Por: Alejandro Rutto Martínez
El mercadeo puede considerarse como un asunto bien sencillo si se parte de la premisa de que en alguna parte alguien tiene algo que está vendiendo y en otro lugar cerca o lejos hay otra persona que está buscando exactamente ese producto.
La ecuación entonces es tan fácil como conectar a estos dos individuos para que el uno logre su propósito de poner lo que ofrece en manos de un comprador y el otro consiga el objeto o servicio que habrá de resolverle una necesidad será una transacción fácil y des complicada en la que las dos partes ganen y de paso resulte como ganador todo aquel que halla incidido de una manera para que entraran en contacto simple ¿verdad?
Alguien tenía que vender algo y lo vendió, alguien necesitaba cierto artículo y lo consiguió, hasta allí todo parece simple pero no nos dejemos deslumbrar por el resplandor de este planteamiento inicial, para terminar de entender el mercadeo es necesario hacer un poco de historia.
En los tiempos pasados cuando era difícil transformar los bienes primarios en productos terminados se vivían escenarios distintos, alguien necesitaba algo para comprar pero no le era fácil conseguirlo simplemente porque no se producían en abundancia.
Nuestros talleres de los artesanos solo elaboraban unas cuantas unidades con base en pedidos previamente realizados generalmente con mucha anticipación. Eran otros tiempos insistimos y otros los actores que señalaban las condiciones del intercambio comercial podía decirse que el pequeño productor dueño al mismo tiempo del roll de vendedor era quien tenia “ la sartén por el mango” pero siempre seria así, o existía la posibilidad de que el mango alguna vez cambiara de dueño, por supuesto que en aquel tiempo la posibilidad de que el mango pasara a otras manos era no solo remota sino inexistente, pero el mundo no es estático y algo bien grande estaba por suceder: llegó la revolución de las máquinas y a medidas que el mayor número de máquinas entraban en funcionamiento más y más productos eran colocados en las estanterías de los almacenes y en las vitrinas de otros centros comerciales.
El fervor por producir mas y mas y el entusiasmo de los compradores fue de tal magnitud que la economía vivió un momento de prosperidad inigualable sin antecedentes y que seguramente se prolongaría por años y años pero no fue así, pues el alocado deseo de producir cada vez más causó, un tiempo después, una saturación de los mercados de manera que la cantidad de bienes fue superior a lo que físicamente podría comprarse.
El mercadeo puede considerarse como un asunto bien sencillo si se parte de la premisa de que en alguna parte alguien tiene algo que está vendiendo y en otro lugar cerca o lejos hay otra persona que está buscando exactamente ese producto.
La ecuación entonces es tan fácil como conectar a estos dos individuos para que el uno logre su propósito de poner lo que ofrece en manos de un comprador y el otro consiga el objeto o servicio que habrá de resolverle una necesidad será una transacción fácil y des complicada en la que las dos partes ganen y de paso resulte como ganador todo aquel que halla incidido de una manera para que entraran en contacto simple ¿verdad?
Alguien tenía que vender algo y lo vendió, alguien necesitaba cierto artículo y lo consiguió, hasta allí todo parece simple pero no nos dejemos deslumbrar por el resplandor de este planteamiento inicial, para terminar de entender el mercadeo es necesario hacer un poco de historia.
En los tiempos pasados cuando era difícil transformar los bienes primarios en productos terminados se vivían escenarios distintos, alguien necesitaba algo para comprar pero no le era fácil conseguirlo simplemente porque no se producían en abundancia.
Nuestros talleres de los artesanos solo elaboraban unas cuantas unidades con base en pedidos previamente realizados generalmente con mucha anticipación. Eran otros tiempos insistimos y otros los actores que señalaban las condiciones del intercambio comercial podía decirse que el pequeño productor dueño al mismo tiempo del roll de vendedor era quien tenia “ la sartén por el mango” pero siempre seria así, o existía la posibilidad de que el mango alguna vez cambiara de dueño, por supuesto que en aquel tiempo la posibilidad de que el mango pasara a otras manos era no solo remota sino inexistente, pero el mundo no es estático y algo bien grande estaba por suceder: llegó la revolución de las máquinas y a medidas que el mayor número de máquinas entraban en funcionamiento más y más productos eran colocados en las estanterías de los almacenes y en las vitrinas de otros centros comerciales.
El fervor por producir mas y mas y el entusiasmo de los compradores fue de tal magnitud que la economía vivió un momento de prosperidad inigualable sin antecedentes y que seguramente se prolongaría por años y años pero no fue así, pues el alocado deseo de producir cada vez más causó, un tiempo después, una saturación de los mercados de manera que la cantidad de bienes fue superior a lo que físicamente podría comprarse.
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