Por: José Carlos Molina
La primera vez que vi a mi amigo ROBERTO PINEDA, fue a mediado de la década de los años 70, no recuerdo exactamente el año, ni el mes, pero debió ser un viernes por la mañana. Fue en una entrevista que le realizó en su acostumbrado noticiero matutino, a unos Boxeadores aficionados que tenían gran reconocimiento en la ciudad, no solo por su calidad profesional, sino, por ser hermanos de Antonio Cervantes Kit Pambelé (José “Pambelito” Cervantes) y Rodrigo “Roky” Valdez, (Alfredo Pitalua). Después, esos boxeadores representarían a la Guajira en un torneo nacional aficionado.
Yo había llegado a la emisora con los boxeadores el día de la entrevista, porque vivía al lado del gimnasio donde entrenaba todas los días y me había ganado la amistad de los atletas a pesar de mi corta edad; ellos en un gesto de cariño me llevaron a conocer la emisora. Nunca había visto a Roberto, siempre lo escuchaba por las mañanas; él con ese tono de voz y su facilidad de expresión tenía cautivado a su audiencia.
Esa mañana no solo lo conocí a él, también entré por primera vez a la emisora, expectante y maravillado por observar de cerca el embrujo y la magia que le daba vida a esas pequeñas cajitas que hablaban y cantaban en nuestras casas.
La ciudad de Maicao vivía quizás su mayor época de esplendor económico en la década de los setenta (70) y Roberto Enrique Pineda, era una especie héroe municipal al que todos nos acostumbramos a ver en la cotidianidad de nuestros días y así fue perdiendo entre nosotros esa magia que tienen los artistas que solo vemos a la distancia y cautiva cuando aparecen. Con Roberto nos ocurrió que su trato amable, cordial y permanente lo convirtió en un ser más terrenal con sus defectos y virtudes, pero le seguimos guardando el respeto y el aprecio de siempre.
Los años pasaron y obviamente dejé de ser el niño y luego el adolescente y me trasformé en el adulto que pudo interactuar con el profesional de la radio que siempre admiré desde niño. Él con mayor recorrido y experiencias, había caminado parte de la costa atlántica en diferentes emisoras por varios años, pero luego regresó a la tierra que lo adoptó como a uno de los suyos y lideró programas de corte cívico y social, que le dieron mayor popularidad y vigencia. El recuerdo que tengo de mi amigo es el de un hombre amable, cordial, entusiasta y de un dominio excelso del micrófono y la cabina de radio.
Rafa Pérez, su compañero en el control máster, nos contaba a un grupo de amigos, que el último día que Robert estuvo en la emisora, llegó como siempre a las cinco y quince minutos de la mañana y dentro de la cabina su cuerpo no respondía, su obligación estaba por encima de todo, aún sintiéndose mal llegó temprano a su puesto de trabajo; Rafa, se asombró al verlo en esa condiciones físicas y de inmediato, acudió por ayuda.
Fue trasladado a Barranquilla, logré comunicarme con él, algunos días después y me dijo que se sentía mejor, que pronto estaría de regreso en su trabajo y la verdad a pesar de sentirle la voz apagada y débil, cerré la conversación telefónica convencido que era verdad y que pronto estaría de nuevo en su noticiero; le creí igual que creía cada una de sus noticias, jamás me imaginé ese desenlace fatal que hoy entristece las almas de quienes fuimos sus amigos.
José Luis, uno de sus discípulos, sentenció un día después de su muerte, que Maicao no sabe aún lo que perdió; que no hemos valorado la perdida de ese profesional de la radio. Con frecuencia a los humanos nos ocurre lo mismo, después de la perdida valoramos lo perdido.
Mi mamá, una mujer que la vida la llenó de experiencias, a puro golpe, pulso y coraje, cuando escucha hablar siempre de las bondades de las personas, dice en modo de advertencia: “¿Fulano es Bueno? ¡Viví con él para que veas!; por ello tengo que decir que sin duda, Roberto tenía muchos defectos como ser humano, pero yo prefiero el ROBERTO ENRIQUE PINEDA que conocí y traté en varios escenarios y puedo decir sin que me quede nada por dentro: FUE UN SER HUMANO EXCEPCIONAL, QUE AMO PROFUNDAMENTE SU PROFESIÓN Y LA VIDA, PORQUE A LA MUERTE PLANEABA DEJARLA PARA DESPUÉS.
José Carlos Molina B
Abogado litigante, presidente del colegio de Abogados de Maicao, docente universidad e La Guajira.
