Biografías

jueves, 17 de marzo de 2011

Ese mito llamado "Francisco el Hombre"

Por:  Hernán Baquero Bracho
Todo comenzó cuando un muchacho nació por allá en la región de Treinta (Tomarrazón) en la época de más o menos entre 1850 y 1860. Nació en Galán, ya que su familia toda era de un famoso pueblo que tuvo la provincia llamado Moreno, pueblo liberal que estaba situado muy cerca de Cuestecitas. Pero allí llego la violencia y los conservadores en cabeza del famoso General “Juanito” Iguaran – Quien tendrá mucho que ver en el acontecer del mito de la leyenda del acordeón – destruyó al pueblo y sus habitantes entre quienes se encontraba su padre, el recordado “Checame” José del Carmen Moscote - padre del mito a quienes estamos haciendo referencia Francisco Moscote – buscaron mejores horizontes y pasando por Villa Martín, en el Éxodo de su pueblo destruido se les perdió un mulo bayo, de ahí su nombre – El de Macho Bayo – y siguieron su recorrido hasta encontrar mejores tierras y fue así como se establecieron los pobladores originarios de Moreno en la región de Treinta.

Esta parte anecdótica que nadie conoce y que a mi me la contaron unos viejos trovadores ambulantes y dueño de esa historia del mito del acordeón. Mi respeto y mi admiración al escritor Ángel Acosta Medina, quien ha hecho un gran aporte a la historia y vida de Francisco El Hombre.

José del Carmen Moscote o “Checame” el padre de Francisco Moscote se convirtió en un extraordinario acordeonero, labor que le enseñó a tocar su patrón y maestro, un italiano exportador de perlas. Y era “Checame” quien le tocaba las parrandas al General “Juanito” Iguaran. Y fue su padre quien le enseñó a tocar el acordeón a “su muchacho” como él lo llamaba.

Entonces en uno de esos compromisos de “Checame” Moscote con su patrón el italiano, debían salir de viaje a la región de Carrizal por el negocio de las perlas y al mismo tiempo tenía el compromiso de tocarle una parranda al General Iguaran, quien además era su compadre. Y él le manifestó que no podía cumplirle para esa fecha por compromisos con su patrón pero que ahí le dejaba al “muchacho” o sea a su hijo Francisco, que también tocaba bien el acordeón. “Checame” se fue a su compromiso laboral y cuando regresó fue donde su compadre el General y le preguntó que como le había ido con el “muchacho” y el General le respondió: “Muchacho, ese no es ningún muchacho, ese es el hombre”. De esa manera la gente conocedora del tema, ignora que quien le puso el nombre legendario, fue el General “Juanito” Iguaran.

¿Pero por qué digo que nació por allá en entre 1850 y 1860? Porque en mi primer libro de “El Vallenato en el tiempo y las voces de siempre” lanzado en el festival de la leyenda vallenata en Abril de 1996 y en el prologo de este libro, el escritor y poeta de Barrancas Guillermo Solano Figueroa dejó escrito: “Muchos que escriben sobre este tema imaginan fantástico, legendario, a Francisco el Hombre (Francisco Moscote). Era un músico de carne y hueso, compositor y andariego. En su tiempo sus canciones se escuchaban por todas partes. Era costumbrista y también dedicaba muchas canciones a la mujer. En el año 1936 conocí a este juglar y escuché sus notas cuando, en Barrancas, visitaba a Joaquín Palmezano, gran acordeonista de ese pueblo.

También Francisco Bolaños visitó a este músico y llevó el primer acordeón moruno – reemplazó a los tornillos de maquina – que pisó esa tierra. Tocó un baile y, loco de amor por una barranquera, le cedió el moruno a Palmezano que, con algunas cortas indicaciones, lo puso a vibrar con tanta maestría que “Chico” Bolaños amaneció bailando”. Y concluye “Guille” Solano que “Francisco el Hombre” estaba ya avanzado en edad cuando él lo conoció.

Pero de lo más importante del libro que escribí como aporte a mi folclor, fue lo que quedó plasmado como segundo prologo, por parte de mi padrino y mito y leyenda viviente del vallenato, Rafael Escalona Martínez, quien de paso fue el autor de la portada, fue la historia y fabula de “Francisco el Hombre” que quedó plasmada para la historia así: “Fue el acordeón, es el acordeón. Como dueño y pionero de ella, en la Guajira, la tierra del cactus, arena, indios y dividivi, apareció como les dije al comienzo, un hombre moreno, flequetero y parrandero con su acordeón en el pecho; era mi tío “FRANCISCO EL HOMBRE”!.

