Por: Paola Johana Martínez ortíz
Cuántas veces hemos estado confiados a pesar de las adversidades, las personas que nos conocen y son testigos de nuestros problemas, se vuelven nuestros principales críticos al pretender entender nuestra actitud; no se explican cómo podemos estar tranquilos en medio de la dificultad, y en nuestra condición de creyentes muchos son los que nos tildan de “religiosos”, y muy a pesar de eso seguiremos creyendo que cuando le servimos al Rey de Reyes él nos conoce y nos entrega hasta más de lo que le pedimos.
Nehemías quien servía de copero al Rey Artajerjes en la Capital de Susa, un hombre temeroso de Dios que había nacido dentro de las costumbres del pueblo judío; se encontraba en una terrible situación, se había enterado que los muros que rodeaban a Jerusalén se encontraban en ruinas. Nehemías anhelaba ir a Jerusalén para reedificarla, el único inconveniente que tenía era su condición de cautivo y servidor del Rey, que le impedía trasladarse para tratar de socorrer a su pueblo, pero Nehemías hizo lo que un buen creyente hace primeramente; clamó pidiendo ayuda a Dios, y como siempre él permanece fiel a nuestras necesidades, movió todas las fichas a favor de Nehemías de manera sorprendente, tanto que el valiente copero recibió más de lo que había pedido.
Nehemías 2:1,2: Sucedió en el mes de Nisán, en el año veinte del rey Artajerjes, que estando ya el vino delante de él, tomé el vino y lo serví al rey. Y como yo no había estado antes triste en su presencia, me dijo el rey: ¿Por qué está triste tu rostro? pues no estás enfermo. No es esto sino quebranto de corazón. Entonces temí en gran manera.
La posición de Nehemías era de confianza y de privilegio ante el rey Artajerjes; vivía cómodamente y no tenía muchas necesidades, se movía por todo el palacio como un hombre importante; sin embargo a pesar de su posición Nehemías sufre en lo más profundo de su ser la situación humillante de su pueblo y ciudad y lo primero que hace es orar ante Dios y rogar por su gente.
Nehemías había ido a la presencia del rey, sirviéndole como era de costumbre, pero en aquella ocasión el rey notó la aflicción de Nehemías sin que saliera palabra de su boca, no había pronunciado lamento; sin embargo el rey lo conocía y le preguntó: ¿Por qué está triste tu rostro?, dice la palabra de Dios que Nehemías nunca antes había estado triste en su presencia; lo que llamó la atención del rey y le dijo: ¿ qué cosa pides?, pidiéndole el copero permitirle ir a la tierra de sus padres, además que le entregase carta de recomendación para llevar ante los gobernadores de las otras provincias; y una carta al guarda del bosque para recibir de manos de este la madera que se necesitaba para el levantamiento de los muros. No obstante el rey le otorgó todo lo que pidió y además de eso lo envió en compañía de su ejército, osea le dio más de lo que había pedido.
Me siento representada en la historia de Nehemías, este copero del rey que ante una dificultad clamó ante el todo poderoso y Dios reposó de su gracia sobre él, de la misma manera Dios actúa con nosotros; cuando estamos confiados en Dios en medio de la dificultad, aunque no lancemos queja alguna, él nos manda su socorro, y lo hace porque nos conoce; porque él escudriña lo más profundo de nuestros corazones y aunque todos te vean tranquilo, tu padre que está en los cielos conocerá tu angustia y preguntará ¿Qué cosa pides?.
Nehemías había ganado la confianza del rey porque le había servido fielmente, cuando nos disponemos a servir al rey de reyes recibimos recompensa , Servir a Dios significa darle la gloria y la honra en todo momento, en el lugar que nos encontremos, servirle a Dios es cumplir a cabalidad con sus mandamientos, en especial el que establece “ama a tu prójimo como a ti mismo” cuando tu entiendes el significado del amor le servirás en todas las esferas; es cuando él entonces se encarga de nuestros problemas y nos invita a tomar su yugo, Por eso dice: «venid a mí». Yo os quito ese yugo que os fatiga. Yo pongo sobre vuestros hombros otro yugo que os libera. Yo os quito esa carga que os deprime. Yo echo sobre vuestras espaldas una carga que os fortalece. Mi yugo y mí carga, mi ley es una sola: el amor. Él nos ofrece entregarle nuestras cargas y recibir su yugo, el yugo que debemos llevar es el amor de Dios que se sobrepone a cualquier dificultad.
Hoy te invito a que pongas tus problemas en las manos de Dios y decidas servirle, luego podrás tu mismo dar testimonio de la bendición que representa servirle al Rey.
Bendiciones,
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