Por: Manuel Palacio Tiller
Sobreponiéndome al dolor y la tristeza que me causa la muerte de Roberto Enrique Pineda, me nace darle el postrero adiós, porque fuimos amigos y compañeros de periodismo, y porque siendo un hombre excepcional que marcó con actuaciones importantes su paso por este mundo, no puede irse silenciosamente, sin que en nombre de tantos que supieron apreciar su valer, se haga reconocimiento póstumo a la meritoria misión que supo cumplir en beneficio de la sociedad de este departamento.
Se fue Roberto Enrique Pineda, liberado su espíritu de padecimientos carnales, a caso como recónditamente siempre lo quisiera, por innata repulsión a la grosería de la materia, obstáculo hacia un mundo mejor.
Roberto Enrique Pineda Lengua, puede ser descrito, si caben definiciones para las personas, como un ejemplar de inteligencia, la cual fue su característica esencial en todas las manifestaciones de su personalidad. El fue eso, inteligencia, que explicó su manera de ser y su vida, si también es posible un hilo conductor para entender las contradicciones que hacen a veces incomprensible al hombre.
De ahí su manera de ser atrayente, sencilla, casi que humilde, su cultura y dominio de los diferentes espacios del periodismo, lucidez de disertación, elegancia de estilo, todo bajo el encanto de un refinamiento humilde pero solemne. Su excepcionalidad no provenía de alguna manifestación extraordinaria de la naturaleza, sino de una animación e impregnación de su calidad humana, de una especie de intuición innata de todo aquello que supera por causas intrínsecas a las demás cosas. Su manifestación externa de esta idiosincrasia se advertía en la estética de su postura y de comprender la vida, en la elegancia de su manera y tratos, en el refinamiento de sus palabras, en sus programas periodísticos y aún en la sencillez de sus placeres.
Andaba por la vida, pues, con la desenvoltura de que premonitoriamente sabia por donde y a donde iba en el logro de sus objetivos, evadiendo conjeturas consecuencias de la acechanza y la envidia.
Naturalmente, siempre triunfaba y, no de cualquier manera deprimente o compasiva que afearan su postura, ni jadeos de agotamiento angustioso de la resistencia, sino con elegancia deslumbrante de sortear la dificultad del momento con la facilidad de la destreza.
Lo que en él constituía una cualidad influyente sobre lo demás era, no el viento, sino el torbellino de su portentosa imaginación que lo empujaba hacer un periodismo mejor a favor de la sociedad en el marco de sus actividades profesionales. Su originalidad, la magnitud de su imaginación y su deslumbramiento fueron cualidades innatas sin sustraer envanecer su sencillez interna.
Como periodista, fue un hombre combatiente y descolló siempre en la buena información para bien de todos. Su noticiero mañanero y el programa Línea de 500 fueron marcas para incrustar en los pañales de su cariño a todo un pueblo que lo vio crecer y prosperar y lo reconoció como uno de sus hijos en el ápice del triunfo y del éxito, lo que le dio la supremacía de su calidad profesional por encima de tantos enanos.
Nos duele profundamente su desaparición. Valoramos con exactitud resignada el vacío que nos deja su presencia de intelectual y de periodista, en una región plegada de conceptos adversos donde campea la inversión de valores y se nota el atrevimiento de la ignorancia, más no el equilibrio de la balanza de la profesionalidad y la compostura.
Sus amigos, - que fueron muchos – sus colegas, siempre lo admiramos con deleite, por lo que hoy sentimos el frio de su ausencia, que sólo calma la calidez de su recuerdo. Su partida irreparable hoy lloramos con mucha tristeza, pero hay un día Roberto Enrique Pineda, como dijera el poeta Se levan anclas para nunca más volver: Un día en que discurren vientos ineluctables…. Un día en que ya nadie nos puede retener, cuando vamos al puerto de la buenaventuranza en la eternidad donde llegan todos los buenos hijos de Dios.