La primera vez que vi a mi amigo ROBERTO PINEDA, fue a mediado de la década de los años 70, no recuerdo exactamente el año, ni el mes, pero debió ser un viernes por la mañana. Fue en una entrevista que le realizó en su acostumbrado noticiero matutino, a unos Boxeadores aficionados que tenían gran reconocimiento en la ciudad, no solo por su calidad profesional, sino, por ser hermanos de Antonio Cervantes Kit Pambelé (José “Pambelito” Cervantes) y Rodrigo “Roky” Valdez, (Alfredo Pitalua). Después, esos boxeadores representarían a la Guajira en un torneo nacional aficionado.
Yo había llegado a la emisora con los boxeadores el día de la entrevista, porque vivía al lado del gimnasio donde entrenaba todas los días y me había ganado la amistad de los atletas a pesar de mi corta edad; ellos en un gesto de cariño me llevaron a conocer la emisora. Nunca había visto a Roberto, siempre lo escuchaba por las mañanas; él con ese tono de voz y su facilidad de expresión tenía cautivado a su audiencia.
Esa mañana no solo lo conocí a él, también entré por primera vez a la emisora, expectante y maravillado por observar de cerca el embrujo y la magia que le daba vida a esas pequeñas cajitas que hablaban y cantaban en nuestras casas.
La ciudad de Maicao vivía quizás su mayor época de esplendor económico en la década de los setenta (70) y Roberto Enrique Pineda, era una especie héroe municipal al que todos nos acostumbramos a ver en la cotidianidad de nuestros días y así fue perdiendo entre nosotros esa magia que tienen los artistas que solo vemos a la distancia y cautiva cuando aparecen. Con Roberto nos ocurrió que su trato amable, cordial y permanente lo convirtió en un ser más terrenal con sus defectos y virtudes, pero le seguimos guardando el respeto y el aprecio de siempre.
Los años pasaron y obviamente dejé de ser el niño y luego el adolescente y me trasformé en el adulto que pudo interactuar con el profesional de la radio que siempre admiré desde niño. Él con mayor recorrido y experiencias, había caminado parte de la costa atlántica en diferentes emisoras por varios años, pero luego regresó a la tierra que lo adoptó como a uno de los suyos y lideró programas de corte cívico y social, que le dieron mayor popularidad y vigencia. El recuerdo que tengo de mi amigo es el de un hombre amable, cordial, entusiasta y de un dominio excelso del micrófono y la cabina de radio.
Rafa Pérez, su compañero en el control máster, nos contaba a un grupo de amigos, que el último día que Robert estuvo en la emisora, llegó como siempre a las cinco y quince minutos de la mañana y dentro de la cabina su cuerpo no respondía, su obligación estaba por encima de todo, aún sintiéndose mal llegó temprano a su puesto de trabajo; Rafa, se asombró al verlo en esa condiciones físicas y de inmediato, acudió por ayuda.
Fue trasladado a Barranquilla, logré comunicarme con él, algunos días después y me dijo que se sentía mejor, que pronto estaría de regreso en su trabajo y la verdad a pesar de sentirle la voz apagada y débil, cerré la conversación telefónica convencido que era verdad y que pronto estaría de nuevo en su noticiero; le creí igual que creía cada una de sus noticias, jamás me imaginé ese desenlace fatal que hoy entristece las almas de quienes fuimos sus amigos.
José Luis, uno de sus discípulos, sentenció un día después de su muerte, que Maicao no sabe aún lo que perdió; que no hemos valorado la perdida de ese profesional de la radio. Con frecuencia a los humanos nos ocurre lo mismo, después de la perdida valoramos lo perdido.
Mi mamá, una mujer que la vida la llenó de experiencias, a puro golpe, pulso y coraje, cuando escucha hablar siempre de las bondades de las personas, dice en modo de advertencia: “¿Fulano es Bueno? ¡Viví con él para que veas!; por ello tengo que decir que sin duda, Roberto tenía muchos defectos como ser humano, pero yo prefiero el ROBERTO ENRIQUE PINEDA que conocí y traté en varios escenarios y puedo decir sin que me quede nada por dentro: FUE UN SER HUMANO EXCEPCIONAL, QUE AMO PROFUNDAMENTE SU PROFESIÓN Y LA VIDA, PORQUE A LA MUERTE PLANEABA DEJARLA PARA DESPUÉS.
José Carlos Molina B
Abogado litigante, presidente del colegio de Abogados de Maicao, docente universidad e La Guajira.
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