Por: Ulises Rodríguez Lobelo
En nuestra cotidianidad convivimos con otros seres que al igual que nosotros tienen uno que otro defecto. Se les critica desde un punto de vista moral, creyendo ilusoriamente en la perfección humana como don heredado de los dioses.
Ya la mitología griega nos los enseño al mostrarnos a Zeus, padre de los dioses, echando mano de cuanta doncella encontraba en el camino; de igual manera Hera, Afrodita y Atenea reclamaban para sí la manzana que Eris, diosa de la discordia, había arrojado en medio de una fiesta con la inscripción “para la más bella”. Todo aquello desencadenó la Guerra de Troya para que el magnífico Homero nos regalara sus dos hermosos poemas épicos: ”La Ilíada “ y “La Odisea”.
Pues bien, creo que todos tenemos defectos y que al aceptar los de las personas con las cuales convivimos hacen la diferencia y nos permiten la alegría y la práctica de la tolerancia. Nosotros caribeños y mamadores de gallo no podemos negar que nos hemos reído de uno u otro cristiano por un apodo que le hayan colocado o por un insuceso que le haya ocurrido. He leído anécdotas de la hermosa región guajira plagada de estos artificios de la tradición oral popular; y que decir de las viejas chismosas que con el pretexto de barrer la puerta de la calle se ponen al tanto de los pormenores del barrio.
Nuestros defectos, que en ocasiones pueden ser confundidos con virtudes cuando rayan en exageraciones, hacen parte de nuestro ideario colectivo. Hay vanidosos, golosos, flojos, maniáticos del orden y la limpieza, celosos, hipocondríacos, hipócritas, amarrados, gastadores, abstemios y borrachines que hacen de este un mundo singular.
Debe quedar claro que no hago una apología de los defectos ya que considero que éstos nos deben servir para andar el camino en pos de corregirlos cuando consideremos que no son convenientes ya que podemos caer en un comportamiento asocial, como en los casos dela sinceridad excesiva o la pedantería. Ya lo decía Prometeo encadenado a la montaña:”Mantenerse en el error es vergonzoso para el sabio”.
Todos tenemos defectos para bien o para mal que nos identifican, lo que debemos es aceptar con valor y resignación a todos aquellos que no piensan igual a uno o no se comportan igual. Si un defecto nos permite seguir viviendo con el ánimo de de corregirlo bienvenido sea, esa es la gracia.
En nuestra cotidianidad convivimos con otros seres que al igual que nosotros tienen uno que otro defecto. Se les critica desde un punto de vista moral, creyendo ilusoriamente en la perfección humana como don heredado de los dioses.
Ya la mitología griega nos los enseño al mostrarnos a Zeus, padre de los dioses, echando mano de cuanta doncella encontraba en el camino; de igual manera Hera, Afrodita y Atenea reclamaban para sí la manzana que Eris, diosa de la discordia, había arrojado en medio de una fiesta con la inscripción “para la más bella”. Todo aquello desencadenó la Guerra de Troya para que el magnífico Homero nos regalara sus dos hermosos poemas épicos: ”La Ilíada “ y “La Odisea”.
Pues bien, creo que todos tenemos defectos y que al aceptar los de las personas con las cuales convivimos hacen la diferencia y nos permiten la alegría y la práctica de la tolerancia. Nosotros caribeños y mamadores de gallo no podemos negar que nos hemos reído de uno u otro cristiano por un apodo que le hayan colocado o por un insuceso que le haya ocurrido. He leído anécdotas de la hermosa región guajira plagada de estos artificios de la tradición oral popular; y que decir de las viejas chismosas que con el pretexto de barrer la puerta de la calle se ponen al tanto de los pormenores del barrio.
Nuestros defectos, que en ocasiones pueden ser confundidos con virtudes cuando rayan en exageraciones, hacen parte de nuestro ideario colectivo. Hay vanidosos, golosos, flojos, maniáticos del orden y la limpieza, celosos, hipocondríacos, hipócritas, amarrados, gastadores, abstemios y borrachines que hacen de este un mundo singular.
Debe quedar claro que no hago una apología de los defectos ya que considero que éstos nos deben servir para andar el camino en pos de corregirlos cuando consideremos que no son convenientes ya que podemos caer en un comportamiento asocial, como en los casos dela sinceridad excesiva o la pedantería. Ya lo decía Prometeo encadenado a la montaña:”Mantenerse en el error es vergonzoso para el sabio”.
Todos tenemos defectos para bien o para mal que nos identifican, lo que debemos es aceptar con valor y resignación a todos aquellos que no piensan igual a uno o no se comportan igual. Si un defecto nos permite seguir viviendo con el ánimo de de corregirlo bienvenido sea, esa es la gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es sumamente importante para nosotros. Te invitamos a enviarnos tus comentarios sobre las notas que has leído.