Sobreponiéndome al dolor y la tristeza que me causa la muerte de Roberto Enrique Pineda, me nace darle el postrero adiós, porque fuimos amigos y compañeros de periodismo, y porque siendo un hombre excepcional que marcó con actuaciones importantes su paso por este mundo, no puede irse silenciosamente, sin que en nombre de tantos que supieron apreciar su valer, se haga reconocimiento póstumo a la meritoria misión que supo cumplir en beneficio de la sociedad de este departamento.
Se fue Roberto Enrique Pineda, liberado su espíritu de padecimientos carnales, a caso como recónditamente siempre lo quisiera, por innata repulsión a la grosería de la materia, obstáculo hacia un mundo mejor.
Roberto Enrique Pineda Lengua, puede ser descrito, si caben definiciones para las personas, como un ejemplar de inteligencia, la cual fue su característica esencial en todas las manifestaciones de su personalidad. El fue eso, inteligencia, que explicó su manera de ser y su vida, si también es posible un hilo conductor para entender las contradicciones que hacen a veces incomprensible al hombre.
De ahí su manera de ser atrayente, sencilla, casi que humilde, su cultura y dominio de los diferentes espacios del periodismo, lucidez de disertación, elegancia de estilo, todo bajo el encanto de un refinamiento humilde pero solemne. Su excepcionalidad no provenía de alguna manifestación extraordinaria de la naturaleza, sino de una animación e impregnación de su calidad humana, de una especie de intuición innata de todo aquello que supera por causas intrínsecas a las demás cosas. Su manifestación externa de esta idiosincrasia se advertía en la estética de su postura y de comprender la vida, en la elegancia de su manera y tratos, en el refinamiento de sus palabras, en sus programas periodísticos y aún en la sencillez de sus placeres.
Andaba por la vida, pues, con la desenvoltura de que premonitoriamente sabia por donde y a donde iba en el logro de sus objetivos, evadiendo conjeturas consecuencias de la acechanza y la envidia.
Naturalmente, siempre triunfaba y, no de cualquier manera deprimente o compasiva que afearan su postura, ni jadeos de agotamiento angustioso de la resistencia, sino con elegancia deslumbrante de sortear la dificultad del momento con la facilidad de la destreza.
Lo que en él constituía una cualidad influyente sobre lo demás era, no el viento, sino el torbellino de su portentosa imaginación que lo empujaba hacer un periodismo mejor a favor de la sociedad en el marco de sus actividades profesionales. Su originalidad, la magnitud de su imaginación y su deslumbramiento fueron cualidades innatas sin sustraer envanecer su sencillez interna.
Como periodista, fue un hombre combatiente y descolló siempre en la buena información para bien de todos. Su noticiero mañanero y el programa Línea de 500 fueron marcas para incrustar en los pañales de su cariño a todo un pueblo que lo vio crecer y prosperar y lo reconoció como uno de sus hijos en el ápice del triunfo y del éxito, lo que le dio la supremacía de su calidad profesional por encima de tantos enanos.
Nos duele profundamente su desaparición. Valoramos con exactitud resignada el vacío que nos deja su presencia de intelectual y de periodista, en una región plegada de conceptos adversos donde campea la inversión de valores y se nota el atrevimiento de la ignorancia, más no el equilibrio de la balanza de la profesionalidad y la compostura.
Sus amigos, - que fueron muchos – sus colegas, siempre lo admiramos con deleite, por lo que hoy sentimos el frio de su ausencia, que sólo calma la calidez de su recuerdo. Su partida irreparable hoy lloramos con mucha tristeza, pero hay un día Roberto Enrique Pineda, como dijera el poeta Se levan anclas para nunca más volver: Un día en que discurren vientos ineluctables…. Un día en que ya nadie nos puede retener, cuando vamos al puerto de la buenaventuranza en la eternidad donde llegan todos los buenos hijos de Dios.
Excelente articulo, siente de corazon el dolor causado por la muerte de este periodista.
ResponderEliminarsls
lector de articulo.org
gracias al dr. man Muel palacio por el articulo a mi padre , cuenta usted tambien con mi admiracion y respeto y por ser tan buen amigo de mi papà que al igual que ud amamos esta tierra. atte ELIECER PINEDA
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