Por: Abel Medina Sierra
Su nombre: Miguel Ángel Jusayú, su origen: la zona de Wimpomuin, cerca a Nazareth en La Guajira colombiana, su oficio: la palabra. No era precisamente un putchipu, maestro de la palabra empeñada y la resolución de conflictos. Su oficio con la palabra era, por una parte, la del orfebre, la tomaba en bruto de la oralidad primaria y legendaria, de la cotidianidad rural y ancestral, de la viva voz de la indianidad wayuú y de las pampas guajiras.
Su nombre: Miguel Ángel Jusayú, su origen: la zona de Wimpomuin, cerca a Nazareth en La Guajira colombiana, su oficio: la palabra. No era precisamente un putchipu, maestro de la palabra empeñada y la resolución de conflictos. Su oficio con la palabra era, por una parte, la del orfebre, la tomaba en bruto de la oralidad primaria y legendaria, de la cotidianidad rural y ancestral, de la viva voz de la indianidad wayuú y de las pampas guajiras.
Fabulador ingenioso, creador fecundo de relatos que son referentes de la mágica y mítica realidad del universo indígena de su raza. También fue un acucioso investigador de la lengua wayuú, denodado compilador del lexicón vernacular, sesudo gramático que ayudó a consolidar el estudio sistemático y riguroso del wayuunaiki.
La mañana del lunes 8 de junio se apagó la luz de su existencia en Maracaibo. Ya hacía mucho, cuando era apenas un adolescente pastor de chivos por allá por Ulu´waiwou cerca a Nazareth, había comenzado a perder la luz de sus ojos a causa de una conjuntivitis poco cuidada, condenado a una ceguera que sería su incitante derrotero y su pesaroso destino.
Con su muerte, La Guajira colombo-venezolana, la nación wayuú, la Amerindia ancestral lamenta la pérdida de quien una vez el intelectual venezolano, exrector de la Universidad del Zulia, Ángel Lombardi, exaltó como el intelectual indígena más importante de América. Un wayúu encomiable, un estandarte para los movimientos de resistencia indígena, un académico que dio luz a nuestra guajira y a nuestra etnia predominante.
Nació hacia 1933 en la ranchería Jiichu’woulu, , ha sido el indígena guajiro mas trascendente en la ciencia y la literatura del país y de Venezuela, el wayuú mas laureado y el único cuyas obras ya han sido traducidas a lenguas extranjeras.
Fue un dedicado lingüista, gramático, traductor, docente de primaria y universitario, escritor, cuentista y ante todo, un gran pensador. De su obra se destaca el libro "Ni era Vaca ni era Caballo" (traducido al inglés, danés, noruego y sueco), “Relatos Guajiros I”, “Relatos Guajiros II”, su autobiografía “Karra´louta nuchi´kimajatu” así como “Gramática de la Lengua Guajira”, “Diccionario de la Lengua Guajira”, “Método para enseñar a escribir y leer el wayuunaiki”, las permanentes actualizaciones del “Diccionario Guajiro/Castellano”, y del nuevo “Diccionario Sistemático”.
Si su obra es digna de ser laureada, su ejemplo de superación es meritoria de encomio. Pasó de ser, primero un pastor del rebaño familiar en la desértica Guajira de sus primeros años, un consuetudinario “chirrinchero” por lo que perdió varias veces su cargo de docente, y luego un ciego indigente de las avenidas de Maracaibo.
Fueron muchos años entregados a sobrevivir de la caridad y la venta callejera de lotería y apuestas de hípica, sin el beneficio de lazarillo, sin muchas oportunidades, en una lejana ciudad, en una indiferente urbe. Tiempos de penuria que servían para que tiempo después, desde la soledad de los marginales contornos marabinos, comenzara una lenta pero juiciosa labor de elaborar cartillas y diccionarios del léxico wayuú que vendía en rudimentarias ediciones caseras.
Después alternó su oficio: escribía a máquina Braylle cartas y telegramas al público ante la impávida mirada de los transeúntes quienes se resistían a creer la proeza de aquel indio ciego.
Su ardua tarea de superación había comenzado cuando fue llevado a Caracas al Instituto Venezolano de Ciegos y luego en 1956 en la Escuela de Ciegos y Sordomudos de Medellín experiencia que él mismo describe en su autobiografía: “he sido el primer wayuú ciego que haya aprendido a leer y escribir por medio del sistema Braille; el primero que haya aprendido a escribir a máquina; el primero que haya escrito más textos en lengua materna; el primero que haya recibido títulos honoríficos de la Universidad del Zulia, profesor Honorario y Doctor Honoris Causa”.
Con la llegada a Venezuela del lingüista europeo Jesús Olza, la discreta y anónimo práctica de arqueología de la lengua que hacía Jusayú, alcanzó dimensión promisoria. Olza se impulsó convirtió en el más dedicado estudioso y descriptor de la lengua y la gramática wayuú y Jusayú se convirtió en su informante estrella, su compañero en el trabajo de campo. Mentor y ayudante fraguaron una amistad entrañable, de Olza aprendió la rigurosidad, el método, la teoría lingüística a ver la lengua no solo como instrumento de comunicación sino como objeto de investigación.
