Por: Martín López González
Algunos amigos colombianos residentes en Venezuela cuentan cómo viven. Dicen que las épocas de malos tratos y deportaciones pasaron a la historia. Uno de ellos, con varios años de residencia dice “personalmente me he beneficiado de este gobierno en muchísimos aspectos, conseguí mi vivienda por medio de un subsidio del 60% que el Estado pagó completamente, el resto (40%) lo estoy pagando a 20 años con unas cuotas muy cómodas de 400 Bs. F, que en Colombia son algo así como $92.000”.
Y agrega, “Tengo un empleo estable, me dan un ticket de alimentación por 2.500 Bs. Tengo mi carro, gasto más en periódicos al mes que en gasolina, mis hijos van a una escuela pública gratuita todo el día, le dan desayuno, almuerzo y dos meriendas. Los útiles escolares, incluidos computadores portátiles y los uniformes nos los proporciona el Estado y por cada uno de nuestros tres niños nos da 1,000 Bs. Entre el sueldo de mi esposa y el mío más los bonos de los niños estudiando son 21,000 Bs. La atención en salud es gratuita y está garantizada para todos los venezolanos.”
Eso suena a mentiras para los que vivimos de este lado. Nos parece ficción que al salario mínimo allá le subieron un 26%. Todo esto nos lleva irremediablemente a hacer comparaciones. Si ambos países son inmensamente ricos, ¿Porqué la vida en esta orilla es tan dura? Escuchar los precios de los alimentos en Venezuela nos parece una fábula: 2 kilos de azúcar cuestan 7 Bs.; es decir $1.620, 1 kilo de queso, 24 Bs. o sea $5.520; 1 litro de leche 2,2 Bs., es decir $506; 1 kilo de arroz 5 Bs. equivalente a $1.150; un kilo de carne 14,65 Bs. que en pesos colombianos serían $3.369,5; un huevo sale por $169 en los supermercados comunes. Todo esto es más barato en las tiendas estatales llamadas Mercales. Razones de sobra para que los millones de paisanos que viven del otro lado jamás regresen a éste.
Más irreal les suena a los colombianos que viven en Colombia el precio de los servicios públicos en el Estado venezolano. Son tan baratos que se dejan encendidos los aires acondicionadas para aparentar que hay alguien en la casa, como medida de seguridad cuando a todos los miembros de la familia les toca salir. Mientras que en Colombia los aires acondicionados son casi artículos suntuarios de clase media hacia arriba por lo costoso de la energía eléctrica.
Lo curioso es que a pesar de la propaganda permanente en los medios de comunicación de la desconfianza para los inversionistas que genera las nacionalizaciones de empresas en el vecino país, la tasa de desempleo es del 8% con tendencia a la baja. La mejora en este indicador responde a la recuperación de su economía, cuyo Producto Interno Bruto creció en el último trimestre de 2010, 0,6 % y en el primero de este año, 4,5%. Muy diferente a lo que escuchamos constantemente, que ese modelo se cae desde hace 10 años y que es insostenible.
Algunas de las cifras más envidiables de los vecinos: En el primer semestre de 2006, la pobreza extrema se redujo a 12, 5%, con lo cual se alcanzó la más importante de las Metas del Milenio, reducir a la mitad LA POBREZA EXTREMA Y EL HAMBRE, antes del 2015 establecido por la ONU. Lo más importante ya nadie muere de hambre. En el 2009 Venezuela es declarada territorio libre de analfabetismo. Desde 1997 Venezuela se ubica como el país con menos desigualdad en América Latina, mientras que Colombia es su opuesto.
En mayo de 2009 cuando la UNICEF reveló que en Colombia 5 mil niños mueren cada año por causas relacionadas con hambre y desnutrición no fue sorpresa, pero casi todos los colombianos sintieron ganas de llorar.
Por suerte no solo La Guajira, sino toda la costa Caribe se ve beneficiada con los productos comestibles, la gasolina y algunos programas sociales venezolanos, lo que abarata la vida. De esta forma los vecinos subsidian con su Estado social de derecho, allende sus fronteras, a una de las zonas más vulnerable de Colombia. Donde el respeto por la dignidad humana y la prevalencia del interés general de las personas que integran la sociedad son algo ignorado.
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