Por: Martín López González
Su semblante mórbido y su debilidad física exigían una atención urgente, vital. Se precisaba una vigilancia médica inmediata por haber riesgo para su vida. Su estado mental alterado, lo hacía sobresaltar al menor contacto con su cuerpo. Desnutrición, debilidad a tal punto de no poder mantenerse sobre sus propios pies, saltaban a la vista. Lucía demacrado, muy sucio con sudadera negra, larga barba y muy cansado. Aguantó las lágrimas o quizás se le habían agotado.
Su apariencia reflejaba una vez más la crueldad a la que son sometidas las víctimas del secuestro. Atados a cadenas como esclavos, con largos días de hambre y malos tratos, sin contacto con sus familias y desposeídos de sus más mínimos derechos. Una muerte en vida, una tragedia sostenida durante los más largos ocho años que un ser humano puede resistir.
La extrema palidez de su rostro, la confusión y obnubilación mental eran producto, quizás, de la disminución del flujo cerebral. Tal estado corresponde a una condición de baja presión arterial con descenso del ritmo cardiaco. Sin embargo la atención de urgencias debía esperar, pues en ese momento era más un objeto que un ser humano.
En este caso cuerpo y mente enferma, aunque no del enemigo abatido, pasaron a ser símbolo de su derrota, como también el signo de la eficiencia de la instancia del Estado que presentaba la escena. De esta manera un pobre secuestrado, escapado, enfermo y agotado personificó un trofeo de guerra que debía ser exhibido como la presa que luce orgulloso el gran cazador.
El show mediático en detrimento de una salud depauperada solo se logró detener por el clamor de uno de sus dolientes que exigió la hospitalización inmediata. Además de la alegría del retorno, también le dio vergüenza a la mayoría de los colombianos, cuando fue levantado en vilo, subido a una ambulancia y se le vio la desnudez parcial de sus glúteos. Repulsión colectiva produjeron tanto las Farc por el secuestro, como el martirio al que fue sometido ante los medios por el afán de protagonismo.
Se requiere tener algún tipo de desorden mental y una maquiavélica actitud para someter a un enfermo, en tales condiciones extremas, al suplicio de la lluvia de preguntas de una nube de periodistas al acecho de la chiva, solo por el hecho de querer ser el primero en aparecer ante la opinión nacional e internacional como el número uno de los buenos con la evidencia de otro golpe a los malos. Mientras más “hechos” se muestren, se aparece como el mejor, independiente como se consigan esos resultados.
A pesar de ser tan fanático de los gringos, no siguió el ejemplo de ellos que tres meses y veinticuatro días atrás, en condiciones menos traumáticas, tres norteamericanos fueron rescatados de la cruel garra del secuestro y fueron puestos en cuarentena por tres meses, solo después de eso, fueron mostrados a la prensa para proteger su dignidad.
Además de toda la violencia psicológica en sus ocho años de cautiverio, como mecanismo de terror para impactar fuertemente a otras víctimas ausentes y presentes, la rueda de prensa interrumpida se convirtió en una tortura más para el paciente, con una violación flagrante de sus derechos. Esto consiguió humillar a la persona despojándola de su dignidad. Cabe resaltar que su estado de salud era ampliamente conocido por todos desde antes de la fuga.
Engrandecido en el altar de la patria por la avalancha mediática de la espectacularidad de los rescate de rehenes, el Ministro, ya en campaña, siente que tiene alas para emprender el vuelo hacia la Presidencia. Como siempre, fiel a un libreto preestablecido relata una y otra vez su versión de los hechos con la misma expresión( híbrida de mueca y sonrisa) independiente que anuncie la muerte de uno o varios guerrilleros en combate, el asesinato y amputación de una mano como evidencia ó la fuga o liberación exitosa de unos secuestrados.
¿Será que habrá criterios morales que aten el comportamiento, dificulten la consecución de sus objetivos o limiten las estrategias en su afán de llegar a la elite del poder para estos personajes?