Su labor como creador espontáneo y lingüista autodidacta lo llevaron a ser Promotor Cultural Wayuú en el estado de Zulia, profesor Honoris Causa de la Universidad del Zulia y luego Doctor Honoris Causa de la misma casa de estudios. Recibió justos lauros como el Premio de Literatura Estampa Zuliana en 1991, el Premio Regional de Literatura Jesús Enrique Losada de la Gobernación del Zulia, la Orden Lago de Maracaibo y múltiples homenajes y reconocimientos regionales y nacionales en Venezuela; lo que contrasta con las exaltaciones en Colombia donde únicamente fue condecorado con la medalla al mérito Luis Antonio Robles de la Asamblea Departamental en 1994. Su labor creativa y académica se desarrolló prácticamente en el vecino país donde era ponderado con respeto y venero. En Colombia seguíamos su obra desde los conversatorios que se organizaban en la Universidad de La Guajira en épocas rectorales del lingüista Justo Pérez Van Lenden.
Miguel Ángel Jusayú fue un referente del duro trasiego de un invidente que se levantó de la crápula y la escasez para dar lucidez y cimentar ciencia y arte. Su vida inspiró a la exitosa cineasta venezolana Patricia Ortega para realizar el documental “El Niño Shuá” sobre la ejemplarizante y tortuosa vida de Jusayú, producción que ha recibido elogios nacionales e internacionales.
Afiche del documental
El Niño Shuá es una coproducción entre la Universidad del Zulia, FundaCine, El Portal El Zulia en el Tiempo y la participación del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. El filme ha sido Selección Oficial Festival de Marsella 2008 y obtuvo los premios como Mejor Documental, Mejor Montaje, Mejor Fotografía y Mejor Cámara Festival Nacional del Cine Venezolano (Mérida 2007) y Mejor Fotografía Festival Documental (Caracas 2007).
Nuestro poeta ciego, estandarte de la firmeza wayuu, el gran fabulador, el ingenioso compilador de la oralidad supo honrar con nombradía el desierto guajiro que lo vio correr y padecer en sus primeros años. En sus relatos se revigoriza la oralidad, episodios colmados de magia y misterio, de ritualidad y experiencia onírica, trasunto del jayeechi que es el germen del relato primigenio wayuú. Se nutrió de esas historias de velorio, de testimonios de encuentros sortílegos con entes esotéricos, de los encuentros del wayuú con la presencia occidental. Su obra amerita un redescubrimiento que lo ponga en las manos y en la conciencia de todos los guajiros, los que hoy lamentamos con profundo pesar la ausencia de este inspirado Homero de las pampas guajiras.
Estamos seguros que desde la atalaya de la plenitud cósmica se sentirá orgulloso de su gesta creativa y de la altura que dio a su raza y a su pueblo. Hoy nos corresponde a los actores y la institucionalidad cultural del departamento que se termine de cumplir su sueño, plasmado en su autobiografía: “DESEARÍA ARDIDAMENTE QUE MI NOMBRE, MIGUEL ÁNGEL JUSAYÚ, SEA INSCRITO EN LAS PIEDRAS MÁS ABULTADAS QUE SE HALLAN EN LA GUAJIRA”.
La mañana del lunes 8 de junio se apagó la luz de su existencia en Maracaibo. Ya hacía mucho, cuando era apenas un adolescente pastor de chivos por allá por Ulu´waiwou cerca a Nazareth, había comenzado a perder la luz de sus ojos a causa de una conjuntivitis poco cuidada, condenado a una ceguera que sería su incitante derrotero y su pesaroso destino.
Con su muerte, La Guajira colombo-venezolana, la nación wayuú, la Amerindia ancestral lamenta la pérdida de quien una vez el intelectual venezolano, exrector de la Universidad del Zulia, Ángel Lombardi, exaltó como el intelectual indígena más importante de América. Un wayúu encomiable, un estandarte para los movimientos de resistencia indígena, un académico que dio luz a nuestra guajira y a nuestra etnia predominante.
Nació hacia 1933 en la ranchería Jiichu’woulu, , ha sido el indígena guajiro mas trascendente en la ciencia y la literatura del país y de Venezuela, el wayuú mas laureado y el único cuyas obras ya han sido traducidas a lenguas extranjeras.
Fue un dedicado lingüista, gramático, traductor, docente de primaria y universitario, escritor, cuentista y ante todo, un gran pensador. De su obra se destaca el libro "Ni era Vaca ni era Caballo" (traducido al inglés, danés, noruego y sueco), “Relatos Guajiros I”, “Relatos Guajiros II”, su autobiografía “Karra´louta nuchi´kimajatu” así como “Gramática de la Lengua Guajira”, “Diccionario de la Lengua Guajira”, “Método para enseñar a escribir y leer el wayuunaiki”, las permanentes actualizaciones del “Diccionario Guajiro/Castellano”, y del nuevo “Diccionario Sistemático”.
Si su obra es digna de ser laureada, su ejemplo de superación es meritoria de encomio. Pasó de ser, primero un pastor del rebaño familiar en la desértica Guajira de sus primeros años, un consuetudinario “chirrinchero” por lo que perdió varias veces su cargo de docente, y luego un ciego indigente de las avenidas de Maracaibo.
