Por: Martín López González
Era motivo de orgullo y prestigio instantáneo decir “yo soy estudiante del Liceo Nacional Padilla” en Riohacha hasta mediados de los setenta del siglo anterior. Habida cuenta que de allí salían los mejores bachilleres del país (Elimenes Brugés Guerra bachiller 1969) y eran definitivamente los modelos sociales o ejemplos que casi todos querían seguir.
Eran grandes actores sociales, jóvenes de trato respetuoso y verbo elegante. Esto último por la influencia del conspicuo y emérito profesor Julio Quintero Dandaré, quien poseía las más autenticas, inusuales y costumbristas estrategias pedagógicas para el buen manejo de la palabra hablada y escrita.
Los profesores, segundos padres en ese entonces, no solo instruían, sino que también formaban y su práctica docente iba más allá del salón de clases. Los profesores hacían parte del grupo mejor valorado en la escala social y tenían una comunicación directa con los padres de los niños y jóvenes estudiantes. Siempre los padres estaban de acuerdo con los docentes en la reprensión de comportamientos inaceptables según el código carreñista.
La pléyade de grandes maestros como Juan Palacio Brugés, Manuel Sierra Pimienta, Ángel Brugés Roys (q.e.p.d.), Hernando Pinedo Deluque (q.e.p.d.), Ezequiel Bilbao Douglas, Onésimo Pérez Van Leenden, Lisandro Vargas Zapata (q.e.p.d.), Nicolás Murillo Mena, Luis Melo Guerrero entre otros, forjaron varias generaciones de bachilleres y ciudadanos ejemplares. Gente aplicada que madrugaban o amanecían estudiando en épocas de exámenes para sobresalir en sus estudios. De hecho los bachilleres del Liceo Nacional Padilla pasaban los exámenes de admisiones de todas las universidades del país y luego se convertían en sus mejores estudiantes.
El segundo lustro de los setenta marcó un giro inesperado en la dinámica señalada. El modelo se cambió, ya no era atractivo ser estudiante y el apostolado de los docentes se derrumbó. La academia se desestimuló socialmente. Se llegó incluso al sacrilegio de asesinar un docente del famoso colegio.
El modelo se revirtió tanto, que es célebre la anécdota de un ex liceísta que prendió fuego a su diploma recién expedido por una prestigiosa universidad, con el argumento que “eso” no le iba a servir en nada, para navegar en los ríos de dinero que corrían en ese entonces.
La reputación padilllista cambió al punto que degeneró varias décadas después, en el estereotipo del vago cuasi pandillero, ayudado por la controvertida ley de la promoción automática de los estudiantes. Inclusive se trocó textualmente, en son de mamadera de gallo, en el argot popular el nombre del Liceo Padilla por el de Liceo Pandilla. El suscrito cargó en su cartera, por más de cuatro lustros, una reducción autenticada del diploma de bachiller, hasta el día que presenció, siete años atrás, la confrontación a piedra y garrote de un grupo de muchachos desadaptados con el uniforme de la Institución Educativa Almirante Padilla enfrentado a otro. La decepción fue tal, que el diplomita terminó en la caneca de la basura.
La época gloriosa tuvo su antípoda de desprestigio total. Últimamente el nombre del Liceo ha sido cubierto con el estigma, no sin razón, de vagancia, bajo nivel académico, pandillismo, entre otros. Inclusive, alguien sin ningún rigor científico llegó a hablar de delincuencia juvenil. Al mismo tiempo, los resultados de las pruebas del ICFES no han sido muy favorables para esta Institución.
Pero definitivamente las cosas están cambiando. Al interior de la Institución Educativa, se está hablando de mejoramiento continuo. Hay un lema motivacional que invita a la acción: ¡Estas en la jugada! Padillista 100%. Padillista…Directo a la superación. Tuve el honor de ser invitado por las directivas de la institución a unas jornadas de capacitación a los jóvenes técnicos en turismo en liderazgo cívico, sentido de pertenencia y motivación.
Ellos contribuyeron con el lema Pórtate bien primo en el III Festival Francisco el Hombre realizado recientemente en Riohacha. Alrededor de 200 jóvenes hicieron presencia física en los diferentes eventos y colaboraron con el buen comportamiento social en este importante evento cultural. Trascendental ver a los estudiantes de la Institución Educativa Almirante Padilla liderando, como en otras épocas, hechos concretos que ponen en alto su nombre.
Sea esta la oportunidad de iniciar un proceso de buenas acciones, para borrar de la mente de los habitantes del Municipio el estigma de vagos y desadaptados que se ha propagado para este conglomerado humano, que es una muestra de la diversidad de las gentes que lo habitan. Si las directivas de esta Institución continúan en esta tónica de seguro recuperaremos el gran espíritu Padillista que yace dormido. Es hora de que todos los egresados se involucren en el proceso de recuperación de lo perdido.
Los tiempos memorables del Liceo Padilla no se remontan solo a los años sesenta.
ResponderEliminarEn la historia más reciente, igual han liderado luchas, han sobresalido grandes alumnos y se han mantenido grandes maestros.
La realidad actual es otra como bien lo expresa. Y nos duele como liceistas. Pero es una realidad a la que no hemos podido escapar, porque son otros tiempos, aunque dos más dos siga siendo cuatro.
Esta no es una realidad vivida solo en el Liceo. En los sesenta todos conocían a todos, hoy no se quien es mi vecino... Lo que sucede es que el amor y el reconocimiento de la sociedad por esta insignia guajira es tanto que de una u otra forma la debe afectar.
Pero los liceistas (hoy padillistas) somos gente de lucha y esta es otra batalla en la que estamos al frente, como en los viejos tiempos... que al escuchar su nombre por la calle gritar !Presente!.
Los tiempos memorables del Liceo Padilla no se remontan solo a los años sesenta.
ResponderEliminarEn la historia más reciente, igual han liderado luchas, han sobresalido grandes alumnos y se han mantenido grandes maestros.
La realidad actual es otra como bien lo expresa. Y nos duele como liceistas. Pero es una realidad a la que no hemos podido escapar, porque son otros tiempos, aunque dos más dos siga siendo cuatro.
Esta no es una realidad vivida solo en el Liceo. En los sesenta todos conocían a todos, hoy no se quien es mi vecino... Lo que sucede es que el amor y el reconocimiento de la sociedad por esta insignia guajira es tanto que de una u otra forma la debe afectar.
Pero los liceistas (hoy padillistas) somos gente de lucha y esta es otra batalla en la que estamos al frente, como en los viejos tiempos... que al escuchar su nombre por la calle gritar !Presente!.
www.institucioneducativaalmirantepadilla.edu.co