ni
buenas).
La parafernalia del helicóptero,
las patrullas, las motos y los uniformes de varios colores me hicieron pensar
que las aeronaves del Estado pudieran dedicarse también a sobrevolar las
rancherías y los pueblos en busca de los niños que se mueren de física hambre y
que al parecer no le importan a nadie.
Necesitamos que los recursos públicos, en lugar de dedicarse a reprimir
se usen para promover la vida y que así como se ha creado el ESMAD, un grupo
especializado en golpear a los ciudadanos con bolillos y asfixiarlos con gases
lacrimógenos cuando ejercen su derecho a la defensa, se creara el otro ESMAD,
un Escuadrón Móvil Anti Desnutrición. Y
de esa manera los ciudadanos miraríamos hacia arriba y aplaudiríamos cada vez
que aparezca sobre nuestro despejado cielo el ruidoso helicóptero que tanto nos
ha angustiado en los últimos días.
Frase muy mencionada: ¿Por qué hay tantos recursos para la
represión y tan pocos recursos para la infancia y la juventud?
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