Por: Amylkar Acosta M.
Coincidimos con Ricardo Ávila, Director de Portafolio, en que “si bien el chaparrón ha sido menos intenso que en otras latitudes, las secuelas sobre el bienestar y el empleo de los colombianos son incuestionables”. Basta con mencionar sus estragos en materia de empleo, pues este es el primero en resentirse con la crisis y el último en reponerse de la misma.
Según la CEPAL el desempleo en Latinoamérica bordeará los 18 millones, 3 millones más por cuenta de esta crisis, lo cual representa pasar del 7.5% promedio en 2008 a 9%. Colombia seguirá con la tercera más alta tasa de desempleo en el mundo y la mayor en la región, frisando ya el 13%.
Aún después de superada la crisis el mundo tendrá que arrastrar un largo trecho con el lastre del desempleo que provocó, pues según estimativos del profesor Krugman EEUU, por ejemplo, necesitaría crecer su PIB por encima del 2.5% para detener la racha. En el caso Colombiano, de acuerdo con el co-director del B de la R, Juan J. Echavarría, la economía colombiana tiene que crecer a una rata mayor al 4% para contener el empeoramiento de su tasa de desempleo.
Ello obedece a que, en primer término, los procesos productivos son cada vez más intensivos en capital y en segundo término al sesgo de la legislación que favorece al capital reduciendo el costo relativo de este con respecto al trabajo.
De allí la tendencia al crecimiento sin empleo que ha caracterizado a la economía nacional en la última década. Ni siquiera durante el quinquenio virtuoso (2003 – 2007), durante el cual la economía creció en promedio el 6%, por encima del promedio del quinquenio anterior, que fue del 4%, cedió el desempleo. Es más, en el 2007 cuando el crecimiento del PIB llegó a su clímax con el 7.5%, a duras penas bajó un punto la tasa de desempleo.
En tales circunstancias, no es ninguna gracia que el Ministro de Hacienda venga a reclamar como un logro de la política económica del gobierno la baja en el índice de inflación a 3.28%, más atribuible a la crisis y a la caída del consumo que a su gestión. Según él, "La política monetaria, del Banco de la República, ha sido consistente y el Gobierno ha mantenido equilibrio fiscal, por tanto ello se refleja en menores costos de financiación y ayuda a estabilizar los precios".
Esta no es época para concentrarse en la meta de inflación, sino en el empleo como primera prioridad. Como exclamó Pirro, rey de Epiro, ante su diezmada tropa “otra victoria como esta y estamos perdidos”. Es bien sabido que en los cementerios no hay inflación porque el consumo es nulo.
Como es obvio de toda obviedad el desempleo trae consigo la pérdida de ingreso y este repercute en la caída de la demanda; bien dijo el ex ministro Rodrigo Escobar Navia que un mercado de pobres es un pobre mercado.
Por ello, no es casual que concomitantemente con el aumento del desempleo, según el más reciente reporte del DANE las ventas del comercio al pormenor entre enero y julio cayó 4.7%, al tiempo que la industria manufacturera decreció en el mismo período 8.2%. Así las cosas, resulta una utopía el acuerdo al que arribaron el gobierno y los exportadores que se han visto afectados por el cierre del mercado venezolano, en el sentido de volcarse hacia el mercado interno ofreciendo dichos productos a más bajo precio.
Olvidan ellos que para quien no tiene ingresos o estos son precarios hasta lo regalado le resulta caro.
Bogotá, septiembre 20 de 2009
www.amylkaracosta.net
Coincidimos con Ricardo Ávila, Director de Portafolio, en que “si bien el chaparrón ha sido menos intenso que en otras latitudes, las secuelas sobre el bienestar y el empleo de los colombianos son incuestionables”. Basta con mencionar sus estragos en materia de empleo, pues este es el primero en resentirse con la crisis y el último en reponerse de la misma.
Según la CEPAL el desempleo en Latinoamérica bordeará los 18 millones, 3 millones más por cuenta de esta crisis, lo cual representa pasar del 7.5% promedio en 2008 a 9%. Colombia seguirá con la tercera más alta tasa de desempleo en el mundo y la mayor en la región, frisando ya el 13%.
Aún después de superada la crisis el mundo tendrá que arrastrar un largo trecho con el lastre del desempleo que provocó, pues según estimativos del profesor Krugman EEUU, por ejemplo, necesitaría crecer su PIB por encima del 2.5% para detener la racha. En el caso Colombiano, de acuerdo con el co-director del B de la R, Juan J. Echavarría, la economía colombiana tiene que crecer a una rata mayor al 4% para contener el empeoramiento de su tasa de desempleo.
Ello obedece a que, en primer término, los procesos productivos son cada vez más intensivos en capital y en segundo término al sesgo de la legislación que favorece al capital reduciendo el costo relativo de este con respecto al trabajo.
De allí la tendencia al crecimiento sin empleo que ha caracterizado a la economía nacional en la última década. Ni siquiera durante el quinquenio virtuoso (2003 – 2007), durante el cual la economía creció en promedio el 6%, por encima del promedio del quinquenio anterior, que fue del 4%, cedió el desempleo. Es más, en el 2007 cuando el crecimiento del PIB llegó a su clímax con el 7.5%, a duras penas bajó un punto la tasa de desempleo.
En tales circunstancias, no es ninguna gracia que el Ministro de Hacienda venga a reclamar como un logro de la política económica del gobierno la baja en el índice de inflación a 3.28%, más atribuible a la crisis y a la caída del consumo que a su gestión. Según él, "La política monetaria, del Banco de la República, ha sido consistente y el Gobierno ha mantenido equilibrio fiscal, por tanto ello se refleja en menores costos de financiación y ayuda a estabilizar los precios".
Esta no es época para concentrarse en la meta de inflación, sino en el empleo como primera prioridad. Como exclamó Pirro, rey de Epiro, ante su diezmada tropa “otra victoria como esta y estamos perdidos”. Es bien sabido que en los cementerios no hay inflación porque el consumo es nulo.
Como es obvio de toda obviedad el desempleo trae consigo la pérdida de ingreso y este repercute en la caída de la demanda; bien dijo el ex ministro Rodrigo Escobar Navia que un mercado de pobres es un pobre mercado.
Por ello, no es casual que concomitantemente con el aumento del desempleo, según el más reciente reporte del DANE las ventas del comercio al pormenor entre enero y julio cayó 4.7%, al tiempo que la industria manufacturera decreció en el mismo período 8.2%. Así las cosas, resulta una utopía el acuerdo al que arribaron el gobierno y los exportadores que se han visto afectados por el cierre del mercado venezolano, en el sentido de volcarse hacia el mercado interno ofreciendo dichos productos a más bajo precio.
Olvidan ellos que para quien no tiene ingresos o estos son precarios hasta lo regalado le resulta caro.
Bogotá, septiembre 20 de 2009
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