Su semblante mórbido y su debilidad física exigían una atención urgente, vital. Se precisaba una vigilancia médica inmediata por haber riesgo para su vida. Su estado mental alterado, lo hacía sobresaltar al menor contacto con su cuerpo. Desnutrición, debilidad a tal punto de no poder mantenerse sobre sus propios pies, saltaban a la vista. Lucía demacrado, muy sucio con sudadera negra, larga barba y muy cansado. Aguantó las lágrimas o quizás se le habían agotado.
Su apariencia reflejaba una vez más la crueldad a la que son sometidas las víctimas del secuestro. Atados a cadenas como esclavos, con largos días de hambre y malos tratos, sin contacto con sus familias y desposeídos de sus más mínimos derechos. Una muerte en vida, una tragedia sostenida durante los más largos ocho años que un ser humano puede resistir.
La extrema palidez de su rostro, la confusión y obnubilación mental eran producto, quizás, de la disminución del flujo cerebral. Tal estado corresponde a una condición de baja presión arterial con descenso del ritmo cardiaco. Sin embargo la atención de urgencias debía esperar, pues en ese momento era más un objeto que un ser humano.
En este caso cuerpo y mente enferma, aunque no del enemigo abatido, pasaron a ser símbolo de su derrota, como también el signo de la eficiencia de la instancia del Estado que presentaba la escena. De esta manera un pobre secuestrado, escapado, enfermo y agotado personificó un trofeo de guerra que debía ser exhibido como la presa que luce orgulloso el gran cazador.
El show mediático en detrimento de una salud depauperada solo se logró detener por el clamor de uno de sus dolientes que exigió la hospitalización inmediata. Además de la alegría del retorno, también le dio vergüenza a la mayoría de los colombianos, cuando fue levantado en vilo, subido a una ambulancia y se le vio la desnudez parcial de sus glúteos. Repulsión colectiva produjeron tanto las Farc por el secuestro, como el martirio al que fue sometido ante los medios por el afán de protagonismo.
Se requiere tener algún tipo de desorden mental y una maquiavélica actitud para someter a un enfermo, en tales condiciones extremas, al suplicio de la lluvia de preguntas de una nube de periodistas al acecho de la chiva, solo por el hecho de querer ser el primero en aparecer ante la opinión nacional e internacional como el número uno de los buenos con la evidencia de otro golpe a los malos. Mientras más “hechos” se muestren, se aparece como el mejor, independiente como se consigan esos resultados.
A pesar de ser tan fanático de los gringos, no siguió el ejemplo de ellos que tres meses y veinticuatro días atrás, en condiciones menos traumáticas, tres norteamericanos fueron rescatados de la cruel garra del secuestro y fueron puestos en cuarentena por tres meses, solo después de eso, fueron mostrados a la prensa para proteger su dignidad.
Además de toda la violencia psicológica en sus ocho años de cautiverio, como mecanismo de terror para impactar fuertemente a otras víctimas ausentes y presentes, la rueda de prensa interrumpida se convirtió en una tortura más para el paciente, con una violación flagrante de sus derechos. Esto consiguió humillar a la persona despojándola de su dignidad. Cabe resaltar que su estado de salud era ampliamente conocido por todos desde antes de la fuga.
Engrandecido en el altar de la patria por la avalancha mediática de la espectacularidad de los rescate de rehenes, el Ministro, ya en campaña, siente que tiene alas para emprender el vuelo hacia la Presidencia. Como siempre, fiel a un libreto preestablecido relata una y otra vez su versión de los hechos con la misma expresión( híbrida de mueca y sonrisa) independiente que anuncie la muerte de uno o varios guerrilleros en combate, el asesinato y amputación de una mano como evidencia ó la fuga o liberación exitosa de unos secuestrados.
¿Será que habrá criterios morales que aten el comportamiento, dificulten la consecución de sus objetivos o limiten las estrategias en su afán de llegar a la elite del poder para estos personajes?
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