Por: Alejandro Rutto Martínez
Eran las 8 de la mañana del viernes 12 de marzo cuando una aprendiz llegó a la portería del SENA en Riohacha y, al notar el silencio y la inusual soledad de esa hora se sintió extrañada. No había nadie en los pasillos. Nadie hablaba y los pocos funcionarios a quienes divisó, marchaban con paso lento y la cabeza inclinada. Mientras exponía su bolso ante la vista escrutadora del vigilante de turno le preguntó qué estaba sucediendo. Este la miró con sus ojos enrojecidos y contestó con tristeza: hace un rato murió Juan Abreu, uno de los más queridos instructores de la institución.
La muchacha se llevó la mano a la boca para ahogar un grito y quiso hacer preguntas pero no fue capaz. La noticia la sorprendió a ella como a todos en el SENA y en La Guajira. Había muerto Juan Abreu, el instructor más querido, el más experto contador, el juicioso funcionario, el amigo incondicional y se había ido de manera inesperada y prematura. Por eso era una noticia que aún hoy va seguida de un “No lo puedo creer, no es posible”
Pero sí ha sido posible. Juan Abreu Amaya cumple hoy la ineludible cita de todo ser humano con su propia historia y a esta hora debe estar en la presencia de Dios, a donde antes de él, habían acudido Frank Alzamora, Rafael Adárraga, María Clara Daza, Carlos Peralta, Marcos Barros y todos ellos funcionarios muy queridos y prácticamente funcionarios de la Regional Guajira quienes un día cualquiera fueron llamados, a cada uno a su turno para ocupar un lugar en la eternidad.
Juan Abreu Amaya nació el 17 de mayo de 1.961 en Santa Marta. Fue un estudiante disciplinado y dedicado siempre a los esfuerzos y los nuevos retos. Se graduó como Contador Público y poco después de obtener su título se le presentó la oportunidad de trabajar en La Guajira, un departamento del cual tenía pocas referencias pero que le parecía importante región de su patria.
Tomó posesión como instructor de contabilidad el día 1º de abril de 1.985, en los albores de la creación de la regional del Sena en esta sección del país. Desde un principio mostró su actitud como trabajador esforzado, docente creativo y exigente y un funcionario innovador, para quien la enseñanza era un arte que debía cumplirse con el mayor cuidado.
En el SENA vivió diferentes etapas: desde los ciclos complementarios y la Formación a Distancia de los años ochenta hasta la Formación por Competencias y la metodología de aprendizaje por proyectos de los últimos años.
Una de sus características fue la importancia que le dio a la necesidad de crear organizaciones para defender los derechos de los trabajadores o para brindarles garantías adicionales a las propias de su trabajo. En ese sentido, se convirtió en un verdadero pilar del Sindicato de Empleados Públicos del Sena, SINDESENA y fue fundador de la Cooperativa de Funcionarios del Sena (Coopsena) convertida hoy en la sólida y próspera Confiamos, de la cual fue presidente del Consejo de Administración hasta hace poco.
Juan Abreu Amaya es un nombre que por obligación seguirá pronunciándose por mucho tiempo en La Guajira. Muy probablemente la próxima asamblea de Confiamos llevará su nombre y también uno de los salones del moderno e imponente edificio de Confiamos. Lo seguiremos recordando por una razón sencilla: porque dejó huella entre sus amigos y sus estudiantes. Y repetiremos como el vigilante en aquella mañana y triste del 12 de marzo: “Era el más querido de los instructores del SENA”
Eran las 8 de la mañana del viernes 12 de marzo cuando una aprendiz llegó a la portería del SENA en Riohacha y, al notar el silencio y la inusual soledad de esa hora se sintió extrañada. No había nadie en los pasillos. Nadie hablaba y los pocos funcionarios a quienes divisó, marchaban con paso lento y la cabeza inclinada. Mientras exponía su bolso ante la vista escrutadora del vigilante de turno le preguntó qué estaba sucediendo. Este la miró con sus ojos enrojecidos y contestó con tristeza: hace un rato murió Juan Abreu, uno de los más queridos instructores de la institución.
La muchacha se llevó la mano a la boca para ahogar un grito y quiso hacer preguntas pero no fue capaz. La noticia la sorprendió a ella como a todos en el SENA y en La Guajira. Había muerto Juan Abreu, el instructor más querido, el más experto contador, el juicioso funcionario, el amigo incondicional y se había ido de manera inesperada y prematura. Por eso era una noticia que aún hoy va seguida de un “No lo puedo creer, no es posible”
Pero sí ha sido posible. Juan Abreu Amaya cumple hoy la ineludible cita de todo ser humano con su propia historia y a esta hora debe estar en la presencia de Dios, a donde antes de él, habían acudido Frank Alzamora, Rafael Adárraga, María Clara Daza, Carlos Peralta, Marcos Barros y todos ellos funcionarios muy queridos y prácticamente funcionarios de la Regional Guajira quienes un día cualquiera fueron llamados, a cada uno a su turno para ocupar un lugar en la eternidad.
Juan Abreu Amaya nació el 17 de mayo de 1.961 en Santa Marta. Fue un estudiante disciplinado y dedicado siempre a los esfuerzos y los nuevos retos. Se graduó como Contador Público y poco después de obtener su título se le presentó la oportunidad de trabajar en La Guajira, un departamento del cual tenía pocas referencias pero que le parecía importante región de su patria.
Tomó posesión como instructor de contabilidad el día 1º de abril de 1.985, en los albores de la creación de la regional del Sena en esta sección del país. Desde un principio mostró su actitud como trabajador esforzado, docente creativo y exigente y un funcionario innovador, para quien la enseñanza era un arte que debía cumplirse con el mayor cuidado.
En el SENA vivió diferentes etapas: desde los ciclos complementarios y la Formación a Distancia de los años ochenta hasta la Formación por Competencias y la metodología de aprendizaje por proyectos de los últimos años.
Una de sus características fue la importancia que le dio a la necesidad de crear organizaciones para defender los derechos de los trabajadores o para brindarles garantías adicionales a las propias de su trabajo. En ese sentido, se convirtió en un verdadero pilar del Sindicato de Empleados Públicos del Sena, SINDESENA y fue fundador de la Cooperativa de Funcionarios del Sena (Coopsena) convertida hoy en la sólida y próspera Confiamos, de la cual fue presidente del Consejo de Administración hasta hace poco.
Juan Abreu Amaya es un nombre que por obligación seguirá pronunciándose por mucho tiempo en La Guajira. Muy probablemente la próxima asamblea de Confiamos llevará su nombre y también uno de los salones del moderno e imponente edificio de Confiamos. Lo seguiremos recordando por una razón sencilla: porque dejó huella entre sus amigos y sus estudiantes. Y repetiremos como el vigilante en aquella mañana y triste del 12 de marzo: “Era el más querido de los instructores del SENA”
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