Por: Weildler Guerra C.
Entre algunos ciudadanos de Riohacha se ha despertado el deseo de suprimir con firmeza cualquier vestigio de la memoria colectiva sobre el paso de los alemanes en La Guajira. La figura histórica en la que se centran los ataques es la de Nicolás de Federmán, un empleado de la Casa Comercial de los Welser a la cual la Corona de Castilla le otorgó una capitulación en 1528 para conquistar y poblar la llamada Gobernación de Venezuela y Cabo de la Vela. Como en Riohacha existe un colegio, un club social y un parque público con ese nombre, se promueve que éste sea borrado de la toponimia de la ciudad. La razón que se alega para ello es que la sociedad local ha “descubierto” en los pescadores de perlas de la isleta de Cubagua, cercana a la Margarita, a los originarios ocupantes de la que hoy es la capital guajira. Pero, me pregunto, ‘¿hay tal descubrimiento?
Bastaría con leer la Elegía de varones ilustres, de Juan de Castellanos, uno de los primeros pobladores de esa ciudad, para despejar cualquier duda sobre el origen de ésta. Riohacha surge como un proceso de traslado iniciado por perleros venidos del grupo insular margariteño cuyos asentamientos en razón de la explotación de los ostrales eran móviles. ¿Por qué surge entonces la idea de que la ciudad la fundó un alemán?
De la lectura única del cronista Nicolás De la Rosa, quien a su vez fue inducido a error por los cronistas Fernández de Piedrahita (1688) y Alonso de Zamora (1701). Los habitantes de la ciudad tenían en gran estima a este autor colonial, y en casi todas las casas había una tinaja y un ejemplar de La Floresta. También contribuyó el alemán Juan Friede, quien estaba interesado en demostrar que el paso de sus coterráneos en América no había sido totalmente estéril ni caracterizado por su crueldad.
Ante la cercanía del cuatricentenario de Riohacha, su cabildo municipal solicitó en 1944 a la Academia Nacional de Historia que hiciese claridad al respecto. Ésta delegó al historiador Moisés De la Rosa, quien se pronunció ese mismo año señalando a los pescadores de Cubagua como sus primeros pobladores. En igual sentido lo hicieron el historiador español Manuel Luengo Muñoz (1949) y el alemán Enrique Otte (1977).
También lo han sustentado destacados historiadores sudamericanos como Pablo Ojer (1983) y Guillermo Morón (1971). Este último siempre ha sostenido que en sus inicios Riohacha tuvo un ámbito venezolano.
Los alemanes concibieron, no obstante, la fundación de una ciudad utópica en la península de La Guajira, la cual se llamaría Ulma en honor de Ulm, la ciudad en donde nació Federmán y, mucho después, Albert Einstein. Con su interés en localizar una ruta hacia el interior del continente, los germanos exploraron La Guajira en busca de sus recursos aprovechables, y su fracaso en localizar y aprovechar los bancales de perlas señaló el camino a los de Cubagua. El histórico Parque Federmán nos lleva a los felices años de la infancia y el colegio. Su nombre nos recuerda que no carecía de intereses académicos pues escribió un libro precioso, acaso una de las primeras y menos conocidas etnografías sobre América: la Historia Indiana, publicada en 1557.
Cambiar este arraigado nombre por el anodino Parque de los Cañones, sólo nos recordaría a tres vándalos embriagados que estrellan en una noche de desafuero una botella de Robbie Burns sobre el piso.
wilderguerra@gmail.com
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Weildler Guerra Curvelo
Entre algunos ciudadanos de Riohacha se ha despertado el deseo de suprimir con firmeza cualquier vestigio de la memoria colectiva sobre el paso de los alemanes en La Guajira. La figura histórica en la que se centran los ataques es la de Nicolás de Federmán, un empleado de la Casa Comercial de los Welser a la cual la Corona de Castilla le otorgó una capitulación en 1528 para conquistar y poblar la llamada Gobernación de Venezuela y Cabo de la Vela. Como en Riohacha existe un colegio, un club social y un parque público con ese nombre, se promueve que éste sea borrado de la toponimia de la ciudad. La razón que se alega para ello es que la sociedad local ha “descubierto” en los pescadores de perlas de la isleta de Cubagua, cercana a la Margarita, a los originarios ocupantes de la que hoy es la capital guajira. Pero, me pregunto, ‘¿hay tal descubrimiento?
Bastaría con leer la Elegía de varones ilustres, de Juan de Castellanos, uno de los primeros pobladores de esa ciudad, para despejar cualquier duda sobre el origen de ésta. Riohacha surge como un proceso de traslado iniciado por perleros venidos del grupo insular margariteño cuyos asentamientos en razón de la explotación de los ostrales eran móviles. ¿Por qué surge entonces la idea de que la ciudad la fundó un alemán?
De la lectura única del cronista Nicolás De la Rosa, quien a su vez fue inducido a error por los cronistas Fernández de Piedrahita (1688) y Alonso de Zamora (1701). Los habitantes de la ciudad tenían en gran estima a este autor colonial, y en casi todas las casas había una tinaja y un ejemplar de La Floresta. También contribuyó el alemán Juan Friede, quien estaba interesado en demostrar que el paso de sus coterráneos en América no había sido totalmente estéril ni caracterizado por su crueldad.
Ante la cercanía del cuatricentenario de Riohacha, su cabildo municipal solicitó en 1944 a la Academia Nacional de Historia que hiciese claridad al respecto. Ésta delegó al historiador Moisés De la Rosa, quien se pronunció ese mismo año señalando a los pescadores de Cubagua como sus primeros pobladores. En igual sentido lo hicieron el historiador español Manuel Luengo Muñoz (1949) y el alemán Enrique Otte (1977).
También lo han sustentado destacados historiadores sudamericanos como Pablo Ojer (1983) y Guillermo Morón (1971). Este último siempre ha sostenido que en sus inicios Riohacha tuvo un ámbito venezolano.
Los alemanes concibieron, no obstante, la fundación de una ciudad utópica en la península de La Guajira, la cual se llamaría Ulma en honor de Ulm, la ciudad en donde nació Federmán y, mucho después, Albert Einstein. Con su interés en localizar una ruta hacia el interior del continente, los germanos exploraron La Guajira en busca de sus recursos aprovechables, y su fracaso en localizar y aprovechar los bancales de perlas señaló el camino a los de Cubagua. El histórico Parque Federmán nos lleva a los felices años de la infancia y el colegio. Su nombre nos recuerda que no carecía de intereses académicos pues escribió un libro precioso, acaso una de las primeras y menos conocidas etnografías sobre América: la Historia Indiana, publicada en 1557.
Cambiar este arraigado nombre por el anodino Parque de los Cañones, sólo nos recordaría a tres vándalos embriagados que estrellan en una noche de desafuero una botella de Robbie Burns sobre el piso.
wilderguerra@gmail.com
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Weildler Guerra Curvelo
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