El profesor Antanas Mockus debió sentirse muy aburrido con la idea de que era el candidato preferido por los colombianos para ser escogido como presidente de la república y un día, de esos en que la campaña adquiría mayor intensidad, decidió que no era posible que tal cosa sucediera y entonces comenzó a hacer todo lo que estuviera a su alcance para que la historia tomara un nuevo curso.
Y comenzó su estrambótica misión cuando respondió afirmativamente a una pregunta sobre si extraditaría al presidente de la república. La opinión pública, mayoritariamente adicta al presidente Álvaro Uribe Vélez, no tardó en pasarle factura y, cuando rectificó expresando que solo lo haría si la constitución lo obligaba, ya era tarde pues el daño estaba hecho y una buena parte de la masa de sus seguidores había comenzado a buscar refugio en otra parte.
En segundo lugar debilitó su candidatura con la oferta de un programa de empleo cuyo eje central era el desmonte de los aportes para fiscales, decisión que llevaría al país a una nueva primavera, a un estado de máxima felicidad en que abundarían los puestos formales de trabajo y esto, a su vez, contribuiría a romperle la espina dorsal a la inmemorial pobreza de Colombia.
A sus adversarios no les costó demostrar que esta medida solo contribuiría a generar entre 200 y 300 mil empleos, por una sola vez, y esto no le haría no cosquillas a un problema que sufren más de dos millones y medio de compatriotas. Y, además, como efecto colateral, dejaría sin esperanzas a varios millones de aprendices del SENA y sin trabajo a miles de madres comunitarias del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
Una buena cantidad de funcionarios de las dos entidades a quienes les sonaba el discurso del ex alcalde, sintieron que se les arrugaba el espíritu como producto del fuego amigo proveniente desde la entusiasta trinchera de la ola verde.
Un imaginario asesor que Mockus había contratado para que lo ayudara en la tarea de despresidenciarse lo felicitó por los logros de esta primera acción y le dijo que aún había mucho por hacer, pues las encuestas tercamente los seguían mostrando como favorito. Le recomendó entonces confesarse ateo y acto seguido retractarse. Con el primer gesto perdería el favor de los millones de personas que creen que existe un Presidente de todos los presidentes, un Rey de todos los reyes. Con el segundo renunciaría al respaldo de quienes aborrecen las expresiones electoreras y su retractación fue vista como eso: anunciarse como creyente no porque le interesaran el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sino porque descubrió que en Colombia Dios es un personaje más querido que todos los personajes que puedan existir y cobijarse en su sombra daba buenos dividendos.
Pero quedaba gente que creía en Mockus y éste aún corría el riesgo de ser presidente de modo que procedió a cazar una pelea innecesaria con quien era para ese entonces una colectividad que podría darle una ayuda vital en caso de pasar a la segunda vuelta: el Polo Democrático Alternativo. Militantes del PDA planeaban votar por el candidato Gustavo Petro en Primera vuelta y por Antanas Mockus en segunda. Algunos, guiados por el pragmatismo, el anti uribismo y por la posibilidad real de interrumpir los doce años consecutivos de gobiernos de derecha, estaban listos para votar por el ex rector de la Universidad Nacional en la misma primera vuelta. Después de la declaración en que el Partido Verde edificó una inútil muralla entre ellos y el Polo, millares de militantes de izquierda se radicalizaron alrededor de Petro, su candidato natural o se situaron en la franja abstencionista de la cual rara vez alguien logra sacarlos.
Mockus consultó el oráculo y éste debió responderle que los esfuerzos hechos hasta entonces habían sido muy buenos pero insuficientes, pues todavía estaba en un buen punto en las encuestas y debía seguir trabajando tan juicioso como hasta ahora venía haciéndolo. El invisible y desconocido asesor de cuya sabiduría salían los consejos para destruir la ilusión de quienes habían cambiado su corazón por un girasol en el lado izquierdo de su pecho, le recomendó ahora pronunciarse sobre el salario de los médicos. Un estudiante de medicina en Colombia debe invertir buena parte de su juventud en estudiar e invertir la fortuna paterna y la propia en el casi impagable costo de los semestres. Cuando se gradúa lo espera los mil y un conflictos entre la ética y los intereses del patrono; lo acosa la posibilidad de demandas ante los tribunales; lo asedia el exceso de trabajo y los turnos inhumanos. Y aún así el candidato se pronuncia en cuanto a ellos para decir que un millón de pesos al mes (menos de dos salarios mínimos) sería un reconocimiento adecuado.
