Escrito por Alejandro Rutto Martínez
Hace unos días nos tomó por sorpresa
la repentina partida del profesor Faderico Barrios Del Río, un educador que,
como los de su generación, dedicó sus mañanas, sus tardes y sus noches durante
más de cuarenta años a formar y forjar las nuevas generaciones de maicaeros y
maicaeras en varias instituciones, pero sobre todo en La Inmaculada y en la
Escuela San Martín.
Federico Barrios combinó su espíritu
amable, su apostolado en la educación y su amor al deporte para ganarse la simpatía
de miles de estudiantes y padres de familia y de decenas de compañeros de
profesión quienes lo apreciaban como miembro de sus respectivas familias.
Nació en Cartagena, la ciudad de los
casi quinientos años de historia y allí vivió su infancia, entre el cariño de
sus mayores, el apego a los estudios y la ilusión de cultivar en el presente lo
que disfrutaría en el futuro. Por una feliz coincidencia fue alumno del
profesor Sixto Amador, quien le enseñaría como hacerse amigo de los números, de
las operaciones básicas y lo ayudó a transitar por primera vez por el
enmarañado camino de las matemáticas, ciencia con la que luego se
familiarizaría para hacerla su amiga e invitarla a hacer parte de su proyecto
de vida.
Quiso Dios que unos años más tarde
maestro y alumno se encontraran de nuevo en La Guajira y juntos vivieran de
nuevo la aventura feliz del conocimiento y los acogería como sus ciudadanos
adoptivos para que hicieran lo que mejor sabían hacer y esto era servirle a los
demás mediante la eficaz utilización del viejo tablero verde, la inmaculada
tiza blanca y la extensión creciente de sus múltiples conocimientos.
Federico Barrios, en un cálido día de
la aurora de su existencia tomó una de sus decisiones trascendentales y fue la
de cambiar el suelo cartageneras, humedecido por las vibrantes olas del Mar
Caribe y cercado por murallas cuatro veces centenarias, para trasladarse a
Maicao. Con esta escogencia se matriculó para siempre en el apostolado fecundo
de la educación y se dedicó a propagar entre los habitantes de la frontera el
evangelio ilimitado del conocimiento y los saberes.
De esta manera cambió la tranquilidad
de la tierra propia por la incertidumbre de un pequeño pueblo adoptivo en el
que se dedicaría a pegar los ladrillos del edificio de nuestra identidad. El
profesor Federico cambió las murallas indestructibles por el barro invulnerable
de los caminos guajiros; cambió los tambores lejanos y lastimeros que se escuchaban
dese el legendario palenque, por el sonido armonioso y alegre de los acordeones
guajiros; cambió las canchas bien cuidadas de su ciudad natal por los potreros
de piedra y polvo en donde él y sus jugadores coleccionarían trofeos en los
torneos municipales; cambiaría a los amigos de sus años iniciales por amigos,
como Sol Martínez, de toda la vida, quienes a la larga serían para él una nueva
familia.
En lo que sí no cambió nunca fue en
el apego a los suyos y en la responsabilidad con sus hermanos y sus sobrinos,
quienes siempre tuvieron en él a alguien que se esforzaría por brindarle lo
mejor de su existencia con el fin de conducirlos al puerto seguro de la
felicidad.
Con el profesor Federico Barrios aprendimos
que la vida es como un viaje en barco en el que nos
enfrentamos a los caprichosos movimientos del mar y a fuertes tormentas pero gracias
a los amigos seguimos adelante. La gran personalidad de Federico Barrios, su
condición de deportista, apasionado, de entrenador aplicado a la victoria y de
educador de varias generaciones lo convirtió en
un gran experto en el arte de ganar amigos.
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Ya llego a maicao la guajira una empresa que se llama constructora y comercializadora k 7 el cual se va a dedicar a la fabricacion de ladrillos hechos artesanalmente y a los mejrores precios del mercado.
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