Por: Nuria Barbosa León
Periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba
El cirujano cubano Guillermo cumple su guardia en el Centro Diagnóstico Integral de La Grita, en Táchira. La rutina del trabajo se interrumpe con un cuerpo ensangrentado y un puñal clavado en el pecho.
Un acompañante relata la historia: “estaba en el bar cuando se armó la pelea, no sabemos cómo recibió la puñalada”.
No hizo falta otro dato. Un rápido reconocimiento en el cuerpo puso en alarma el servicio de urgencia. Era evidente una cirugía para taponar aquel corazón sangrante. Maniobras rápidas instalaron los equipos de monitoreo, se administró respiración artificial para evitar un shock pulmonar.
El tiempo resultaba escaso para buscar soluciones. Se abrió la cavidad torácica, Guille con un dedo colocado en el orificio sangrante del corazón hizo presión en la medida que suturaba todo el órgano.
No se contaba con su vida, su familia inició una promesa al Santo Cristo de la Grita, deidá patrona.
La evolución fue favorable pero Guillermo no lo supo porque viajó a Cuba a disfrutar de sus vacaciones. Otros médicos cubanos velaron por la recuperación de un corazón herido por puñal. Un derrame pleural en un proceso postoperatorio tuvo que resolverse con otra intervención quirúrgica. Se instaló una sonda en el tórax para drenar el líquido acumulado y evitar una infección dañina.
La frialdad de La Grita con su arquitectura colonial de viejos castillos y fortalezas fue testigo de aquel pagador de promesa. Con sus propios pies entró a la Iglesia, habló a su santo y lo nombró con una palabra: “Cuba”.
El cirujano cubano Guillermo cumple su guardia en el Centro Diagnóstico Integral de La Grita, en Táchira. La rutina del trabajo se interrumpe con un cuerpo ensangrentado y un puñal clavado en el pecho.
Un acompañante relata la historia: “estaba en el bar cuando se armó la pelea, no sabemos cómo recibió la puñalada”.
No hizo falta otro dato. Un rápido reconocimiento en el cuerpo puso en alarma el servicio de urgencia. Era evidente una cirugía para taponar aquel corazón sangrante. Maniobras rápidas instalaron los equipos de monitoreo, se administró respiración artificial para evitar un shock pulmonar.
El tiempo resultaba escaso para buscar soluciones. Se abrió la cavidad torácica, Guille con un dedo colocado en el orificio sangrante del corazón hizo presión en la medida que suturaba todo el órgano.
No se contaba con su vida, su familia inició una promesa al Santo Cristo de la Grita, deidá patrona.
La evolución fue favorable pero Guillermo no lo supo porque viajó a Cuba a disfrutar de sus vacaciones. Otros médicos cubanos velaron por la recuperación de un corazón herido por puñal. Un derrame pleural en un proceso postoperatorio tuvo que resolverse con otra intervención quirúrgica. Se instaló una sonda en el tórax para drenar el líquido acumulado y evitar una infección dañina.
La frialdad de La Grita con su arquitectura colonial de viejos castillos y fortalezas fue testigo de aquel pagador de promesa. Con sus propios pies entró a la Iglesia, habló a su santo y lo nombró con una palabra: “Cuba”.
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