Muchos partidarios cambiaron su decisión pero aún quedaban seguidores. Tantos, que existía para Antanas el peligro de que lo llevaran en hombros y a pulso de puro voto, a la Casa de Nariño. Había que hacer algo y hacerlo pronto. ¡Y lo hizo! En plena campaña presidencial, en un país con una economía contraída y un desempleo galopante, anunció la creación de más impuestos, dejando servida la oportunidad para su adversario0 Juan Manuel Santos quien aseguró que él no creía necesaria la instauración de nuevos tributos.
Mockus revisó el gráfico de las encuesta y debió sentirse muy satisfecho cuando vio la curva en pleno e irreversible descenso. El asesor de siempre debió decirle al oído algo así como “Aún tenemos un remanente en Maicao (Guajira) y es necesario eliminarlo. La mejor forma de acabar con eso es ir a La Guajira, aterrizar en Riohacha y no llegar a Maicao…eso los va a enojar y te los quitarás de encima” Mockus atendió a su experto, vino a La Guajira, se quedó en Riohacha y logró que se decepcionaran sus adeptos maicaeros, pero no conforme con esto, dio una de sus acostumbradas declaraciones, de esas que cada quien puede interpretar según le plazca, sobre la legalidad de los negocios de la ciudad de la Frontera. No se sabe si fue su intención o realmente dijo eso pero los maicaeros entendieron que Mockus no quería mucho a su ciudad y hoy están desilusionados con candidatura del profesor.
La campaña avanza y parece ser que todo seguirá igual. La gente que se ilusionó con una forma decente y distinta de hacer política; los ciudadanos que creyeron en que había llegado la hora de iniciar una nueva época para el país, está confundida y, como dicen en nuestros pueblos, “buscando pa’ donde cogé” El profesor Mockus, con sus declaraciones ambiguas y su discurso ininteligible está logrando una hazaña que hace unos días se observaba como imposible: perder las elecciones por la presidencia de Colombia.
Y comenzó su estrambótica misión cuando respondió afirmativamente a una pregunta sobre si extraditaría al presidente de la república. La opinión pública, mayoritariamente adicta al presidente Álvaro Uribe Vélez, no tardó en pasarle factura y, cuando rectificó expresando que solo lo haría si la constitución lo obligaba, ya era tarde pues el daño estaba hecho y una buena parte de la masa de sus seguidores había comenzado a buscar refugio en otra parte.
En segundo lugar debilitó su candidatura con la oferta de un programa de empleo cuyo eje central era el desmonte de los aportes para fiscales, decisión que llevaría al país a una nueva primavera, a un estado de máxima felicidad en que abundarían los puestos formales de trabajo y esto, a su vez, contribuiría a romperle la espina dorsal a la inmemorial pobreza de Colombia.
A sus adversarios no les costó demostrar que esta medida solo contribuiría a generar entre 200 y 300 mil empleos, por una sola vez, y esto no le haría no cosquillas a un problema que sufren más de dos millones y medio de compatriotas. Y, además, como efecto colateral, dejaría sin esperanzas a varios millones de aprendices del SENA y sin trabajo a miles de madres comunitarias del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
Una buena cantidad de funcionarios de las dos entidades a quienes les sonaba el discurso del ex alcalde, sintieron que se les arrugaba el espíritu como producto del fuego amigo proveniente desde la entusiasta trinchera de la ola verde.
Un imaginario asesor que Mockus había contratado para que lo ayudara en la tarea de despresidenciarse lo felicitó por los logros de esta primera acción y le dijo que aún había mucho por hacer, pues las encuestas tercamente los seguían mostrando como favorito. Le recomendó entonces confesarse ateo y acto seguido retractarse. Con el primer gesto perdería el favor de los millones de personas que creen que existe un Presidente de todos los presidentes, un Rey de todos los reyes. Con el segundo renunciaría al respaldo de quienes aborrecen las expresiones electoreras y su retractación fue vista como eso: anunciarse como creyente no porque le interesaran el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, sino porque descubrió que en Colombia Dios es un personaje más querido que todos los personajes que puedan existir y cobijarse en su sombra daba buenos dividendos.