FRANCISCO EL HOMBRE, arrinconó para siempre en Riohacha y en los caseríos guajiros, como Tomarrazón, Macho Bayo y Cotopríz, a las entonces muy en moda mazunkas, poleas y valses europeos. Francisco el Hombre, comenzó a modelar lo que hoy constituye el vallenato. Como potro guajiro suelto en las llanuras, le dio rienda suelta a sus inspiraciones costumbristas y narrativas. Así nació el merengue, el són, la puya y el paseo vallenato. Y la historia sigue así:

FRANCISCO EL HOMBRE, comenzó a cantar nuestras costumbres, nuestro vivir cotidiano y a recorrer los caminos que tosen polvos por los caseríos y arenales de la Guajira y de la provincia de Padilla. Su presencia era sinónimo de parrandas, de fiestas y alegría permanente en donde llegaba. Su fama se extendió hasta los dominios del príncipe de las tinieblas, quien perdía clientela porque éstos preferían divertirse sanamente, alejándose del pecado, sin volver a las pianolas para dedicarse por completo a las cumbiambas amanecedoras, y a las parrandas y fiestas del pueblo que alegraba FRANCISCO EL HOMBRE, con el acordeón en el pecho.

Por esta razón me contaron los abuelos – el duelo – y miren cómo lo cuentan: ocurrió que Satanás, se molestó y desafió a nuestro juglar a un duelo musical en las montañas de “Treinta” cerca de Cotopríz, Tomarrazón, Treinta y Macho Bayo.

Eran las doce (12) de la noche. A la montaña le estremecía el silencio. Los pájaros que cantaban bonito, habían dejado de cantar. Solo se oían el graznido insípido y aterrador de la lechuza y el balbuceo solidario del búho. No se veían luceros, sólo mariposas negras y lustrosas que no movían las alas.

FRANCISCO EL HOMBRE, se presentó como siempre con el acordeón en el pecho y en los labios una canción. Y traía también colgados al cuello como padrinos, las medallas benditas de Jesús Sacramentado y la Virgen de las Mercedes, y la patrona de Riohacha, la Virgen de los Remedios.

Cuentan que donde se encontraron, más nunca nacieron hierbas y se secaron los árboles y no volvió a llover, y cuando llueve los viernes santos es con relámpagos y truenos.

La presencia de don sata – el diablo – fue montada, primero por una nube negra sostenida por murciélagos chillones, alas puntiagudas y luego por un insoportable olor a azufre. No se dieron las manos, ni Don sata miró a mi tío Francisco por que en el cuello le colgaban las medallas de Jesús y la Virgen y Don Sata, como ustedes saben, no gusta de esa gente, son poco amigos.

La nube y los murciélagos hicieron telón detrás del dueño del infierno, quien tomó asiento sobre una enorme y escalofriante calavera que tenía cuernos rojos y en cada uno de ellos se posó un pájaro negro y feo, con alfombra hecha con escamas de dragones infernales y clavada a la tierra con lanzas y puñales ensangrentados.

Me cuenta que mi tío se olvido que él era FRANCISCO EL HOMBRE y quiso devolverse, pero ya no había camino, sólo se veía una culebra hirviente de azufre. Entonces partió el palo con que garabateaba el burro, hizo una cruz y se sentó sobre ella, pero las imágenes sagradas que llevaba en el cuello temblaron, esto significaba que estaba respaldado para pelear y en nombre de Dios. Se levantó, abrió el acordeón con una melodía extraña que adormeció a FRANCISCO EL HOMBRE, y lo hacía ver llamas de candelas enormes en telarañas.

La cosa se iba poniendo fea. El burro reventó la cabuya y se fue despavorido y a FRANCISCO EL HOMBRE se le olvidó la melodía y los versos que pensó cantar y se le acalambraron los dedos de las manos. Entonces se acordó del credo, oración que le había enseñado su madrina para que no lo fregaran las brujas y alejara el mañoco. Pero Don Sata, que no es tonto, lo hacía confundir con una oración de la magia que le enseñó una india Guajira a FRANCISCO EL HOMBRE, y esta oración parecía que si le gustaba a Don Sata, porque se reía mostrándole un pocón dientes de oro.

FRANCISCO EL HOMBRE se hizo señal de la cruz en la frente y comenzó a tocar el credo al revés, es decir; de atrás pa’ lante, pero no logró repetirlo porque Don Sata metido en la nube negra, le gritó: tramposo! Me la pagarás y desapareció como un estornudo con los pájaros feos en el hombro y los murciélagos y la nube negra hedionda a azufre también desaparecieron.

Y después…!

Como es de suponer, este caso hizo crecer con mayores dimensiones la fama del acordeonero y FRANCISCO EL HOMBRE, quedó consagrado por los siglos en el campo folclórico. Y no era para menos; era único hombre después de Jesucristo que derrotó al Diablo y con un acordeón. Yo creo que toda esta historia es cierta, y si no lo es, de lo que sí estoy seguro es de que es verdadero folclor.

Los nuevos herederos de mi tío FRANCISCO EL HOMBRE, los nuevos estilos y compositores, como también como y este muy importante, sobre la nueva aparición de críticos y analistas vallenatólogos que inician Consuelo Araujo, Francisco Socarras, Manuel Zapata Olivella, Alfonso López Michelsen, Gabriel García Márquez, Daniel Samper, Enrique Santos Calderón, Tomas Darío Hinojosa, y ahora este libro gran aporte que nos brinda el joven doctor”.

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