Fueron muchos años entregados a sobrevivir de la caridad y la venta callejera de lotería y apuestas de hípica, sin el beneficio de lazarillo, sin muchas oportunidades, en una lejana ciudad, en una indiferente urbe. Tiempos de penuria que servían para que tiempo después, desde la soledad de los marginales contornos marabinos, comenzara una lenta pero juiciosa labor de elaborar cartillas y diccionarios del léxico wayuú que vendía en rudimentarias ediciones caseras.
Después alternó su oficio: escribía a máquina Braylle cartas y telegramas al público ante la impávida mirada de los transeúntes quienes se resistían a creer la proeza de aquel indio ciego.
Su ardua tarea de superación había comenzado cuando fue llevado a Caracas al Instituto Venezolano de Ciegos y luego en 1956 en la Escuela de Ciegos y Sordomudos de Medellín experiencia que él mismo describe en su autobiografía: “he sido el primer wayuú ciego que haya aprendido a leer y escribir por medio del sistema Braille; el primero que haya aprendido a escribir a máquina; el primero que haya escrito más textos en lengua materna; el primero que haya recibido títulos honoríficos de la Universidad del Zulia, profesor Honorario y Doctor Honoris Causa”.
Con la llegada a Venezuela del lingüista europeo Jesús Olza, la discreta y anónimo práctica de arqueología de la lengua que hacía Jusayú, alcanzó dimensión promisoria. Olza se impulsó convirtió en el más dedicado estudioso y descriptor de la lengua y la gramática wayuú y Jusayú se convirtió en su informante estrella, su compañero en el trabajo de campo. Mentor y ayudante fraguaron una amistad entrañable, de Olza aprendió la rigurosidad, el método, la teoría lingüística a ver la lengua no solo como instrumento de comunicación sino como objeto de investigación.
Su labor como creador espontáneo y lingüista autodidacta lo llevaron a ser Promotor Cultural Wayuú en el estado de Zulia, profesor Honoris Causa de la Universidad del Zulia y luego Doctor Honoris Causa de la misma casa de estudios. Recibió justos lauros como el Premio de Literatura Estampa Zuliana en 1991, el Premio Regional de Literatura Jesús Enrique Losada de la Gobernación del Zulia, la Orden Lago de Maracaibo y múltiples homenajes y reconocimientos regionales y nacionales en Venezuela; lo que contrasta con las exaltaciones en Colombia donde únicamente fue condecorado con la medalla al mérito Luis Antonio Robles de la Asamblea Departamental en 1994. Su labor creativa y académica se desarrolló prácticamente en el vecino país donde era ponderado con respeto y venero. En Colombia seguíamos su obra desde los conversatorios que se organizaban en la Universidad de La Guajira en épocas rectorales del lingüista Justo Pérez Van Lenden.
Miguel Ángel Jusayú fue un referente del duro trasiego de un invidente que se levantó de la crápula y la escasez para dar lucidez y cimentar ciencia y arte. Su vida inspiró a la exitosa cineasta venezolana Patricia Ortega para realizar el documental “El Niño Shuá” sobre la ejemplarizante y tortuosa vida de Jusayú, producción que ha recibido elogios nacionales e internacionales.
Afiche del documental
El Niño Shuá es una coproducción entre la Universidad del Zulia, FundaCine, El Portal El Zulia en el Tiempo y la participación del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. El filme ha sido Selección Oficial Festival de Marsella 2008 y obtuvo los premios como Mejor Documental, Mejor Montaje, Mejor Fotografía y Mejor Cámara Festival Nacional del Cine Venezolano (Mérida 2007) y Mejor Fotografía Festival Documental (Caracas 2007).
Nuestro poeta ciego, estandarte de la firmeza wayuu, el gran fabulador, el ingenioso compilador de la oralidad supo honrar con nombradía el desierto guajiro que lo vio correr y padecer en sus primeros años. En sus relatos se revigoriza la oralidad, episodios colmados de magia y misterio, de ritualidad y experiencia onírica, trasunto del jayeechi que es el germen del relato primigenio wayuú. Se nutrió de esas historias de velorio, de testimonios de encuentros sortílegos con entes esotéricos, de los encuentros del wayuú con la presencia occidental. Su obra amerita un redescubrimiento que lo ponga en las manos y en la conciencia de todos los guajiros, los que hoy lamentamos con profundo pesar la ausencia de este inspirado Homero de las pampas guajiras.
Estamos seguros que desde la atalaya de la plenitud cósmica se sentirá orgulloso de su gesta creativa y de la altura que dio a su raza y a su pueblo. Hoy nos corresponde a los actores y la institucionalidad cultural del departamento que se termine de cumplir su sueño, plasmado en su autobiografía: “DESEARÍA ARDIDAMENTE QUE MI NOMBRE, MIGUEL ÁNGEL JUSAYÚ, SEA INSCRITO EN LAS PIEDRAS MÁS ABULTADAS QUE SE HALLAN EN LA GUAJIRA”.
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