Pero quedaba gente que creía en Mockus y éste aún corría el riesgo de ser presidente de modo que procedió a cazar una pelea innecesaria con quien era para ese entonces una colectividad que podría darle una ayuda vital en caso de pasar a la segunda vuelta: el Polo Democrático Alternativo. Militantes del PDA planeaban votar por el candidato Gustavo Petro en Primera vuelta y por Antanas Mockus en segunda. Algunos, guiados por el pragmatismo, el anti uribismo y por la posibilidad real de interrumpir los doce años consecutivos de gobiernos de derecha, estaban listos para votar por el ex rector de la Universidad Nacional en la misma primera vuelta. Después de la declaración en que el Partido Verde edificó una inútil muralla entre ellos y el Polo, millares de militantes de izquierda se radicalizaron alrededor de Petro, su candidato natural o se situaron en la franja abstencionista de la cual rara vez alguien logra sacarlos.
Mockus consultó el oráculo y éste debió responderle que los esfuerzos hechos hasta entonces habían sido muy buenos pero insuficientes, pues todavía estaba en un buen punto en las encuestas y debía seguir trabajando tan juicioso como hasta ahora venía haciéndolo. El invisible y desconocido asesor de cuya sabiduría salían los consejos para destruir la ilusión de quienes habían cambiado su corazón por un girasol en el lado izquierdo de su pecho, le recomendó ahora pronunciarse sobre el salario de los médicos. Un estudiante de medicina en Colombia debe invertir buena parte de su juventud en estudiar e invertir la fortuna paterna y la propia en el casi impagable costo de los semestres. Cuando se gradúa lo espera los mil y un conflictos entre la ética y los intereses del patrono; lo acosa la posibilidad de demandas ante los tribunales; lo asedia el exceso de trabajo y los turnos inhumanos. Y aún así el candidato se pronuncia en cuanto a ellos para decir que un millón de pesos al mes (menos de dos salarios mínimos) sería un reconocimiento adecuado.
Muchos partidarios cambiaron su decisión pero aún quedaban seguidores. Tantos, que existía para Antanas el peligro de que lo llevaran en hombros y a pulso de puro voto, a la Casa de Nariño. Había que hacer algo y hacerlo pronto. ¡Y lo hizo! En plena campaña presidencial, en un país con una economía contraída y un desempleo galopante, anunció la creación de más impuestos, dejando servida la oportunidad para su adversario0 Juan Manuel Santos quien aseguró que él no creía necesaria la instauración de nuevos tributos.
Mockus revisó el gráfico de las encuesta y debió sentirse muy satisfecho cuando vio la curva en pleno e irreversible descenso. El asesor de siempre debió decirle al oído algo así como “Aún tenemos un remanente en Maicao (Guajira) y es necesario eliminarlo. La mejor forma de acabar con eso es ir a La Guajira, aterrizar en Riohacha y no llegar a Maicao…eso los va a enojar y te los quitarás de encima” Mockus atendió a su experto, vino a La Guajira, se quedó en Riohacha y logró que se decepcionaran sus adeptos maicaeros, pero no conforme con esto, dio una de sus acostumbradas declaraciones, de esas que cada quien puede interpretar según le plazca, sobre la legalidad de los negocios de la ciudad de la Frontera. No se sabe si fue su intención o realmente dijo eso pero los maicaeros entendieron que Mockus no quería mucho a su ciudad y hoy están desilusionados con candidatura del profesor.
La campaña avanza y parece ser que todo seguirá igual. La gente que se ilusionó con una forma decente y distinta de hacer política; los ciudadanos que creyeron en que había llegado la hora de iniciar una nueva época para el país, está confundida y, como dicen en nuestros pueblos, “buscando pa’ donde cogé” El profesor Mockus, con sus declaraciones ambiguas y su discurso ininteligible está logrando una hazaña que hace unos días se observaba como imposible: perder las elecciones por la presidencia de Colombia.
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